Las instituciones educativas en Chile en peligro de repitencia

Después de casi dos años en cuarentenas a causa de la pandemia, donde abundaban los discursos referidos a que Chile cambio, que existe una nueva normalidad y que la pandemia nos invitaba a una manera diferente de enfrentar la realidad, así como relacionarnos con los demás. En educación, el foco estuvo puesto en establecer protocolos de retorno seguro a clases presenciales. Sin embargo, a tres meses de presencialidad total se está haciendo evidente el peso de la vuelta a clases en estudiantes y profesores.

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¿La vuelta a clases es solo una cuestión de regulación de contenidos o habría que abordar otros aspectos que también impactan lo académico, como, por ejemplo, el aspecto socioemocional?

El sistema no aguantaba más, los desafíos que significó enseñar virtualmente a los niños evidenció las precarias condiciones en tecnología con las que se cuenta en la mayoría de los colegios, la dificultad y acceso de los estudiantes a la misma y la poca preparación de los profesores en el uso de TIC’s, agreguemos el hecho que muchos padres vivieron en primera persona y en medio de sus actividades laborales la compleja tarea que tienen los profesores al momento de enseñar y en algunos casos llegando a la desesperación. El retorno se hacía urgente.

Al inicio del año escolar las escuelas, liceos y universidades todos tomaron como axioma las palabras del ministro de educación saliente y el ministro entrante: “las escuelas serán las últimas en cerrar y las primeras en abrir”, proclamado en enero, febrero y cada vez que eran consultados. Pero, alguna de las instituciones realmente pensó en cómo sería la condición de los estudiantes que recibirían después de la pandemia y como se debía hacer frente a las nuevas problemáticas de estudiantes, docentes o profesores que volverían al trabajo, ¿Se podrían aplicar planes y programas como si nada hubiera ocurrido? ¿La vuelta a clases es solo una cuestión de regulación de contenidos o habría que abordar otros aspectos que también impactan lo académico, como, por ejemplo, el aspecto socioemocional?

Si bien mientras se estaba en pandemia, el Ministerio de Educación pensó en planes de focalización de contenidos, diferentes alternativas que permitieran a los estudiantes poder acceder a las clases virtuales e incluso planes de retorno seguro, todo se hallaba focalizado en lo instruccional con una pincelada, al menos desde el lenguaje, en lo emocional y como no, en la distancia física para evitar los contagios, un poco de alcohol gel en cada acceso y mascarillas.

Hoy en día la evidencia muestra que la reducción en horas de las clases, la realización de pruebas grupales o las preguntas del profesor orientadas a saber cómo estaban sus estudiantes antes de iniciar la clase en Zoom, entre otras estrategias que se aplicaron fueron importantes, pero insuficientes. Si bien hicieron pasable el encierro, no resolvió nada, solo lo contuvo.

El motivo parece ser evidente, una investigación del CJE y el Mineduc puntualiza: “[…] que el estado socioemocional de los estudiantes presenta niveles preocupantes de sintomatologías depresiva, sentimientos de aburrimiento, ansiedad, frustración y molestia, en contraste con un porcentaje menor que se considera feliz”, lo anterior sin considerar que un grupo importante de niños en pandemia han sufrido diferentes tipos de violencia y que según el Mineduc 2021 “el 7,1% de los estudiantes tuvo una participación nula, es decir no formaron parte de ninguna instancia educativa, mientras que el 17,3% tuvo un grado bajo de participación”.

El resultado, a un trimestre de iniciado el año escolar los estudiantes reclaman con justa razón por la exigencia académica, por los escasos espacios de esparcimiento y el nulo diagnostico respecto a lo emocional que les pudo significar salir en el año 2019 y volver el 2022 como si se tratara de un fin de semana largo.

Lo increíble de esta situación es que quienes deberían haber planificado un retorno no solo gradual, sino que involucre también lo socioemocional y que según el CJE puntualiza la necesidad de “generar estrategias de prevención y tratamiento de las dificultades emocionales y conductuales, que considere la relación que hay entre las condiciones de salud mental los adultos y sus hijos”, parecen ausentes y solo preocupados de cumplir con la consigna.

¿Porque no iniciar el año escolar con actividades deportivas, culturales, de convivencia?, tal vez era el momento de haber aplicado el espíritu original con el que se impulsó la jornada escolar completa, es decir, talleres dirigidos o autodirigidos después del horario de clases, con la presencia de un profesor que actué como guía durante el desarrollo de las actividades, considerar en parte la salud mental de los profesores, ¿Se pensó en las condiciones de su regreso ?, ¿Su salud mental no afecta también la calidad del docente que tienen los estudiantes?. Los profesores en los colegios y universidades salieron en marzo del 2020 y volvieron el 2022 como si solo hubieran sido unas largas vacaciones y no falto el que dejo deslizar que los profesores estaban descansando en sus casas.

En fin, después de todo este rebote y de la evidencia a poco menos de dos meses del término del primer semestre, las instituciones se han abierto a la posibilidad de hacer pausas activas, realizar evaluaciones hibridas y considerar los aspectos socioemocionales, pero ¿estarán apuntando al foco del problema? o la mirada más bien está puesta en liberar presión al sistema para evitar paros, tomas entre otras problemáticas conocidas que afecten las estadísticas de rendimiento y asistencia a clases.  ¿Será que en realidad nada ha cambiado? y las instituciones educativas están reprobando y con justa razón como reclaman los estudiantes, virtual o presencial la educación sigue siendo un objeto comercial.