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El silencio de la pandemia

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¡Cómo se escucha el silencio en la pandemia! ¡Cuánto calla y cuanto obliga a callar! Cuánto se dice y cuánto se esconde. Mientras más se habla, menos se escucha. Mientras más se informa, menos se sabe. Mientras más noticias, más se borra lo que alguna vez había. Mientras más avanza la pandemia en todas partes, más ingresamos a una física desconocida. La física del silencio y el sonido rompe la ley. Ya no se escuchan las voces ni el ruido habitual de calles y caminos. Ahora se escucha el silencio del miedo y la intimidad del sí mismo.


El poder ya captó su tarea. Ya se ha puesto manos a la obra, ya se arremanga la camisa, ya se puso el casco, ya ordenó las armas, ya hizo los pedidos para su indispensable y aséptica tarea. También quiere refundarse.

Extraño fenómeno. Suceso desconocido. ¡Cuánto nos dice de lo que somos y no sabíamos! Avanza noche y día contaminándolo todo con su implacable biología, rompiendo las invisibles y frágiles confianzas que nos sostenían. La ciudad transparente, como de vidrio vacío, en que falta casi todo lo que siempre vimos, lo que jamás pensamos que podía ser succionado o carcomido. Espectral memoria en blanco y negro, abandonada de color, de sal, de sentido, vaciada del ánimo por una derrota amarga que nos llegó de repente. Inerme, calladamente, todo se escurre por doquier, cubierto por una mortaja, como una vieja maquinaria inservible destinada al olvido.

Queda una fatiga cansada, sin sed, sin comida. Cuerpos debilitados que se distancian, se tuercen, se giran, tratando de hablar como antes, de caminar como siempre, pero no resulta. Algo dentro se ha roto, un resorte se ha vencido. Se siente la soledad del silencio; algo extraño camina. No sabemos que es ni como ha surgido. Sentimos que está ahí. No sabemos si se va o se queda, ni cómo ni cuándo; si nosotros, humanos, seguimos. Ni como seremos, si abandonados en un camino cualquiera donde crecerá el pasto y borrará las huellas, donde nadie llegará a buscarnos porque tal vez nunca supieron que tal vez existimos.

¡Pero no! Sólo era un mal sueño, una espesa y larga pesadilla. ¡Ya pasó, ya salimos, ya llegamos! ¡Traídos y llevados, medio enfermos, medio cojos, medio tuertos, deprimidos, traumatizados, pero vivos! Vamos reentrando a este viejo escenario que algo tiene de distinto, pero bien mirado parece ser el mismo. ¡La nueva estación de la nueva normalidad! El último e ingenioso invento de la industria, de los fabricantes de ilusiones, de la política, del poder instalado, pieza a pieza reconstituido. Por milagro y ayuda del cielo, salvado antes del pitazo final de la partida anterior. Casi idéntico, operando con nuevas fuerzas, pareciera provisto una vez más de la confianza en sí mismo de que fue vaciado por el pueblo en las calles. Con el alma nuevamente en el cuerpo, atento a cualquier rebelión, venga de donde venga, evitando sorpresas costosas, dolorosas, peligrosas para la normalización y nueva disciplina que será su tarea de ahora, de los duros años que vienen, y también quisiera, ¡de este siglo!

Ya suficientemente anestesiados empezaremos a sufrir una nueva transmutación, una nueva ley, tal vez mucho peor; una distinta pesadilla. La salvaje y luminosa arremetida de la madre tierra habrá sido una vez más vencida y la venganza esperada del humillado hombrecillo se promete terrible. No se crea que sólo aquí entre nosotros. Aquí se imita y se exagera lo que se enseña más arriba. Reconstrucción, restauración, reforzamiento, blindaje total ante recientes amenazas y nuevos desafíos.

No se escatimarán recursos ni generosos incentivos. Se escuchará a los grandes, a los que corresponde, a los que de verdad tienen, a los de siempre. ¡Uff! La pandemia terrible. ¡Qué gran ocasión para don Dinero! ¡Qué inmensos negocios promete para el capital y las industrias! ¡Qué de oportunidades gigantes para los poderosos de la tierra! ¡Que jugosos dividendos de recuperación, de sanación, de consuelo y reparación por lo sufrido para aquellos pobres directores y accionistas de la banca y de la industria, castigados injustamente, derrumbados y caídos, que observaron atónitos durante meses el derrumbe de sus fortunas, esfumarse sus riquezas, transformadas en torres de papel y humo, en medio de un desastre inevitable, magno y fatal evento, así como llegó se habrá ido, dejándolos libres para hacer lo de siempre!

Por el otro lado el pueblo numeroso y sencillo tiene miedo, sufre, observa y obedece. ¡Pobres ciudadanos! ¡Como seremos vigilados y castigados! ¡Con que nuevas artes y magias seremos seducidos! ¡En que nuevas complicidades de consumo suntuario iremos entrando inocentes, narcotizados, supuestamente felices! Llegarán los despachos, los barcos, los aviones, camiones, trenes y container, con el diablo disfrazado de tentaciones para el alma y el cuerpo. Los nuevos, brillantes, preciosos, inevitables, irreprimibles nuevos artefactos y tecnologías para estar seguros donde sea que estemos, controlados al milímetro, en casas y ciudades inteligentes. Internet de las cosas, sensores por todo el cuerpo, sobre y bajo la piel, sensores de registro y dispositivos de alerta, en rutinas inteligentes de nuevas policías, revisando cada pliegue y rincón de secretos del alma, verificando fidelidad, apego a las normas y leyes, aplicando al instante educativos castigos, por el bien de todos, por supuesto. Una policía del alma, ahora que se hace posible y que la ética se desvanece.

Nada se escapará a esta productiva fiebre, a este impulso gigante, a esta destrucción constructiva, a estas nuevas industrias que trabajarán sin pausa, sin detenerse, a ritmos doblemente acelerados para sellar los nuevos riesgos y peligros que nos advierte la rebelión reciente. ¡No! El poder ya juró que no se repetirá, aunque ello signifique tirar a la basura esta democracia permisiva, tolerante, dialogante, suave, blanda, fofa, tirillenta, desvencijada que aún tenemos, que queríamos y habíamos acordado cambiar por algo mejor, distinto muy probable al engendro que con seguridad tratarán de vendernos con la disculpa de la peste.

Lo sabemos porque se han mostrado ya en plena emergencia. El poder ya captó su tarea. Ya se ha puesto manos a la obra, ya se arremanga la camisa, ya se puso el casco, ya ordenó las armas, ya hizo los pedidos para su indispensable y aséptica tarea. También quiere refundarse. Ya va tras la delirante nueva figura del héroe legendario que venció al abismo de lo desconocido con el fuego del ingenio, con la audacia y la soberbia de la humana inteligencia. Ya tomó asiento en la plaza. Ya limpió el caballo. Ya se siente a cuesta. Ya cabalga. Ya de nuevo sueña.

¡Toda rebelión será aplastada!, cualquiera sea su origen, cualquiera sea su causa. Natural o social. No se harán distingos. Más bien se harán las mezclas propicias para tapar los defectos de la política, de los necesarios yerros. No habrá justificación alguna que valga. Esta lucha será titánica. Es la nueva forma de la guerra deseada y que en su momento fracasó. ¡Esto se promete y esto se hará! A cualquier costo porque el riesgo es gigante. ¡Todo lo demás será sedición!

De la plaga venimos y a esto vamos. Que quede claro. No son profecías. Son simples cálculos de la sociedad que vivimos, del modelo conocido, del poder que nos gobierna. No sólo aquí de donde somos y estamos parados, sino de todas partes. ¡Esto es capitalismo! ¿Hay dudas todavía? Veamos lo que sigue porque falta mucho para que aclare el día. El capitalismo es el mismo en todas partes. Ya tiene su cara de siempre. Usará los mismos motivos, las mismas máscaras, ideas maquilladas para los nuevos tiempos. Idénticas tecnologías, fabricadas allá arriba, vendidas al sur, con créditos o pagadas en especies. El capital pedirá las recetas apropiadas a su industria del deseo y seguirá su química, su física, su fuerza de dominación, su inteligencia, todo lo que la historia del hombre ha puesto en manos de los vencedores, nunca de los vencidos. Estos pagarán los costos por su debilidad y su inocencia. Por haber deseado la felicidad y haber creído.

¿Hubo antes acaso un estallido? ¿Dónde? ¿Qué significa eso? ¿Qué podría importar hoy día? Habrá que desentrañarlo en su momento porque las causas persisten, pero el escenario habrá cambiado por completo. Sería apresurado aventurar juicios y levantar propuestas. Hay agendas dispuestas y procesos en marcha para seguir el curso de jornadas memorables. Hoy la pandemia acapara la atención de todos y corresponde a los cuidados y esfuerzos que recomiendan. La historia no se detiene. Habrá que observar con cuidado el desarrollo de los acontecimientos. Nadie dará lecciones de nada. No hay brujos ni adivinos de ninguna especie que valga. Los protagonistas de aquellos días ya mostraron su instinto y su intuición profunda de la sociedad real, camuflada de mil maneras. La fuerza está intacta, enriquecida con la experiencia.

TAGS: #Coronavirus #Pandemia #Poder #SociedadDeConsumo

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28 de abril

qué buena reflexión y buen ejercicio de hacer jugar al tiempo, la realidad y el futuro. Gracias inserto en esta pandemia tan desconocida y esquiva. Felicitaciones

J.A.

01 de mayo

Este texto deja algo en el ambiente, dibuja con maestría ese vaho enrarecido, sin sentido y medio apocalíptico que no sabemos si existe o lo soñamos, pero que nos golpea, que nos aturde. Es probablemente esta una caída dolorosa desde las alturas donde nos habíamos subidos, somos dioses dicen algunos intelectuales, pero una pequeñísima bola de material genético que ni siquiera podemos ver, nos esta aniquilando por miles, es la naturaleza. La pregunta es donde queda nuestra soberbia, nuestros derechos, nuestras fuerzas invencibles que derriban y derriban gobiernos, que crean y multiplican teorías de la conspiración, ¿donde están las tesis que mantienen los odios encendidos?. Somos seres mortales y la naturaleza lo sabe, seguirá aniquilándonos, no le gustamos, quizás nada de nosotros le gusta, quizás un día de estos, ella y todos sus hijos cantarán victoria, habremos desaparecido, llevándonos con nosotros nuestra maldad….alguien le pasó el dato…muerto el perro…

02 de mayo

En respuesta a J.A. cuyo comentario agradezco, pienso que hay otra forma de ver nuestra relación con la naturaleza a propósito de este virus. Creo que como otros muchos desafíos que ha enfrentado nuestra especie en su larga evolución y en cuya lucha nos hemos instruido y finalmente triunfado, en este también podemos considerar al coronavirus como el ultimo gran maestro de la vida y de nuestra especie. Nos desafía a muerte como muchos otros. Elementos como el fuego, el frío, la noche, la selva, o las grandes fieras que amenazaron nuestra supervivencia en otras épocas, ahora enfrentamos el último de ellos, cuya amenaza nos moviliza, nos obliga a luchar en terreno desconocido, nos lleva a tomar conciencia como humanidad vulnerable más allá de nuestro enorme poderío. Nos hace pensar. ¡Que falta nos hace! Cuan confiados vamos por un camino rodeados de precipicios. La misma ciencia y las tecnologías nos acercan a ellos cada día más. Ya las paredes de protección, nuestros blindajes, se adelgazan y debilitan a niveles de riesgo que insistimos en desconsiderar. Creo que la naturaleza nos ama y en estos desafíos gigantes nos enseña, nos instruye, nos pone a prueba, y si somos capaces de vencer seguiremos adelante, ojalá menos soberbios y un poco más conocedores del terreno que pisamos. Avanzaremos otro paso más si sabemos escuchar su mensaje, si no despreciamos lo que este trance nos enseña. Pero es cierto. Este amor no es incondicional. Podemos sucumbir.

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