Hace algunos años vengo escuchando el concepto de “colaboradores” llamando así a los trabajadores que ahora son un equipo, un grupo de amigos que colabora por el bien común. Al denominar colaborador al empleado, al dependiente, al albañil o vendedor, se le da mayor prestancia y espíritu de solidaridad en la relación laboral -por cierto asimétrica entre patrón y empleador- en esa estamos.
Ni hablar de sindicalizarse como colaborador, recuerden que somos todos una familia por una causa común, antes que ser egoístas y reclamar por nuestros derechos laborales debemos ponernos una mano en el corazón y pensarlo seriamente. El patrón, hoy jefe de colaboradores, es una persona preocupada de que sus empleados no se enfermen, que no les falte nada, que sus seres queridos estén bien, ¿cómo no estar agradecidos de este señor?Nuestra era es la del post fordismo, el de la flexibilidad laboral, la desprotección, el trabajo discontinuo y rotativo, con breves contratos y muchas especializaciones
El colaborador tiene una connotación poco inocente, por el contrario considera una noción mucho menos reivindicacional y más colaborativa (vaya la redundancia), en cierta forma humaniza una relación explotadora e injusta, agregándole caridad y ternura a lo que no lo tiene por ninguna parte.
Detrás de este lenguaje opera un verdadero cambio en la forma de presentar a los trabajadores en la empresa moderna y que busca demostrar que no existen diferencias, que no hay subordinados, dependencias y explotación, sólo existe una gran familia-empresa donde todos colaboran y comparten las mismas condiciones, por lo que los jefes son líderes en lugar de jefes y los líderes guían y no mandan[1], menuda diferencia.
A pesar de que hoy se concibe de otra forma a las personas en la empresa, la esencia del trabajador no se ha modificado y en eso no podemos engañarnos. A pesar de los años, hoy ya no vemos la existencia de grandes empresas como en el clásico modelo fordiano de la gran fábrica, con especializaciones bien definidas, tareas, segmentos y divisiones. Nuestra era es la del post fordismo, el de la flexibilidad laboral, la desprotección, el trabajo discontinuo y rotativo, con breves contratos y muchas especializaciones. Este modelo ha sido viable entre otras cosas, por el aumento de las nuevas tecnologías de comunicación. Y por cierto que es un modelo injusto, precarizado, vulnerable, desprovisto. Todo lo contrario a lo que Recabarren imaginó, aunque nunca creo haya pensado que las cosas llegarían a este nivel, tampoco concibió que las personas estaríamos confinadas en nuestras casas sin saber a dónde ir (del punto de vista existencial), y no por la huelga general, sino por una pandemia universal.
Pero el mercado es increíble, sino te da por un lado, te da por otro: “si no puedes salir, no te preocupes, te llevamos los productos a la puerta de tu casa” con los mismos precios y costos (mas envío), generando igual ganancia a la empresa.
Así el gobierno nuevamente se encuentra pellizcando las arcas públicas para creación de bonos asistenciales, pero no pidiendo nada a los privados, el retail, los monopolios, la banca, las AFP. Nuevamente se le echa la mano al bolsillo del Estado para salvar a la sociedad y exculpar a los que tienen de verdad que ponerse. El sector privado no se ha puesto con nada, aún con cuatro mil muertos, en plena cuarentena no trepida en no condonar deudas, en establecer perdonazos en devolver los ahorros propios de pensiones miserables y aún así no para nunca de ganar, aun haciendo de la emergencia sanitaria un negocio redondo.
El colaborador (no es lo mismo que el colaboracionista), se encuentra bajo la noción en la organización de la producción capitalista y es la base para los discursos que ven al trabajador como un «colaborador» o dicho en otra forma, el trabajador como un recurso humano mediante el cual se tratan los problemas de los trabajadores de manera bilateral con compensaciones particulares y no a través de la representación sindical. De esta manera el trabajador no se considera un oprimido, sino por el contario se siente perteneciente a una gran familia y como cualquier hermano de familia numerosa, trata de destacar, de ser el mejor, que lo acepte el patria y el matriarcado juntos, que destaca dentro de sus pares, que es el mejor, el más inteligente, se merece todos los reconocimientos, los permisos y no ser despedido (que Freire tampoco imaginó ni en sueños).
Así, el oprimido sin saberlo, pasa a ser parte del opresor, pero del modelo, no de sus bienes. Y en esta mezcla extraña estamos todos atrapados.
Yo también me veo haciendo cajitas humanitarias y repartiendo miserias y claro, ni siquiera es posible hablar de conciencia de clases por ahora, eso sería lo más desubicado. Hoy me dijo mi vecina: ahora si que no por favor, no se te ocurra apelar a esas cosas en plena pandemia, porque estamos en capilla y esto nada tiene que ver con la lucha social, ni menos el estallido…plop.
[1] Narbona 2010
Comentarios
27 de junio
me recuerdas los «colaboradores» de Uber, como indicas sin ningún beneficio….
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