Cuando estaba en la Universidad, nunca pensé que en treinta años podría vivir un escenario como éste, estar adportas de cambiar la Constitución del 80, con un estallido social sostenido y prolongado, con un gobierno de derecha antipopular y antidemocrático, con feroz represión policial como en la dictadura militar, con miles de inmigrantes por el país buscando una vida mejor, con una pandemia global de un virus sin vacuna y sin cura conocida, con más de la mitad del mundo confinado.
Nadie podía imaginarlo, se desestructuraron todos los soportes, las certezas, los marcos analíticos, los comportamientos, las instituciones. Todo puesto en cuestión, incluso la razón de vivir.
El profesor en aquellos tiempos decía que los seres humanos no actuamos hace muchos años inspirados en la sobrevivencia, que nuestra experiencia civilizatoria nos empujó a odiarnos a destruirnos, al punto de creer que el ser humano es “intrínsicamente” egoísta y que sería absolutamente romántico e ingenuo pensar en la sociedad del bien común. Desde esa visión, ¿sólo nos queda competir, sobrellevar esta predestinación y tener que vivir por siempre en la hostilidad ? ¿Qué sería lo contrario a esto?
El filósofo Marshall Berman en los años ochenta, definía a la modernidad como una unidad en la desunión, una vorágine en perpetua desintegración y pienso ahora que me costaba entenderlo, pues, más allá de las definiciones, había que tener un contexto para eso, y sin duda el actual es el más indicado y ahora sus palabras me hacen sentido.
El autor en forma visionaria define la modernidad en una perspectiva en la que todo cambia, es decir que todo lo sólido se desvanece en el aire, frase de Marx que refiere a que todo lo sagrado es profano y que los seres humanos al fin, se verán forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas. Nada más verdadero para nuestro escenario y me pregunto entonces si estamos experimentando una crisis civilizatoria, algo así como el fin de la historia y el paso a la post historia.
Quizás mi forma de entender el mundo ya no es compartido y de ser así, me interrogo si lo bueno ¿descansaría solo en la caridad?, en que un grupo minoritario de personas en el mundo, digan ya basta de ganar plata, de destruir la naturaleza, de endeudar aún más a las personas. ¡Dejemos eso y seamos solidarios!
Y de creer en la bondad, porqué tendría que descansar en ella si quienes estafan al Estado reciben un perdonazo, si los que tiraron a un joven al río reciben impunidad, si quiénes quemaron un bosque en forma intencionada, no son investigados. Pareciera que es demasiado temprano o definitivamente insuficiente apelar a la conciencia y al buen sentido humano.
Quizás es el fin del egoísmo y la propiedad privada y de ser así, sería el fin del capitalismo, de la sociedad antagónica, el fin de la pobreza, el odio, el racismo, de la destrucción del medio ambiente.
Aunque las lecciones de la historia nos llevan a pensar que la bondad y el bien común, no le llegan como señal a cualquiera, que el lucro, el robo, la explotación no se acaban con las experiencias dolorosas que nos da la vida, ya que parece que a pesar del sufrimiento colectivo, siempre hay quienes creen que no tienen suficiente, que buscan hacer crecer sus inversiones, sus empresas, sus ganancias, ya no como forma de ser plenos y de dar trabajo para vivir con dignidad, sino como forma de enriquecimiento privado, acumulativo, especulador.
Interrogarse por algo tan simple como ser feliz y vivir en una sociedad del bien común, es algo a lo que definitivamente nos acercamos. Y esto por ahora, es lo más parecido al socialismo que soñamos, porque ese socialismo que conocimos tenía sobre todo desarrollado el componente económico y de las relaciones de producción, pero le faltaba considerar las relaciones de género, la protección del medio ambiente, la individualidad como valor creativo. Estamos hablando a nivel estructural y no a nivel de comportamientos particulares y ahí muchos aspectos del individuo que demonizamos, que confundimos con un valor burgués de lo privado, de lo opuesto a lo colectivo y que creímos que había que reeducar, que castigar.
Lo que soñamos, tiende a confundirse con el socialismo comunitario, la economía circular, el cooperativismo, y puede ser todo esto y más, pues no se trata de defender un dogma o un marco teórico en abstracto
Ese socialismo que abrazamos se acabó como “socialismo real” o más bien es justo éste el momento para construir un socialismo ¿progresista?, aunque no necesitamos apellidos, hasta lo que yo sé, hay un solo socialismo, pero hay que ponerle de nuestro calificativo como lo hizo Salvador Allende “a la nuestra”, a la democrática, a la chilena. Y si bien ha corrido mucha agua bajo el puente, el espíritu es el mismo, pero con las lecciones de la historia.
Quizás éste es el eslabón que nos falta para no redescubrir la pólvora, aunque de cierta manera estamos descubriendo la diferencia entre socialismo real y el socialismo que soñamos. Y si bien, no hay otra sociedad ideal, más que la real, de pronto somos los llamados a desarrollar este socialismo alimentado de nuestro proceso como país.
Pero para construirlo con elementos superestructurales: pensiones, salud, educación, vivienda y estructurales: derechos humanos, igualdad, participación social, no violencia, tolerancia, respeto y diversidad, hay que desarrollar su puesta en práctica, su marco analítico y su implementación.
Lo que soñamos, tiende a confundirse con el socialismo comunitario, la economía circular, el cooperativismo, y puede ser todo esto y más, pues no se trata de defender un dogma o un marco teórico en abstracto, se trata de diseñar un socialismo post autoritarismo militar, post democracia tutelada, post liberalismo ultraconservador. Es decir, un socialismo heredero de todos estos lastres, que se hace cargo de ellos y se propone superarlos y no negarlos.
Aunque no podemos dormirnos en los laureles, no podemos dejar que otros escriban la historia a su antojo. Tenemos los principios, las nociones analíticas, la razón de nuestra parte, lo menos que podemos hacer es contribuir al desarrollo de esta sociedad, que no es nueva, ni generación espontánea, ni refundacional, es todo eso también, pero hay que superarla, construirla, pensarla, de la manera más participativa posible y esto es mucho más que citar a una asamblea por las redes sociales…se trata de la conocida frase de construir al “hombre nuevo”, al nuevo ser humano para esta nueva sociedad, con nuevas demandas, nuevas características, nuevas explotaciones. Ese “ser humano nuevo” es al que estamos nosotros convocados a contribuir a desarrollarlo.
Nuevamente retomo a Berman…hoy día, todo parece llevar en su seno su propia contradicción. Vemos que las máquinas, dotadas de la propiedad maravillosa de hacer más fructífero el trabajo humano, provocan el hambre y el agotamiento del trabajador. Las fuentes de riqueza recién descubiertas se convierten, por arte de un extraño maleficio, en fuentes de privaciones. Los triunfos del arte parecen adquiridos al precio de cualidades morales. El dominio del ser humano sobre la naturaleza es cada vez mayor; pero, al mismo tiempo, se convierte en esclavo de otros seres humanos…hasta la pura luz de la ciencia parece no poder brillar más que sobre el fondo tenebroso de la ignorancia. Todos nuestros inventos y progresos parecen dotar de vida intelectual a las fuerzas materiales, mientras que reducen a la vida humana al nivel de una fuerza material bruta”
Por lo tanto una clase de seres humanos nuevos, debe ser capaz de resolver las contradicciones de la modernidad, de superar las presiones aplastantes, los fenómenos sobrenaturales, los abismos personales y sociales, en medio de los cuales estamos obligados a vivir.
Este es nuestro desafío y no lo podemos soslayar.
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abechtold
Siempre existe esa declaración de que hay un mundo perfecto, pero que los malos que nos han gobernado no quieren que lleguemos a ello. Si nos ponemos a coleccionar deseos lindos, y creemos que además tenemos el poder para que todos hagan lo que queremos, claro que suena que es real y posible. Pero después se choca con la realidad, que es que cada uno tiene su propia forma de ver las cosas y que lo lindo para unos no lo es para otros. Entonces viene la tentación del autoritarismo, en que MI visión que considero buena para todos, tengo que aplicarla a todos a la fuerza (porque yo estoy en lo correcto, el resto va a ser feliz con mi visión). Y ahí es donde se caen los socialismos…¿existe un socialismo que se base en la libre disposición de las personas a adherir a el? ¿en donde las personas , felices, entreguen su trabajo a ese «bien común», sin interés propio? en los socialismos utópicos se cree que las personas serán unos entes llenos de virtudes, generosos, conciliadores, etc. O sea, es un sistema que se basa en ilusiones.
El liberalismo parte de esa base, que todos somos distintos y que nadie tiene porque arrogarse la representación de los deseos de otro. Por eso logra que funcione con la menor represión posible, pero debe lidiar con no tratar de cambiar a las personas sino que convivir con las diferencias.
¿que es mas justo/viable? ¿cambiar a las personas para que no hayan conflictos ni intereses particulares, o aceptar las diferencias y que las personas son así nomas?
sl
Aida
Gracias Tere, tus reflexiones me ayudan a repensar a resoñar y sobre todo a conversar, sobre los sueños que tuvimos o tenemos? No lo sé, estoy grande, cansada y desconfiada de la política partidista, pero sigo soñando… estaré dormida?
Tomas Moulian
Teresa, encuentro tus columnas muy buenas e interesantes. ¿Qué deseas que haga con ellas?.
Por desgracia en la situación actual poco se puede hacer. La mejor posibilidad es que las enviemos al diario digital La voz de los que sobran. Yo puedo recomendarte a ese medio, para que las puedan ir publicando. Respóndeme si estas de acuerdo. Perdona la tardanza.
Tomas Moulian
anysur
muy divertida, pero hay algo solido en lo que indica Ud., sus convicciones.