El nueve de octubre del año pasado, Sebastián Piñera en conversación con Mega señalaba que «Argentina y Paraguay, (están) en recesión; México y Brasil, estancados; Bolivia y Perú, con una crisis política muy grande; Colombia, con un resurgimiento de las FARC y las guerrillas» y agregaba «En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile, es un verdadero oasis, con una democracia estable, el país está creciendo…” Nueve días más tarde de estas declaraciones, nuestro país viviría el Estallido Social más grande del que se tenga memoria.
La crítica literaria Patricia Espinosa realizó hace algunas semanas un llamado a volver a leerlo todo y es un ejercicio interesante, ya que es posible hallar ciertos modelos, tintes y tonos dramáticos en la narrativa, en el arte, que podrían explicar cómo es que en nueve días Chile se transformó de ese oasis tan útil al modelo económico en este pueblo empoderado y digno, divorciado permanente del oficialismo y de las elites.No es función del arte ni de la literatura explicar los complejos procesos sociales, pero si una ficción puede ayudarnos a entenderlos, es que algo está funcionando mejor que antes: nuestro asombro y sentido crítico también despertó
Una referencia casi natural es recurrir a las distopías. La distopía es un género de ciencia ficción que es una suerte de sociedad alternativa indeseable; una pudiera pensarlo en contraposición a las utopías que son esas sociedades perfectas donde todo está resuelto. En las distopías hay cuestiones negativas que se exacerban, que son indeseables y que muchas veces son extrapolaciones de las sociedades actuales que son problemáticas.
La que es considerada la gran distopía es “1984” de George Orwell, escrita a mediados del siglo XX ubicada temporalmente en 1984, nos habla de una sociedad que está dividida entre un Partido único que vigila a los ciudadanos y los proles que son estos sujetos gobernados sin pensamiento propio, que están siendo vigilados permanentemente. Hay dos personajes que están intentando salir de esa situación de control y que caen en la trampa de que la resistencia también forma parte del control. Claramente, el miedo aquí tiene que ver con el control de la individualidad, con la presencia de un Estado omnisciente, el estado burocrático del que no se puede escapar, el control de los cuerpos, de lo afectivo. Aparece la figura del Gran Hermano y la figura de la tecnología como parte de una pesadilla de control.
Otra distopía, muy conocida también, es “Un mundo feliz” de Aldous Huxley que fue escrita en 1932 y donde el autor vio venir muchas cuestiones que son parte hoy de nuestra cultura. El mundo feliz parece, irónicamente, ser una utopía porque son todos felices, ya no hay más guerras ni pobres y todo funciona, pero toda esa felicidad tiene su correlato con una serie de sacrificios como la angustia, el dolor, la filosofía, la literatura, es decir todo aquello que genera algún tipo de problemática vital ha desaparecido. Está presente el tema de la tecnología, se reproducen los niños por probeta, hay una droga que se llama “soma” que la toman todos para estar felices, y se puede pensar en toda la industria farmacológica como instrumento de control ciudadano. En la novela el fundador de esta sociedad es Henry Ford y es, claramente, una crítica a las sociedades consumistas. Aparece la cuestión de la felicidad como un imperativo y esa concepción nos interpela bastante en la actualidad.
Farenheit 451 de Ray Bradbury, toma su nombre de la temperatura a la que arde el papel, porque es una sociedad donde están prohibido los libros. El personaje principal llamado Montag y es un bombero que tiene como misión quemar los libros. Es una sociedad en que esa quema de libros tiene que ver con un control de los ciudadanos; los ciudadanos ven una suerte de pantalla de televisión con una programación que los aliena. Existe una suerte de resistencia y lo que hacen memorizar cada uno un libro; un hombre, un libro; una suerte de vuelta a la oralidad y a la rememoración como un medio de transmisión cultural. Este es un texto escrito con mucho lirismo, que tiene que ver con la libertad, el pensamiento.
No es función del arte ni de la literatura explicar los complejos procesos sociales, pero si una ficción puede ayudarnos a entenderlos, es que algo está funcionando mejor que antes: nuestro asombro y sentido crítico también despertó y nos mantienen la mirada atenta frente a un mundo que se derrumba para dar origen a una sociedad nueva.
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