Estamos en la era de la economía digital, la globalización, la inteligencia artificial, la publicidad en línea personalizada, el internet de las cosas, los productos y servicios inteligentes y otra serie de transformaciones tecnológicas. A la vez y más allá de todos los cambios, seguimos fuertemente atados al capitalismo, una forma de producción y distribución de la riqueza dominante y en expansión.
Sería incoherente si este sistema, a pesar de sus contradicciones, vicios y deficiencias, no estuviera también transformándose en profundidad, no sólo para adaptarse a la situación y sobrevivir en medio de la marea de cambios, sino para sacarle el provecho que corresponde a su esencia depredadora y, dentro de lo posible, que nadie lo note, o al menos que el desnudo se demore.
No es el caso; todo cuadra como corresponde. El capitalismo cambia y se adapta, optimizando su función productiva y de acumulación, asumiendo formas más feroces y solapadas, por desgracia cada vez más cerca de nuestra persona, horadando nuestro cerco protector. Lo está haciendo cada día con mayor intensidad, abarcando todos los campos, de manera engañosa y sorprendente, aprovechando los más recónditos secretos y milagros tecnológicos.
En esta etapa busca la riqueza y la acumulación de capital explotando un terreno natural, como siempre, pero hasta hace poco vedado para su tradicional voracidad: nuestra intimidad y privacidad, nuestros pensamientos y acciones, nuestras preferencias y deseos.
Las huellas delicadas e inefables de nuestra vida online, descuidadas al principio, son la marca de nuestro comportamiento en el uso habitual y diario que hacemos de las redes, de internet, de todas los productos y servicios Smart y personalizados. Estos aparecen cada día más hechos a medida, fieles e inteligentes ante nosotros, compradores maravillados de tanta y tan preciosa solicitud de nuestros proveedores. Estamos cada día más sorprendidos y felices de este capitalismo complaciente, especie de nodriza cariñosa y conocedora de nuestro ser íntimo, que nos ofrece justo lo que queremos y adivina milagrosamente lo que necesitamos.
¡Extraño! ¿Como lo hace? Tras las bambalinas del gran teatro del mercado, las tiendas a la vista o internet, las huellas y marcas de nuestra identidad son registradas, memorizadas y analizadas por las grandes empresas de Big Data. Ya las conocemos, no sólo por el servicio que prestan sino también por los escándalos del uso ilícito y fraudulento de la información de que se apropian: Facebook, Google, Apple, Amazon, Microsoft, Uber y otras. Las usamos todos los días para comunicarnos, trabajar y hacer negocios, cuidar de nuestra salud, educar a nuestros hijos, transportarnos en la ciudad o viajar, divertirnos y jugar, operar con el banco, e incluso cada día más, para movernos en la casa y hacer las tareas habituales.
Shoshana Zuboff, economista norteamericana, ha puesto en evidencia los mecanismos y resultados colaterales y de largo alcance de esta situación en su libro “The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power” (2019). Su concepto clave está en lo que llama “excedente del comportamiento” (behavioural surplus), una especie de nueva plusvalía – sin contrato explícito previo entre empresa y trabajador – en que los grandes conglomerados de Big Data capturan los detalles de nuestras vidas privadas que involuntariamente dejamos al actuar en las redes online.
Han creado la metodología para monetizar este output, convirtiéndolo en datos y mercancías de valor predictivo, una verdadera mina de oro en que ahora somos nosotros la materia prima de la economía. Desde su posición dominante y de vanguardia tecnológica, abren un primer camino eficiente para monetizar ese mundo, donde encuentran un material crudo, que transforman en datos, filtrado, clasificado y analizado, creando con ello un nuevo activo comercial de incalculable valor. Esta notable y jugosa invención se ha convertido ya en modelo de negocios, adoptado por millones de empresas, propagándose por todos los ámbitos de la economía en todo el globo. Por cierto, las grandes empresas de Asia también se cuelgan del modelo y crecen del mismo modo. Su soporte es el mismo: la acción diaria de las personas y la tecnología para captar y convertir en activo financiero un elemento residual de su actividad en las redes.
El capitalismo cambia y se adapta, optimizando su función productiva y de acumulación, asumiendo formas más feroces y solapadas, por desgracia cada vez más cerca de nuestra persona, horadando nuestro cerco protector
El otro lado del asunto, el más peligroso y de largo alcance, es que más allá de la simple extracción de nuestras vidas íntimas, busca darles forma, dirigirlas y controlarlas. De ahí el nombre de Capitalismo de Vigilancia que propone Zuboff. Los altos ejecutivos de Google han reconocido hace tiempo – Eric Schmidt en 2009, por ejemplo – que su motor de búsqueda retiene información de sus usuarios. Esta afirmación podría hacer pensar que es la tecnología la que lo hace, pero la verdad es que es el capitalista de vigilancia el que usa la tecnología para emplearla para sus fines y obtener el beneficio para sus accionistas.
Podemos imaginar tecnología digital sin capitalismo de vigilancia, pero no este tipo de capitalismo sin esta tecnología. Tampoco podemos reducir este capitalismo a malas prácticas de algunas compañías ya que su lógica económica, basada en situaciones objetivas, se ha expandido a todos los ámbitos de la economía. Es el nuevo mercado de predicciones humanas, comportamientos humanos futuros, productos de predicción que las grandes de Big Data venden a clientes comerciales y también a grupos políticos o gobiernos que los utilizan para sus fines específicos. Con este modelo el capitalismo se adapta al nuevo hábitat y optimiza su patrón habitual de conducta, capturando materiales que se encuentran originalmente fuera del mercado para atraerlas a su dinámica y convertirlas en commodities.
La autora del estudio compara la situación con la conquista de América. La misma extrañeza y sorpresa de los indígenas ante los conquistadores, sus mecanismos y metodologías sin precedentes, sin capacidad de reconocerlas e identificarlas con algo propio. Nuestra situación sería algo similar, frente a unos gigantes tecnológicos que se presentan y actúan con aparente normalidad, disponiendo de unos medios que nos superan y – descubrimos de a poco – que amenazan nuestra identidad, privacidad y libertad. Compara a Google con Colón. Otros procedimientos, dice, pero nuevamente un salto tecnológico gigante entre dos culturas y civilizaciones, un nuevo poder y la amenaza de dominación. Así como los reyes de España y la Iglesia reclamaron como propio el espacio conquistado y declararon de manera unilateral a su población como esclavos, estos nuevos conquistadores, capitalistas de vigilancia, unilateral y secretamente, a través de herramientas formalmente diseñadas en un lenguaje incomprensible, convierten nuestras experiencias privadas en datos de comportamiento sin ningún impedimento ni autorización. En un movimiento de tal audacia que se compara con las conquistas coloniales, los gigantes tecnológicos declararon unilateralmente que estos recursos previamente no explotados eran suyos y los tomaron, descartando toda objeción.
Es claro que este análisis tiene proyecciones en el ámbito político y aparece de gran interés para el estudio de los procesos erosivos de la democracia y la soberanía individual. La amenaza es evidente. Están surgiendo opiniones y acciones en su defensa no sólo ante casos puntuales de Facebook o Google y el uso abusivo e ilegal de la información que capturan. También en Europa y Norteamérica surgen iniciativas de legislación y regulación de protección ante estas amenazas. Se hace necesario cambiar instituciones y actualizar legislaciones obsoletas o rezagadas. Las nuevas tecnologías, el uso de inteligencia artificial y Big Data, el reconocimiento facial y de patrones, la visión por ordenador y las redes neuronales, campos de investigación activa, constituyen un reto a la necesidad de actualizar nuestras habilidades, conocimientos, y en la elaboración de políticas, legislaciones y normas. Estamos frente a un nuevo poder; se hace necesario poner al día el arsenal de defensa en la lucha por nuestro futuro.
Aunque entre nosotros, en Chile y América Latina, el problema puede a más de alguien parecer lejano, debe tomarse en cuenta la velocidad exponencial de la tecnología y su propagación, la interdependencia y efectos transfronterizos en un mundo globalizado y lo difícil y a veces largo que resulta aprender e incorporar la tecnología, la educación y los hábitos en la población para actuar en defensa de sus intereses.
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José Miguel Arteaga
¿Como enfrentarlo? Lo primero, lo que dice Alfonso: tomar y hacer conciencia. Estudiar todos los aspectos del asunto porque es de gran complejidad. El libro de Zuboff es un gran aporte; mucha investigación, durante 6 años. 700 paginas. Ha provocado un remezón en USA. Bien acogido por algunos medios. Converge con otras investigaciones e iniciativas sobre el problema. Ya no es algo aislado. Ella apunta sobre todo a impregnar a los políticos y tomadores de decisiones para legislar y reglamentar. Desgraciadamente los políticos de USA, es sabido, saben muy poco de tecnología y prestan poca atención al tema. Por otra parte, hay mucho lobby de las gigantes de Big Data para evitar el control. Martin Rees, notable científico inglés, Astrónomo Real, declaró hace poco acerca de los riesgos existenciales – biotecnología e inteligencia artificial especialmente – que era un optimista tecnológico pero un pesimista político. ¿Que queda entonces? Movilizar todas las fuerzas, en todos los medios, todas las edades, sexos, razas, religiones. En todos estos grandes temas de gobernanza y tecnología. Hecho notable: ya en los estudios y foros de algunos centros europeos y americanos sobre riesgos existenciales y gobernanza ya se empieza a hablar con nombre y apellido de «capitalismo» y de las rigideces, sesgos y lobby que imponen los grandes conglomerados a las soluciones a mediano y largo plazo de estos problemas. Y también de vías para enfrentarlos, buscando forma de resolverlos. Animo!
Alfonso Luco
Muy buen retrato de la vigilancia capitalista. Excelente la comparación de Zuboff con la llegada de los españoles a América.
Debemos profundizar y hacer conciencia del fenómeno. Este tema y la manipulación de la información pasan desapercibidos para la mayoría y son básicos para entender el mundo actual.
Abelardo Juan Aguilera Lopez
Mira José M. Primero: gracias por mandarme tu escrito sobre el capitalismo de vigilancia. Segundo: Me asombra y gusta tu pensamiento que sugiere que esto es algo que está creciendo desde el siglo en que nació y que nos enseñó las bases existenciales de lo que te preocupa sobre nuestra libertad. Tercero: Me preocupa y no me gusta pensar que tu planteamiento se está perfeccionando. Esto ya sucedió hace muuuuuuuucho, tanto que no puedo precisarlo cronológimante porque siento, pienso y compruebo a diario que lo que sucede es que se está afirmando (para no usar un adjetivo confuso o discutible) para llegar no sé adonde, excepto a costillas mias y tuyas.
En esta perspectiva de tu escrito y de mi párrafo, me preocupa negativamente la presencia de Patricio Herman en este sistema solidamente computacional. El Jueves 8 de Agosto me junto a almorzar con mis compañeros de los cursos del entonces Instituto Nacional (sistema libre de la computación) y entre ellos debo encontrarme con el Herman. Después nos comunicamos.
Jose Miguel Arteaga
Mira Juan A.: algo crípticos tus comentarios. Igual se agradecen. Que ese amigo tuyo, que no conozco, se cuele en esta conversación, si me lo explicas, excelente! He pensado harto qué podría ser. Lo único que se me ocurre es que, como al parecer se dedica a cosas de ciudades, calles y caminos, alguna relación podría haber de interés cuando hablamos de las huellas digitales que dejamos involuntariamente en nuestras vidas online. Las que el analiza son físicas y evidentes, más allá que toda ciudad tiene mucho de misterio. Las que el Capitalismo de Vigilancia convierte en oro líquido son casi invisibles. Abrazo indiscutible!
Maria gabriela Castillo
Quiero saber si tu padre era de apellido Aguilera Lefort y tu madre Marta Lopez.-
Espero tu respuesta a este correo
Juan Aguilera
Efectivamente ellos fueron mis padres María Gabriela
Lisandro Burgos
Saludos. Claro, es cierto que el mal denominado capitalismo está en expansión. Es un acierto esto que afirma, entre tanto profeta trasnochado y deseoso su derrumbe. Pero no es efectivo que se adapte en una marea de cambios. ¿Por qué pretende, estimado columnista, separar del capitalismo esa marea de cambios a la que alude y que en realidad es fruto del fenómeno mismo? Porque de reconcerle autoría, acabaría refutándose usted mismo. Pero en definitiva, ya lo hizo, con este intento por disimularlo. Usted sabe que lo que afirma no tiene sentido. Así de simple. Es ese capitalismo la fuente de todos los cambios, es la razón por la que usted tiene oportunidad de usar estas herramientas tecnológicas, la computadora y la red electrónica mundial; y del mismo modo, dichas ya las cuestiones relacionadas con las manofacturas; en el campo de las ideofacturas, es por el que tiene esta libertad de expresión. Y todo esto nacido en los ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, el hijo predilecto del capitalismo, su mayor y mejor manifestación. Asúmalo, estimado, el capitalismo es la fuente de los cambios, y son cambios que la gente aprecia. Esto último incluso pese a las falencias, que las hay.
Jose Miguel Arteaga
Respecto de las opiniones del señor Burgos, no solo no tengo inconveniente en reconocer que el fenómeno que analizo, recogiendo los detenidos estudios de la economista norteamericana S. Zuboff, se origina en Silicon Valley, la Meca del capitalismo en los Estados Unidos, donde las más grandes empresas de Big Data tienen su asiento. He afirmado ademas, que el modelo que ellas inventan en “el capitalismo de vigilancia” se expande por todo el mundo con rapidez exponencial, incluyendo algunas economías de Asia, que no son en sentido estricto, puramente capitalistas. El asunto de real interés, sobre el que el señor Burgos no se pronuncia, es el nacimiento, desarrollo y consecuencias – económicas y políticas- de esta nueva forma de capitalismo, que no solo se desarrolla y expande por todo el mundo, sino que a la vez conserva, profundiza y se amalgama con muchas de sus viejas y peores formas de explotación humana y de recursos naturales en todos los rincones donde se sostiene, a veces por cierto con métodos no muy santos. El señor Burgos pasa por alto todo esto, que es la esencia, el ADN del sistema, y le pone el eufemismo, delicado y suave apodo, casi religioso, de “pequeñas falencias”. Un pecado menor, sin duda, del “pobre capitalismo”, tan injustamente vilipendiado! al cual le debemos, parecería, nuestra enorme riqueza y hasta nuestra misma libertad!! Uff! Demasiado señor Burgos!
Hernán Durán
Muy importante tu análisis, nos da cada vez más luces acerca de lo que nos está pasando con este tipo de desarrollo de las nuevas tecnologías. El tema es ¿cómo enfrentarlo?
felicitaciones