Al leer este título, cualquiera se inclinaría por pensar que se viene una defensa acérrima al Presidente Piñera. La verdad, no es esta la disposición inicial, pero lo que puede que diga quizás le guste a sus simpatizantes (en parte, pues no es a gusto de nadie, ya que todos han propendido a este escenario, de falsa dicotomía).
Mucho se ha hablado en los últimos días sobre la sequía legislativa del gobierno, lo cual no deja de ser verdad (y en esto hay que ser honesto), dado que en más de 3 meses de gestión no han hecho llegar al Poder Legislativo ningún proyecto de ley; pese a que RN y Ossandón se desvivieron tratando de instalar en el escenario público «que las indicaciones y urgencias legislativas, por parte del ejecutivo, sí contaban como proyecto», lo cierto -tal como lo dijo Chahuán, parte de su mismo comité político- es que aún no muestran formalmente ninguna reforma al país.
Y aún cuando la oposición también se haya esmerado -fructíferamente, al parecer- en instalar este tema, luego que el mismo senador se los soplara, esto no está ni cerca de ser un verdadero talón de Aquiles (cuestión que el oficialismo pareciera no entender), pues Piñera no ganó por anunciar grandes reformas, tener un tremendo proyecto país o fuertes medidas a tomar. Si recapitulamos bien, podemos recordar que la(s) razón(es) por la(s) que ganó (al menos esas que más sonaban en la ensordecedora campaña) era para venir a poner «orden», dar «certeza al empresariado» y/o «administrar bien el país».
Por lo mismo, esto nos hace ver que no es coincidencia que su gobierno se haya expresado hasta ahora solamente por la vía de decretos presidenciales (reglamentos, sede administrativa). Su ausencia de la cámara de representantes, y la ley como fuente de la república en sí, sería en parte también el grueso calibre de su gobierno (al menos según lo que mostró en campaña); poner orden, en ese sentido, precisamente era no hacer nada o, como lo diría su buen hermano, juntar gasolina para el buen Mercedes Benz que es nuestro país. Esa misma noción de administrar, por cierto, viene dada de la raigambre empresarial que formó a Piñera (porque, se asuma o no, su primer mandato y lo que va del segundo demuestra que su perfil político deviene constantemente en lo gerencial).
Ahora bien, no todo es miel sobre hojuelas para nuestro (no tan) querido oficialismo, no después de que la bolsa anunciara una de sus peores cierres luego de 5 años. La contradicción y/o dicotomía sustancial de esta no-gestión legislativa radica, fundamentalmente, en que ella se basa en un error: no tenemos realmente un Mercedes Benz, estamos sujetos a la especulación internacional y, por cierto, toda esa amalgama de críticas económicas que le hicieron a Bachelet (donde, supuestamente, sus reformas y gestiones eran las gestoras del bajo crecimiento, pese a que la ciencia económica nos demostrara que no influían más allá de un 20%, a contrario sensu del panorama internacional, el cual la ex Presidenta siempre señaló -específicamente la situación de China- como la responsable de nuestras finanzas) eran mera posverdad y manipulación de masas.
Las mentiras del poder no caen por la fuerza del viento (pese a que el caos interno de ChileVamos pudiera colaborar), sino por la organización social y política
Ante nuestros ojos ha estado la mentira originaria de este gobierno (la cual también debiera ser su razón de sepultura), pero, al parecer, siempre sigue siendo retóricamente más fácil quedarse en las meras formas y no acudir al fondo del asunto.
Esperemos, por una cuestión de dignidad país, que tarde o temprano (ojalá lo segundo) la oposición abra los ojos, deje de lado su desesperación y apunte bien los dardos (si es que quiere salir de la vergüenza que es ahora, tal como ChileVamos abandonó esos fatídicos días del 2013). Sería iluso (o bastante moralista, la verdad) confiar en que «todo va a caer por su propio peso», y que la gente se dará cuenta al final de este gobierno que de verdad no se creció económicamente como decían, o que es bastante curioso que un Presidente afín a la figura gestora y responsable de este escenario internacional-desencadenante de la baja (Trump, al cual Piñera le ha sido excesivamente condescendiente) llegue a quejarse de ello; las mentiras del poder no caen por la fuerza del viento (pese a que el caos interno de ChileVamos pudiera colaborar), sino por la organización social y política.
Lo último refiere a un tema no menos importante, como lo es la ambigua y terca relación entre los bloques del Frente Amplio y Fuerza de Mayoría (viceversa), cuestión no menos preocupante estando las elecciones de gobernador a la vuelta de la esquina. Sin embargo, por lo menos por ahora, y en cuanto refiere a esta columna, lo importante es hacer notar que las piezas se han jugado sustancialmente mal, o que no se ha pensado asertivamente (probablemente, como ya dije, después lo más óptimo sería explicar la razón del por qué no se ha hecho, es decir, el desorden opositor, que Chahuán también señaló dentro de los audios filtrados hace unas semanas).
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