La centro izquierda para encarar el futuro todavía no se ha tomado la molestia de intentar aclarar qué le ha pasado y qué le ha llevado hasta donde está. En su seno se intuyen cosas, pero nadie enumera ni sistematiza la naturaleza de los errores, nadie efectúa una autopsia de su propia muerte como Gobierno y como Nueva Mayoría.
Una de las partes más importantes de cualquier proyecto es la evaluación final, en la que se revisan los fallos para acertar en el futuro. Por consiguiente, los partidos adscritos a ese sector deberán dar nuevos bríos a su espíritu crítico para salir, reconociendo expresamente, de la franca crisis en que están y para asumir que los partidos de la centroizquierda necesitan de forma urgente un auténtico debate sobre su presente y su futuro.
Sin ese debate –que debe ser tan profundo y largo- será muy difícil afrontar la complejidad de asuntos y problemas que afectan a la sociedad chilena. En realidad, el debate de ideas es el único camino para evitar la obsolescencia del progresismo criollo, minimizar sus errores y afrontar el desafío neoliberal. Y mientras no se produzca esa reflexión común en cada una de las instancias partidarias que conforman dicho sector, su peso como sujeto político estará minusvalorado por la ciudadanía y su punto de vista global se fraccionará cada vez más, para regocijo de la derecha, en medio de una sensación que irá de la frustración a la desidia.Hasta ahora la dispersión ha primado en la centroizquierda y la falta de diálogo ha impedido reconstruir y articular un espacio político que no solo se limite a fiscalizar al gobierno de Piñera
Los partidos de la centroizquierda, por tanto, tienen ahora la oportunidad de analizar su derrota electoral en forma proactiva, aprovechando este período como una motriz de cambio y apertura para resintonizar con una sociedad que se ha se transformado radicalmente en el último decenio, lo que les permitiría ofrecer un proyecto alternativo a la derecha como opción de gobierno y presentar un relato ilusionante para el siglo XXI. Es una oportunidad de reaprendizaje para ofrecer una opción más conectada con los cambios estructurales requeridos en el país y las subjetividades colectivas de la sociedad, desde una centralidad de desarrollo sustentable que conjugue los vectores de gobernanza y justicia social.
El contexto no es fácil y la urgencia de los tiempos, tampoco. El futuro inmediato es incierto.
Como en todo proceso de diálogo para resolver un problema pueden surgir dificultades en el camino. Pero, lo importante, es estar conscientes de iniciar esa discusión, puesto que no es menos cierto que el país necesita una alternativa de gobierno viable y creíble desde un clivaje progresista que modernice sus propuestas. En esa perspectiva es fundamental que la centroizquierda repotencie sus relaciones con la sociedad civil e inicie un debate intelectual que dé una réplica plausible a los efectos disruptivos de la globalización que le posibilite competir ante la ciudadanía con un proyecto de transformaciones que aúne un respaldo político y social mayoritario en el país.
Hasta ahora la dispersión ha primado en la centroizquierda y la falta de diálogo ha impedido reconstruir y articular un espacio político que no solo se limite a fiscalizar al gobierno de Piñera, sino que se reconfigure como una fuerza política sólida y unida, con una narrativa propia capaz de vertebrar las distintas expresiones en torno a una propuesta común. Ello supone un debate sobre temas fundamentales: sistema de salud y previsional, educación, reforma del Estado, la iniquidad en todos los ámbitos de la vida en sociedad, crecimiento y desarrollo sustentable e inclusivo donde las diversas visiones participen en un diálogo sin vetos y propositivo, sin demandas esencialistas ni morigerantes.
Es indudable que no se puede hablar de oposición en singular. El problema principal está en que las distintas “oposiciones” -el Frente Amplio y los partidos de la ex Nueva Mayoría- siguen moviéndose en la dolorosa oscuridad del enfrentamiento y el veto mutuo. Es por eso que para lograr entendimiento se requiere diálogo, respetando las legítimas diferencias, entendiendo la heterogeneidad de los diversos grupos y partidos como un atributo que no disuelve ni niega la identidad y los intereses de cada uno de ellos.
Insistir en el veto a actuar de consuno entre los diferentes sectores de las “oposiciones”, encarna la negación de lo político y, favorece la aceleración y la normalización de las asimetrías políticas, sociales y económicas del actual modelo de poder. El progresismo, a través de la historia, se ha caracterizado por su pluralidad y por actuar sumando y no restando actores sociales con demandas distintas, que han visualizado que solo en conjunto sus reivindicaciones cobran sustentabilidad en el tiempo. La fragmentación del progresismo en distintos partidos obliga a pactar acuerdos transversales para dibujar un horizonte con mayor equidad y para impulsar una profundización de la democracia en Chile.
De ahí la necesidad de que los partidos de izquierda y de centro reflexionen sobre este déficit de dialogo y avancen en la construcción de entornos de colaboración que permitan resultados que hagan posible un cambio de escenario político en una dirección favorable al cambio social y económico, alternativo con la visión monocular del neoliberalismo de la derecha.
Definir, entonces, con precisión los componentes programáticos que serán los elementos esenciales para alcanzar acuerdos es prioritario. Ello requiere debatir con espíritu crítico sin saltarse etapas, ya que el forzar mucho la convergencia y, obviar los disensos, no se converge más temprano. No ayuda tampoco caer en la obsesión patológica de levantar candidaturas presidenciales en esta etapa, sin antes precisar las referencias políticas. Y, mucho menos, sin una coalición detrás.
El desestimar el basamento programático en el accionar de una coalición de gobierno conlleva, inevitablemente, a dedicar más tiempo a apagar todo tipo de incendios que a cumplir una agenda transformadora comprometida ante la ciudadanía
Comentarios
24 de julio
Muy cierto, es lo que cualquier ente pensante esperaría, agregaría algo más, en la reflexión que sigue esperaría que se reflexione sobre nuestro país, en su ethos, en sus problemáticas y realidades propias, y no se siga intentando imponer ideas que pensó algún europeo mientras degustaba un aromático cafe illy.
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