«Hay un único lugar donde el ayer y el hoy se encuentran y se abrazan. Ese lugar es mañana.” Eduardo Galeano.
Miro las fotos guardadas en mi teléfono. Casi todas son de antes del 16 de marzo de 2020, antes de la pandemia, antes del confinamiento, antes de esta realidad anormal, antes de esta anormalidad con trazas de permanente. Miro las fotos y pienso en quienes no he visto desde entonces, mi madre, mi hijo, mi hija, mi novia, mis hermanos, mis amigos del alma, pienso en los abrazos que me faltan. Me detengo en esta frase; los abrazos que me faltan. Los abrazos que me faltan, dialéctica pura; soledad y compañía, pasado y futuro, ausencia y promesa. Lo que no tengo y lo que daré, lo que me deben y lo que debo. Si fuera economista, ¿cómo resolvería esta contradicción? ¿Y si entro en default y me declaro en quiebra de abrazos? Eso significaría reconocer que ya no tengo abrazos por entregar. Porque ya no me quedan o porque ya di todos los que debía dar. No es el caso, ni por asomo.
Los abrazos que me faltan; soledad y compañía. Soledad de abrazos no recibidos, esperados, añorados. Demasiados días sin recibir un abrazo, demasiados días sin dar un abrazo. Compañía de los abrazos que vendrán “cuando todo esto pase”. Me acompañan todos mis quereres en la idea de los abrazos que daré. En 1988, aún en dictadura, el partido comunista chileno organizó una actividad cultural que, en el fondo, era una manera oculta de celebrar su aniversario, cosa que no habían podido hacer desde 1973. Fue la primera vez que se juntaban desde entonces los que habían estado presos, los que volvían del exilio, los que habían estado clandestinos, los que estaban vivos, los que no habían desaparecido. Y esa alegría dio lugar a una catarsis de muchos abrazos que celebraban el reencuentro. Hoy, la celebración anual del partido comunista se llama, “La fiesta de los abrazos”, recordando aquel encuentro de 1988. Ya he hablado del correlato de la pandemia con la dictadura en otro texto, estamos presos, o clandestinos, algunos desparecerán y no los volveremos a ver.
La nuestra también será una fiesta. Será otra fiesta de los abrazos. Un Woodstock de abrazos. Un gusto de abrazosLos abrazos que me faltan; soledad y compañía. Soledad de abrazos no recibidos, esperados, añorados. Demasiados días sin recibir un abrazo, demasiados días sin dar un abrazo.
Los abrazos que me faltan; soledad y compañía. Entre la soledad y la compañía está la búsqueda. Eso es lo que he hecho muchas veces estos meses, buscar, buscar explicaciones, buscar soluciones, buscar culpables, buscar argumentos, respuestas y certezas. Buscar ideas. En internet, nuestro gran hermano, está la noticia de una niña de 10 años que buscando la forma de abrazar a sus abuelos inventó una doble cortina con entrada para los brazos, los de ella y los de ellos. Pienso que esta niña es como yo y como muchos. Sin los abrazos de quienes amamos nada tiene mucho sentido. Sin abrazar a quienes amamos, tampoco. Porque, sospecho, por ahí está la clave. En la palabra utilizada. Gramaticalmente podemos decir que el verbo es uno (abrazar), pero el sujeto y el complemento cambian. Una dialéctica extraña que surge entre que te abracen y que abraces y que se resuelve en el nosotros, en el colectivo; nos abrazamos.
Los abrazos que me faltan; pasado y futuro. El pasado es evidente, siempre está.
Curiosamente, en esta contingencia, tiene fecha de inicio. En mi caso el pasado se inicia el 16 de marzo AP (antes de la Pandemia). Desde ese día hacia atrás, todo es pasado. En el pasado, en Argentina, en la plaza de Mayo se gritaba “Madres de la plaza, el pueblo las abraza”. El pasado pesado que me recuerda los últimos abrazos dados y recibidos, sin saber que serían los últimos en mucho tiempo. De haberlo sabido, ¿habrían sido distintos? Permanentemente estamos haciendo algo por última vez, solo que no lo sabemos. Leo por ahí “un día salimos a jugar con nuestros amigos y no sabíamos que sería la última vez”. De haberlo sabido ¿habría jugado hasta más tarde? ¿Habría intentado entretenerme más? De haberlo sabido ¿habría dado más abrazos? ¿Los habría pedido más apretados? Preguntas sin respuestas, dudas insolutas. No hay certezas. El pasado tiene fecha de inicio en esta pandemia, pero no el futuro
Los abrazos que me faltan; ausencia y promesa. Pienso en quienes no he visto desde entonces, mi madre, mi hija, mi hijo, mi novia, mis hermanos, mis amigos del alma. Hoy son ausencia, hoy no están, aunque en estricto rigor son una ausencia-presente. . Frente a esa ausencia, entonces, una promesa a cumplir en ese futuro incierto. Una promesa en todo caso, inclaudicable. Una promesa para cuando esto termine, les cobraré todos los abrazos que me deben, les daré todos los abrazos que les debo. Los abrazos que me faltan
Comentarios
30 de abril
En estos momentos, nos sostiene esa secreta esperanza: cuando todo esto pase, muchos serán los abrazos, como los días que pasaron y los que se asoman en el futuro, todos juntos, en un único presente.
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01 de mayo
El abrazo de la ausencia ha sido un problema para todos hoy, en general se ha reducido a perder o a dejar perder las amistades y las relaciones sociales, también los familiares que tocabamos una vez al año, o sea , nos dabamos ya antes poco espacio para dar aabrazos, y eso que le dedicabamos, ahora hoy es ausencia porque al parecer no es una necesidad el trabajo entre 4 paredes y frente a una pantalla, incluso he escuchado a gente decir que la presencialidad es más productiva, bueno … queremos salir a abrazar y añoramos esos pequeños espacios de cariño que mezquinamente otorgábamos libres. Un gran Abrazo Patricio, gracias por tu texto.
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