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Enseñar Historia

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El año 2020, y bajo las dificultades que trajo la contingencia, se implementó en tercero y cuarto medio un nuevo currículum, un cambio radical en cuanto al surgimiento de nuevas asignaturas orientadas a la profundización, transversalidad, flexibilidad y el desarrollo de habilidades propias del siglo XXI.

El eje que orienta estos cambios está en el estudiante. El profesor pasa a ser un guía y promotor de la acción de los alumnos y alumnas. En ese marco, las instancias evaluativas y los procesos de aprendizaje se traducen en preguntas y en la búsqueda de respuestas que se centran en las inquietudes y la curiosidad de los jóvenes (demás está decir que lo anterior hace imperativo que el Profesor pueda despertar en el alumno la necesidad de hacerse preguntas y buscar soluciones a temas introducidos con suma dedicación y compromiso por el adulto).

En el ámbito de la Historia, suele decirse que disminuyó su presencia en el Curriculum ya que en tercero y cuarto medio este ramo es reemplazado por Educación Ciudadana, obligatoria para todos los estudiantes, y por distintas asignaturas de profundización que quedan a elección de los alumnos y alumnas. Creo, sin embargo, que más allá de los temas gremiales respecto de la precariedad del docente, este nuevo Curriculum incorpora nuevas posibilidades en el ámbito de la didáctica de la Historia y su rol central dentro del desarrollo de los estudiantes, futuros seres humanos y ciudadanos en un mundo donde la vida en común, la vida pública, muestra nuevos bríos.

Estas posibilidades que entrega el nuevo curriculum se centran en la nueva forma de entender los procesos de aprendizaje, la antigua (y hace tiempo obsoleta) tendencia en el conocimiento de contenidos está dando paso al desarrollo de habilidades, al Hacer.

Es en este punto donde se centra la reflexión que pretendo promover. ¿Cómo entendemos el hacer en el ámbito de las humanidades y, en especial en la Historia? Buscar respuesta a esta pregunta es clave para poder aprovechar las posibilidades que se abren en tercero y cuarto medio.

Tanto en la asignatura de Historia, desde quinto básico al menos hasta segundo medio, como las asignaturas del ámbito de la Historia en la formación diferenciada, el hacer en el que se centra el curriculum es un hacer que proviene de las ciencias. Este hacer reduce la “acción” del estudiante a la reproducción de los supuestos historiográficos que, desde el siglo XIX, han comprendido la Historia como un encadenamiento de hechos que, ya sean causa o consecuencia, instan al estudiante a buscar nuevos encadenamientos basándose, en el mejor de los casos, en un trabajo de investigación cuyo alcance está determinado por el grosor de la bibliografía y/o trabajos en terreno (encuestas, entrevistas, etc).

Así es como la Historia se ha enseñado desde el siglo pasado, cuando el método científico, proveniente de la observación de la naturaleza, intentó dar explicaciones a la impredecible realidad histórica.

Por otro lado, el “hacer” que está presente en algunas de las propuestas didácticas de “Educación Ciudadana” se vincula con otra forma de entender la Historia que creo más adecuada para la formación de seres humanos a los que se debe la educación. El “Aprendizaje en base a proyectos”, el “Aprendizaje en base a controversias” y otras propuestas para el trabajo en la nueva asignatura son ejemplos donde la acción concertada de los estudiantes (ya sea en la discusión o en la elaboración de un proyecto) se pone al servicio de la comprensión de fenómenos de la contingencia. Precisamente, la tarea del profesor en este “hacer” es situar a los estudiantes en la contingencia, proponiendo problemas o situaciones desafiantes, las que deben ser transmitidas con la pasión propia de quien también se siente interpelado por el problema.

En estas nuevas asignaturas, la actividad del estudiante está dirigida a que pueda expresar su opinión frente a la realidad y, más importante aún, que intente transformarla.

Es justamente a partir de lo anterior que creo importante considerar otra forma de entender el “hacer” en Historia. En “La Condición Humana” la pensadora alemana Hannah Arendt denunciaba con preocupación la aplicación de principios científicos en el área de los asuntos humanos y sus implicancias en el devenir de la humanidad. Tal preocupación se basaba justamente en que comprender la Historia no se puede lograr a partir de la aplicación de razonamientos propios del método científico. El “hacer científico” con el que comprendemos la Historia, es terreno fértil para reducir el devenir histórico a leyes ¿Qué tipo de ciudadanos y de seres humanos podrían resultar de adolescentes que son educados en las “las leyes o las fuerzas de la Historia”?

La realidad histórica es un fenómeno que solo puede ser explicado una vez que ya fue objetivado e incorporado a las grandes corrientes económicas, sociales, culturales o políticas. Sin embargo, si queremos comprender a los seres humanos que “hacen” la Historia, debemos buscar las formas de acceder a las experiencias de hombres y mujeres que vivieron en la contingencia. El “hacer” en la Historia abandona así las explicaciones y se pone al servicio del aprehender el “mundo” que fue construido por los seres humanos a través del tiempo.

Hoy, como nunca, la enseñanza de las Humanidades está siendo interpelada por la contingencia. Como país nos enfrentamos al desafió de construir un nuevo pacto social, cuya principal garantía de éxito descansa en las virtudes políticas de toda la ciudadanía

Creo que este hacer (que no excluye el uso de procedimientos propios de las Ciencias Sociales, sino que los transforma en herramientas), si bien está presente en Educación Ciudadana, no está presente en la enseñanza de la Historia. ¿Cómo incorporar este “hacer” a la enseñanza de la Historia? Una propuesta interesante a este respecto se encuentra en el curriculum de Historia que se propone en la Pedagogía Waldorf (pedagogía basada en la Antroposofía, centrada en las ideas de Rudolf Steiner pensador alemán de principios del siglo XX)

De acuerdo con la mirada pedagógica Waldorf, la enseñanza de la Historia se centra en el actuar del ser humano y el deber del profesor parte por situar al estudiante frente a experiencias donde el ser humano se enfrenta a la contingencia, con el objetivo de comprender su actuar (los impulsos que orientan su acción) y de poder proyectar nuestra propia voluntad y acción en las “experiencias” del futuro. En este sentido, estudiar historia es estudiar al ser humano.

El camino para la comprensión de la Historia comienza con despertar la imaginación de los estudiantes que comienzan a conocer la historia. En base a relatos, descripciones y el acabado conocimiento del Profesor, los estudiantes podrán hacerse una imagen del fenómeno contingente y, a partir de allí, valorar la acción del ser humano (y de los seres humanos). El “hacer” en este caso, puede traducirse en el trabajo manual, en personificaciones, y todo aquel trabajo que logre mostrar al ser humano y su actuar en determinado momento histórico.

Siguiendo con la propuesta pedagógica Waldorf, el “hacer” en Historia no siempre es el mismo, a medida que los alumnos crecen el “hacer” en Historia cambia, es así como a partir de séptimo básico debemos lograr que los alumnos comprendan como “funciona” el mundo a través de la investigación respecto de aquellos procesos desarrollados por el hombre que han significado la “creación del mundo”. Elaborar mecanismos como los elaborados por los hombres de la Revolución Industrial, reconocer los procesos de producción e intercambio en el ámbito económico o analizar el funcionamiento de instituciones políticas son propuestas que nos entrega el curriculum Waldorf que podrían ser tomadas como referencia.

Finalmente, en los últimos años de la educación secundaria, el “hacer” que propone esta pedagogía converge, a mi juicio, con el sentido del “hacer” presente en “Educación Ciudadana”; comprender los aspectos internos que dan origen al actuar humano en un determinado hecho histórico para, a partir de allí, lograr que los alumnos “pongan su interioridad en el mundo”.

En síntesis, la orientación del curriculum de Educación Ciudadana como la forma de comprender y enseñar la historia presente en la Pedagogía Waldorf, apuntan a una misma meta; formar seres humanos y ciudadanos preparador para comprender la realidad y para actuar en la consciencia de que cada ser humano es un agente transformador del mundo.

Hoy, como nunca, la enseñanza de las Humanidades está siendo interpelada por la contingencia. Como país nos enfrentamos al desafió de construir un nuevo pacto social, cuya principal garantía de éxito descansa en las virtudes políticas de toda la ciudadanía. La invitación de esta reflexión no es dictar cátedra ni entregar propuestas escritas en piedra. Lo que urge es que los adultos (especialmente los docentes) comiencen a repensar la formación, principios y valores que queremos cultivar en Chile para poder cosechar un futuro democrático, libre y más justo.

 

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