Las miradas de los manifestantes en Plaza Italia no miran. Los jóvenes en Plaza Italia contemplan, mientras corren a desafiar a militares y carabineros. Contemplan un horizonte que yo no veo, una complicidad que no me alcanza a invitar.
Los jóvenes de Plaza Italia no tienen miedo, desafían y provocan. Creo que los entiendo, ciertamente padezco las consecuencias de su osadía. A momentos debo correr junto a ellos pero con el cuello enterrado entre los hombros.
Escapo y por las calles que paso aparecen grupos de jóvenes. Lumpen moreno, pero también rubio de ojos claros, con brillo en sus ojos y una sonrisa de comercial. Agitados y contentos, comentando la gesta contra los agentes del Estado. Camaradería entre lumpen popular y burguesía nihilista quizás, la lucha violenta contra el orden los une.Ya es tiempo de los adultos; padres, profesores, gobierno, legisladores, trabajadores, comencemos a actuar de tal forma que quienes nos observan nos tomen como ejemplo
Los une también una figura, que en sí encarna la violencia, la rebeldía y la marginalidad; el Perro Matapacos. El perro que mostraba los dientes a la policía, el perro que solo se aguachaba al lado del capucha, el perro que era un quiltro que no debía satisfacer expectativas de ningún adiestrador. Un animal sin temor a la mano del hombre. Un símbolo de que el miedo se acabó. Le rogamos al perro matapacos que nos permita enfrentarnos a la autoridad, con rabia.
La autoridad del miedo en que se cimentó mi obediencia y disciplina ya no está, al menos no en los jóvenes en Plaza Italia.
Cuando Nicolás Maquiavello dijo que es mejor ser temido que amado tenía razón, pero hoy día el costo de engendrar temor sería una masacre (aunque no sería la primera vez). Habrá que empezar a hablar de respeto, habrá que empezar a inspirar respeto, habrá que ser fuentes de crecimiento para quienes nos escuchan; hijos, alumnos, ciudadanos. Habrá que ganarse el la autoridad, habrá que trabajar para ser escuchados.
Ya es tiempo de los adultos; padres, profesores, gobierno, legisladores, trabajadores, comencemos a actuar de tal forma que quienes nos observan nos tomen como ejemplo. Chile puede replicar el destino que conjuró Diego Portales y reinstalar el miedo que por décadas nos paraliza, o por primera vez, ser verdadera autoridad. Es este el primer paso para lograr la Soberanía Popular
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