Uno de los principales problemas que observo en el desarrollo del discurso presidencial, tiene relación con el vacío que tienen sus palabras. Palabras que no encuentran eco y que no resuenan entre la población. La única reacción final es una invitación a las risas sarcásticas como si el presidente supiera o entendiera algo de los que actualmente viven las personas en el país.
Un ejemplo claro de esto es cuando menciona: «nos azota una pandemia devastadora, que ha causado dolor, muerte, pérdida de libertades… hemos enfrentado una recesión económica sin precedentes y que ha significado carencias, privaciones, destrucción de muchos empleos, de muchas pymes, de muchos proyectos y sueños de vida». Sin embargo, y en paralelo, a él sólo le aumentaba la fortuna.
Uno de los principales problemas que observo en el desarrollo del discurso presidencial, tiene relación con el vacío que tienen sus palabras. Palabras que no encuentran eco y que no resuenan entre la población.
Posterior a eso, mantiene una postura triunfalista de cómo ha cumplido el «compromiso por trabajar» en pos de la superación de la pobreza (eso suena tan sólo a intención) pero simultáneamente, hay un contexto nacional en donde todavía existen ollas comunes, altísimo porcentaje de desempleo y problemáticas que estaban erradicadas en Chile hasta ahora, como lo es la desnutrición infantil. Además, es importante señalar, que según el informe «Del dicho al hecho» elaborado por Fundación Ciudadanía Inteligente, el presidente sólo ha cumplido un 37% del total de su programa de gobierno. Lo que no tiene nada de alentador.
Con respecto a sus ideas de desarrollo, plantea que es fundamental orientarlo bajo principios de sostenibilidad y respeto por el medio ambiente, mientras que el escenario actual revela que todavía tenemos zonas de sacrificio, comunidades que viven sin agua e importantes acuerdos internacionales precisamente a favor de estos enunciados, que como todos sabemos, no fueron firmados por el presidente.
Dice también, que no es posible gobernar con «falsas promesas, propuestas demagógicas y populismos irresponsables» pero termina declarando que impulsará la ley de matrimonio igualitario (aparentemente, y una vez más, sin preguntarle a nadie) argumentando que cree en esa libertad y en la dignidad de todas las personas, pero en realidad, es casi imposible no darse cuenta cómo utiliza a su favor una lucha reivindicativa como recurso y estrategia desesperada para figurar como el presidente que ¿»lideró»? o ¿luchó?» por el derecho a la ley de matrimonio igualitario, siendo que sólo mantiene intereses asociados sobre dónde sostener y escribir su «legado».
No hay sinceridad en sus palabras. De haber sido realmente importante para él este derecho, hubiera estado al menos contemplado en su programa de gobierno o en última instancia, haber sido una carta a jugar desde el inicio de su mandato y no ahora. Por lo demás, dudo que gays y lesbianas esten muy felices de que sea este presidente, el abanderado del movimiento homosexual.
En definitiva, no encontramos sentido en sus palabras porque no vemos honestidad en ellas. Mi mamá me dijo una vez que su abuela solía decir: «obras son amores y no buenas razones». En este caso, sus intervenciones vienen a maquillar una realidad que Chile no percibe, que las personas no ven. Dejando en evidencia una vez más, la imagen de un presidente con indiscutible falta de liderazgo, incapaz de entregar el ejemplo mediante sus acciones, sino sólo estancado en el discurso.
Comentarios