El Gobierno en la implementación de la reforma ha sido incapaz de transmitir que el copago, la selección y el lucro, transforman a la escuela en un club. En un club que, en algunos casos, de público sólo tiene el financiamiento y las regalías tributarias. El Gobierno tampoco ha logrado sintonizar con muchos padres y la experiencia de que éstos hayan sido rechazados mediante diversos expedientes que van desde una cuota mensual a la libreta de matrimonio, pasando por pruebas psicológicas y/o académicas.
En lugar de eso, muchas veces se ha hostilizado a los padres que escogen la educación particular subvencionada, ya que estos lo harían por arribismo, por los nombres en inglés y las insignias multicolores. Argumento odioso, cuando la crítica viene de quienes educan a sus hijos en colegios privados y que suponemos creen escoger por motivos mucho más trascendentes.Suponemos que la sociedad chilena en algún tiempo pretérito y feliz, entendía que la educación era un modo de caminar juntos hacia una mejor vida colectiva e individual, y no un simple modo de salvarse del oprobioso destino que espera a quienes no obtienen esta clase de credenciales educativas.
Desde la oposición, por otra parte, se dice valorar la libertad de elección de los padres y la heterogeneidad de proyectos educativos. Sin embargo, se deja la diversidad de estudiantes, en particular de aquellos menos aventajados, a los “establecimientos que se acomoden mejor a las necesidades de su hijo”. Como si hubiera razones pedagógicas o proyecto educativo que permitiera excluir y rechazar a ciertos tipos de estudiantes.
Siguiendo el argumento de la derecha, e inclusive suponiendo que uno valorara la elección de los padres (school choice) como un valor a salvaguardar -cosa que no defiendo, ni se observa en la mayoría de los países que miramos como ejemplo-, estaríamos en una situación mejor a la existente, ya que actualmente muchos de los establecimientos que son financiados total o parcialmente por todos nosotros, se reservan el derecho de admisión.
En este contexto, los colegios ya no parecen estar tomados por los estudiantes o sus gremios, sino por sus dueños y administradores, quienes devenidos en accionistas, emprendedores y rentistas de la educación, previsiblemente nos dicen que los problemas se solucionan con plata y más plata. Subir el monto asignado a la ley SEP (Subvención Escolar Preferencial) y flexibilizar la rendición de cuentas, sería una de las últimas soluciones propuestas. Así también poner el foco en la calidad testeada mediante pruebas estandarizadas, como si la democracia se pudiera experimentar y aprender en un gueto, y a la escuela se fuera sólo a aprender contenidos (“y si aún quedan energías, para eso está el deporte”).
Suponemos que la sociedad chilena en algún tiempo pretérito y feliz, entendía que la educación era un modo de caminar juntos hacia una mejor vida colectiva e individual, y no un simple modo de salvarse del oprobioso destino que espera a quienes no obtienen esta clase de credenciales educativas. Mientras tanto, los padres, como es previsible, escogen y esperan lo mejor para sus hijos.
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