Hace poco más de año atrás publiqué en esta misma tribuna una columna que abordaba lo que sería el segundo proceso constitucional y que culminará en pocos días más La cocinería (elquintopoder.cl).
[texto_destacado]Para cerrar ese círculo tuve la peregrina idea de hacer una crítica culinaria del guiso precocinado por cocineros ideológicos nominados a dedo por sus respectivas casas matrices, el que luego fue traspasado en una marmita a cocineros republicanos y pinches de cocina conservadores que terminaron de aderezarlo a su entero gusto y piacere (había otros cocineros alrededor del fogón pero sin posibilidad alguna de meter sus cucharas de palo en el brebaje en cuestión).
La sopa resultante es de difícil digestión, pesada al paladar y genera flatulencias impregnadas de mercaptanos que difícilmente puedan ser toleradas por la mayoría de los comensales a los que se les oferta, incluso de manera gratuita.
Aunque como dice el proverbio popular “sobre gustos no hay nada escrito”, me imagino que a aquellos parroquianos de gustos conservadores a los que este plato les podrá parecer una delicia, lo cierto es que al conjunto de cocineros intervinientes en el guiso, los que lo prehornearon y los que lo terminaron de salpimentar y agregar ingredientes vencidos desde la Edad Media, les faltó arte en su ejecución.
Lo que no es extraño ya que me he enterado que están acostumbrados a tragarse sapos, de distintos colores, aromas y sabores, a cada rato en el hemiciclo parlamentario y en el ejercicio político rutinario de su oficio en cocinerías de zaguanes y arrabales, lo que a través del tiempo va distorsionando papilas gustativas y receptores olfativos y estéticos, degradando finalmente la moral culinaria que cualquier cocinero bien plantado debiese tener.
Así que como dicen los latinos de antaño y que Don Miguel de Unamuno hizo tallar en piedra para dar la bienvenida a los estudiantes novicios en la Universidad de la cual fue rector: “lo que natura non da, Salmanca non presta”. Así, en materia de cocinería política, sospecho que los autores del guiso constitucional, son incapaces de diferenciar entre un trago de ambrosía de un cortito de hiel sancochada en natre, lo que explicaría la propuesta culinaria que será sometida a cata popular.
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gonzalo Vicuña
Faltó Saldivar, ese si que era cocinero de haute cuisine. Eran tiempos cuando el Senado vendía gato por liebre. Y así llegamos al estallido social. Ahora, con el rotundo rechazo de la retrógrada propuesta constitucional de la derecha, la ciudadanía deja claro que es tiempo de dejarse de intentar atragantarnos con refritos hechos con restos añejos, y solucionar los problemas que quedaron repitiéndose como flato de mortadela. Salud, pensiones, reforma tributaria, están en el menú de hoy, y de mañana también hasta que la derecha termine su guerrilla contra el gobierno de Gabriel Boric y entregue los votos para las necesarias reformas. Chile no está para tragarse un dapo más.