Estimado decano Fernando Carrasco
Facultad de Artes, Universidad de Chile,
Buen día.
Quiero comentar un asunto de detalle –sin embargo trascendental como todos los buenos detalles-, a propósito de la actual Biblioteca de Artes situada en al campus Las Encinas de la Universidad de Chile.
Por motivos de índole filosófica –una jornada sobre Nietzsche-, me encontré el miércoles pasado en Juan Gómez Millas. Como había por allí una pausa, me fui a Artes por un conjunto de motivos…
Entonces me encontré frente a la biblioteca remodelada de Artes. Mucho me alegraron las obras de remodelación y mucho me sorprendí al no divisar, por parte alguna, la placa que señala el nombre propio de esta biblioteca –y que estaba en su lugar en la biblioteca “antigua”.
Procedí entonces a entrar con mis dudas a cuestas. Me atendió una amable y suave señora bibliotecaria a quien consulté por la placa con la leyenda que indicaba el nombre del decano antecesor suyo: Prof. Luis Oyarzún Peña. Me respondió que sí; que no estaba; que no había ya ninguna en la puerta de entrada. Me pareció conveniente resaltarle lo que, a mi juicio, es una ausencia lamentable: un ex-decano Luis Oyarzún pasado al olvido, no solamente de sus colegas filósofos (como sucede con todos nosotros colegas en este “género de la literatura fantástica”, como la nombra el gran Borges), sino de la Facultad que dirigió por varios años.(y de la cual fue un notable pensador).
Estaba yo reclamando la ausencia de la placa y letrero del nombre propio de la Biblioteca de Artes de la Universidad de Chile, cuando ella, la señora bibliotecaria, desparece rauda y reaparece un momento después con…, un señor auxiliar con un bulto oscuro y oscurecido en brazos, y me dice:
-Un momento, por favor. La vamos a desempolvar…
Así lo hicieron, con un paño, ante mí, en una operación tan práctica como arquetípica. Allí estaba, ciertamente recuperada del fondo olvidado y sucio de una bodega de “su” biblioteca, el nombre de esa autoridad transitoria (como todas las humanas) grabado sobre duro metal.
¿Cómo es esto? Nuestra Universidad de Chile olvidando olímpicamente su historia ante mis ojos… ¿Cómo defendemos a las Universidades del Estado de Chile, sus ilustres “casas de estudios superiores”, si ellas se olvidan de sí mismas con esta facilidad –y entonces debe pasar un transeúnte desocupado accidentalmente para des/cubrir esta ausencia de memoria? ¿Memoria que, por otro lado, anunciamos a los cuatro costados, en este agosto y septiembre de 2023, a propósito de esos “50 años del golpe”?
Al principio, esta señora bibliotecaria parece que pensó que yo era un alborotador, un provocador, pues estaba asaz a la defensiva al escuchar mis primeras palabras de reclamo por la famosa placa metálica con el nombre oficial de la Biblioteca de la Facultad de Artes.
Yo pertenezco al mundo filosófico chileno. Tal vez “pertenecer” es decir demasiado: lo rozo (o él me roza). Pero un profesor en filosofía mío muy relevante fue otro Oyarzún. Pablo. ¿Habremos de experimentar también, un día del porvenir, la desaparición de las chilenas memorias filosóficas absolutas de este otro Oyarzún?
Imaginemos que, de pronto, a alguien se le ocurre festejar que este Pablo Oyarzún Robles haya sido el “cerebro” (o algo así) del Plan Bicentenario que le ha cambiado casi completamente el rostro arquitectónico (no sé si académico, o… humano) al campus Juan Gómez Millas.
Pues nada sacamos desde ya con instalar una nueva placa o incluso un monolito –una marca-huella de este nuevo Oyarzún. Ella finalizaría sufriendo, a lo más, las oscilaciones de la huella-trace de un Derrida (presencia de una ausencia, dice ese verso oscilante), lo que en “chileno” vendría a decir simplemente que nadie se recordaría quién es este fantasma de persona en medio de un campus con los murales políticos, esos sí invictos, de cada nueva generación de justicieros del mundo y de la realidad.
Hice unas fotografías de la placa resurrecta de nuestro recordado Luis Oyarzún. Las adjunto a esta carta para su placer o llanto, estimado decano Carrasco. Pero, medito: ¿a dónde llegará este mi “reclamo” ante las autoridades de la gran Universidad de Chile? Pues, seamos pragmáticos: o se la leerá con “segundas intenciones”, o se la considerará un medio semi-subrepticio de conseguir que alguien sepa de mi persona (y me consiga unas horitas en alguna Facultad de la “casa de Bello”), o nadie le dará siquiera una lectura en serio…
Y esta carta será como otra “placa de duro metal conmemorativo”. Mejor. Esperemos siempre lo mejor: es leída y alguien manda a averiguar por la placa. Luego, al ritmo de la venerable burocracia “de la Chile”, solicita que alguien la reinstale en la puerta, en el dintel, de la biblioteca remodelada (adjunto una fotografía de ese dintel; así que sugiero altiro donde reinstalarla).
En 2012 publiqué “Filósofos chilenos y el Bicentenario”. No voy a pedir que alguien lo recuerde (pero: ¿no estamos en tiempos de urgencias de la memoria nacional?). Lo que quiero decir es que allí escribe el, en cierto sentido, insigne (para mí) Humberto Giannini. Pues, unos estudiantes de posgrado de la Facultad de Filosofía -que conmemoraban a Nietzsche ese mismo día, y con los cuales compartí el resto de la jornada-, no sabían quién había sido Humberto…
No. Había, recordaron, un compañero (tal vez angustiado en exceso, o simplemente un poco despistado), que una vez les había mencionado ese nombre y que quería estudiarlo, les dijo como al pasar.
Así pues, concluyo. Estimado decano Carrasco: por favor considere todo lo anterior un ejercicio talvez retórico. Pero, ojalá, la próxima vez esté el nombre de su antecesor en el cargo –aquel que se sentó quizá en el mismo sillón donde usted mismo está sentado ahora mismo leyendo esta súplica.
Por la Universidad de Chile. Por (alguna vez) una verdadera memoria. Por la cultura de este país. En fin, por estas sensibilidades ante lo bello, lo bueno y lo cierto –como habría terminado su misiva un Platón, ese sí nunca olvidado…
Saludos,
Fernando Viveros Collyer, exestudiante de magister en filosofía (2012-2015), Universidad de Chile
Comentarios
16 de agosto
Sì. La placa està asì de oscura. Hasta esa mañana de la
semana pasada, estaba, ademàs, recubierta por una
«gruesa capa de olvido» –en el mismo fondo de una bodega
(para escribir completo este arquetipo de cierto
«realismo màgico invertido» chileno).
Un ex decano de la Universidad y «su» biblioteca separados
en el acto del arquetipo de la (des)memoria chilensis (que forma
parte de «el tipo-el espìritu-el estilo» del «ser chileno de la cultura»
–y en una comparaciòn, nada inocente, con tanta MEMORIA que
nos promulgan alrededor estos dos meses de agosto
y septiembre….
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