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Abismo y tolerancia en el Chile de hoy

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La noche del 21 de noviembre Chile estuvo al borde del abismo. Dos poderosas fuerzas chocaban amenazando un conflicto que podía conducir a escenarios de catástrofe. ¿Qué había pasado? El conteo final de los votos había llegado a término. Las furias habían sido desatadas durante largos meses anteriores. Se acercaba el plazo fatal del encuentro final en 28 días y sólo quedaban en pie los más fuertes y más extremos contendores. Esa noche era así. Negro profundo, amenaza de lo peor. Quien ganaba por nariz – la extrema derecha – podría ganar la próxima elección presidencial.


En el amplio espacio de la política popular es imprescindible convocar y reunir a las fuerzas de centro, no sólo para obtener una ventaja competitiva sino una mayor riqueza y solidez programática

¿Qué sería de la democracia conquistada al dictador hace ya tres décadas? ¿Qué de los sueños despertados y la prometedora vigilia que anunció el estallido del 18/O? ¿Qué del funcionamiento de la Convención Constituyente votada por una inmensa mayoritaria? ¿Qué de las esperanzas de millones de chilenos y chilenas de avanzar en cambios profundos para conseguir libertad, justicia, dignidad, igualdad, respeto a la diversidad, soberanía y paz, que podrían frustrar una vez más los poderosos de siempre retrocediendo incluso más atrás a tiempos de pavor?

Ahora por fortuna Chile se va acercando poco a poco al centro de sí mismo. No es que se haya aclarado todo y afirmado la esperanza. Ni mucho menos. Hay todavía una situación de gran incertidumbre, pero ya no estamos en el abismo de aquella noche oscura del alma. Ambos extremos han buscado acercarse a territorios de mayor prudencia y su gravitación va logrando atenuar los fuegos más encendidos sin que la propuesta central en ambos casos abandone su matriz original.

Este movimiento general es favorable. Aquieta las aguas y permite calmar los ánimos. Se abren tiempos de reflexión que hacen posible pensar qué destino final hay en lo profundo a uno y otro lado. Los flujos se restablecen y la gente intercambia pareceres. Esto le hace bien al país y le da un aire a nuestra alicaída democracia. El terror y la mentira que algunos esgrimen todavía como arma de privilegio irán retrocediendo. La paz es indispensable, el mejor terreno para que la verdad se abra paso.

Algunos se preguntan si esto significa tirar por la borda el contenido y las esperanzas de cambios profundos que abrió el estallido. Tal vez dirán que se trata de una claudicación, de una inaceptable transacción que nace en lo más oscuro de la vieja política. Que estaríamos una vez más en la repudiable cocina que traiciona la voluntad popular mayoritaria que ese evento gigante puso en evidencia.

Esta pregunta y esas sospechas tienen una base material indiscutible, pero me parecen un profundo error. Representan juicios apresurados y de superficie que perjudican gravemente la causa popular. Desconocen la necesidad de ajustar el pensamiento, la táctica y la estrategia a partir de los datos obtenidos del nuevo escenario que abrió la reciente votación. Desconocen la necesaria flexibilidad y la pronta respuesta que debe darse para alcanzar mejores oportunidades para la gran decisión que tenemos que tomar en pocos días más. Y desde el punto de vista objetivo desconoce la absoluta necesidad de ampliar el espacio de cobertura de la propuesta programática para convertirla en una que represente con solidez y legitimidad los intereses de las grandes mayorías.

Parece existir completo acuerdo en que el centro político se ha venido hundiendo en los últimos años. Esto tiene sus razones y son en general reconocidas. El estallido de octubre de 2019 le puso una lápida definitiva a mucho de lo que representaban los principales actores de esas posiciones. Sin embargo, esto es muy distinto que afirmar que el centro político debiera en nuestro escenario actual quedar por completo fuera de juego por ética, por decencia política o por una irremediable obsolescencia de los paradigmas que lo identifican.

Existe el riesgo de que su inclusión en el campo gravitatorio de las fuerzas populares distorsione y melle el filo de sus propuestas y el empuje de su lucha en momentos propicios que no se dan todos los días y que ha costado mucho sacrificio ganar. Este riesgo es real y debe ser considerado con gran cuidado. Es mucho lo que está en juego, es posible perder lo ganado y no es fácil ponderar todos los factores claves. Pero hay necesidad de recuperar los valores que debieran encontrarse en el centro político y cultural porque allí se cultivan y arraigan a gran profundidad contenidos valiosos reconocidos por pueblos y maestros antiguos y sabios. Son virtudes que no se desvanecen con facilidad. Son como brasas que quedan ardiendo en latencia entre cenizas y con unos soplos de vida pueden reencender fuegos de gran belleza y utilidad en momentos álgidos como los nuestros actuales.

Esto tiene relación estrecha con lo que ha venido pasando en nuestro país. ¿Por qué se han hundido las posiciones de centro tanto de izquierda como de derecha? ¿Qué ha ocurrido en los últimos 30 años? ¿Qué se pactó o se transó a la caída de Pinochet? Puede que mucho y puede también que de forma explícita y consciente nada de verdad. Difícil averiguarlo, tal vez imposible y quizás innecesario.

Lo que realmente interesa para el hoy que nos apremia son algunas cuestiones distintas y muy principales. La primera, el choque de fuerzas extremas reviste peligros que nadie quiere y nadie debiera propiciar. La segunda es que cualquier posición extrema y aislada en las próximas elecciones es claramente minoritaria, por lo que se hace imprescindible ampliar la gama de intereses que se requiere incorporar. Tercero, en el amplio espacio de la política popular es imprescindible convocar y reunir a las fuerzas de centro, no sólo para obtener una ventaja competitiva sino una mayor riqueza y solidez programática. Esa centroizquierda golpeada y huérfana de propuestas está formada por millones de personas que han seguido liderazgos legítimos por muchos años.

Todo esto está lejos de ser puro humo o nada. Hay ahí una gran riqueza potencial en múltiples aspectos, de gentes sencillas de toda clase y de profesionales, empleados, técnicos y empresarios, hombres y mujeres de todas las edades. Una amplia diversidad de múltiples miradas. La izquierda más radical tiene mucho que ganar con esos contactos. Mucho que aprender de tolerancia, de respeto, de flexibilidad, de habilidades blandas, de sutilezas, de gradualidades. ¡Y qué duda cabe! También la centro izquierda tiene muchísimo que aprender en estos contactos para alcanzar nuevamente vigencia y liderazgo.

Puede que queden algunos que piensen y digan todavía que la unidad de la izquierda más radical con la centroizquierda es solamente táctica. Está bien, que lo piensen y lo digan. Están en su derecho, como todos. Esto no quita que, obligadamente, si esta fuera una maniobra únicamente táctica abre la posibilidad cierta de construir paso a paso, con respeto y cuidado, una alianza sólida y profunda, de largo alcance, de sectores medios y populares, la mejor herramienta y tal vez única base efectiva para construir un camino de realización de los cambios sustantivos y urgentes que Chile necesita y las mayorías reclaman.

Desde la óptica de centroizquierda la invitación a participar con uno de los vencedores de primera vuelta tiene también mucho de positivo. Desde luego no es menor participar de las decisiones, del rumbo, de las formas y del ritmo de los cambios. También recuperar terreno y vigencia en materias y espacios perdidos que tal vez algunos consideran más tardíos o irrecuperables. Por otro lado, resulta también positivo entrar en estrecho contacto con sensibilidades, sentimientos, saberes y experiencias más próximas a lo nuevo y vigentes en un mundo en constante cambio. Por último, no es despreciable recuperar el aliento y la ambición para aspirar más adelante a su propio liderazgo dentro del campo de amplia unidad que podría abrirse en esta etapa.

Necesitamos mantener abierta la puerta al futuro que abrió el 18/O, resolviendo no sólo las cuestiones urgentes e inmediatas. También el largo plazo hay que pensarlo. No está fácil. Lo primero es asegurar lo que viene impidiendo el retroceso a fases ya superadas. La derecha ya no puede gobernar sin violencia. Esto está ya demostrado. Chile no soporta otro gobierno del tipo que está terminando y menos de la misma cepa y aún peor de lo sufrido. Lo segundo es, si se logra mantener abierta la puerta a un futuro mejor, cuidar la unidad en que se fundaría esa victoria e iniciar la construcción del país que deseamos.

TAGS: #ChileActual #Democracia #Presidenciales2021 Diálogo Social

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Comentarios

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01 de diciembre

Excelente la columna y la cadencia con que te aproximas a mirar tan descarnadamente al centro político y los vaivenes con que se mueve. Esto me lleva a pensar que si somos realmente un país tan dividido, como lo dice la prensa en su desenfrenada búsqueda de espectacularidad por atrapar noticias y ser líderes en su divulgación (marketing), o simplemente estamos buscando nuestro destino (sociedad).
O más bien, el problema es que el abanico de posibilidades se ha engrosado, pero no ampliado. Es decir, las alternativas que los extremos hubiésemos querido en el pasado, caricaturizándolo en el socialismo o el fascismo, hoy no son sueños reales en la política. Ambos extremos son caricaturas cuya imagen se va diluyendo. Por lo tanto, el ingenio humano va enriqueciendo alternativas no extremas y esas, una vez pasada la euforia de un instante preciso, va encontrando su acomodo social y político. Pues, aunque cueste reconocerlo y a veces decirlo, hoy se vive mejor que hace 30 años, sin fascismo ni socialismo.
Creo que entonces el desafío es cómo enriquecemos ese centro que tan claramente nos suguieres.

02 de diciembre

Estimado Hernán. Agradezco tus comentarios, aunque tal vez no me interpretan del todo. En el escenario que vivimos en este minuto preciso creí necesario indicar el abismo en que estuvimos, del que creo que vamos saliendo, no del todo pero parece ser la tendencia. Ambos extremos ganaron por razones históricas muy concretas y válidas, mostrando caminos posibles para grandes sectores cuyos representantes tradicionales más al centro quedaron sin discurso y sin propuestas. Es el hundimiento del centro político, reconocido como un dato relevante del escenario chileno. Quise destacar lo positivo de la moderación posterior al abismo surgido la noche del resultado de la primera vuelta en que ganó por un pelo la extrema derecha. La diferencia sustantiva con lo que planteas es que para ti, parece, las políticas extremas desaparecieron del mapa para siempre, y te alegras por ello. Yo no creo en ese tipo de postulados que miran la historia como un escenario plano y homogéneo, sin considerar circunstancias, episodios, coyunturas, etapas, fases de la lucha social, maniobras tácticas y grandes estrategias. Creo que hay momentos en que se justifican posiciones extremas, ahora y siempre. La historia es así y siempre lo ha sido así. Tu postulado creo que a cualquier sector político le ata las manos, además de una manera imposible, porque luchar por los derechos a veces exige llegar a posiciones extremas. No para quedarse en ellas por supuesto, pero sí para avanzar rompiendo cercos y fronteras.

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