Era poeta, era divertido, era comunista, le gustaba el café y la Coca-Cola, era generoso, murió hace un año. Al poeta Óscar Aguilera no es fácil definirlo por completo, habría mucho que decir para alcanzar a hacerlo.
Lo conocimos en 1993, en los míticos pastos de su querido Pedagógico. Lo llamábamos en principio, el poeta de la Coca Cola y el café, que era lo que solía pedir en el quiosco de la Anita. Había vuelto en condición de reincorporado (categoría inventada a partir del advenimiento de los presidentes civiles y que hacía referencia aquellos estudiantes que durante la dictadura debieron abandonar la universidad por razones “extra académicas” y que ahora retornaban a completar sus estudios) y se convirtió desde un principio en un exquisito nexo entre los estudiantes más jóvenes y el pasado militante y académico del Pedagógico de la Universidad de Chile. Nos contaba cómo era el Peda de 1972, nos contaba de las asambleas, de su grupo de teatro, nos contaba que la sala donde padecíamos a la profesora Pandolfi, era antes un dormitorio donde vivió su amigo y compañero, el poeta brasileño Nilton da Silva, asesinado por Patria y Libertad poco antes del golpe, y a quien homenajeó plantando, en una bella ceremonia, un pequeño Jacarandá, justo frente a los departamentos de Castellano y Filosofía. Confío en que el tiempo y los fachos no hayan mermado la belleza de ese árbol que es también una forma de recordarlo a él.
Los fantasmas de ese pasado luminoso, donde estaba la promesa de que sería mejor la vida que vendría, lo acompañaron durante este nuevo paso por el Pedagógico de Macul. Un Pedagógico que era una universidad en crisis permanente, en un Chile neoliberal, tan lejano y distinto a aquel por el que Óscar y sus amigos habían peleado años antes. Esos fantasmas lo acosaron y acompañaron hasta que publicó su serie de “Libretas de Poesía”, cuatro pequeños libros de poemas dedicados a temas distintos, entre ellos uno que daba cuenta de la experiencia de volver a la universidad; “Los fantasmas del Pedagógico” que tuve el honor de prologar.
Óscar era poeta, era comunista, se vestía de viejo pascuero en navidad, alguna vez fue candidato a alcalde por Providencia, donde prometía llevar la poesía al municipio. En su calidad de militante, escribió poesía y narrativa comprometida con las luchas populares. Escribió el actual himno de la CUT, escribió una crónica sobre las víctimas de la matanza de Corpus Christie, escribió cuentos a la huelga del Teatro Municipal y poemas a la fuga de los presos políticos desde la cárcel pública, en enero del 90.
Óscar Aguilera era poeta, era comunista, era divertido. Tenía un sentido lúdico de la vida, coleccionaba y usaba bastones que lucía con garbo y aplomo, escribía “poemas de regalo”, canciones infantiles para el grupo Zapallo y, durante un tiempo, los guiones del legendario programa infantil “Patio Plum”. Le escribió un libro de poemas a mi hija, cuando tenía 9 meses.
El poeta Aguilera fue tremendamente generoso con su creación poética; a muchas y muchos estudiantes del Peda de esos años les regaló alguno de sus libros o poemas escritos especialmente para la ocasión.
Era poeta, era divertido, era generoso, era comunista, le gustaba el café y la Coca-Cola. El poeta Aguilera fue tremendamente generoso con su creación poética; a muchas y muchos estudiantes del Peda de esos años les regaló alguno de sus libros o poemas escritos especialmente para la ocasión. Era pródigo compartiendo sus conocimientos sobre Neruda, Mistral o Huidobro, con quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo. Era también generoso con su experiencia, a los poetas y poetisas del Pedagógico, les daba consejos de escritura, intentaba publicar sus textos; “Pasto Verde” fue una de las publicaciones poéticas que ayudó a editar.
Era poeta, era comunista, era generoso. Un día postulaba yo a una beca y él, revisando mis antecedentes, exclamó “le falta una nota de prensa, maestro”; unos días después, la crónica que Óscar escribía semanalmente en “El Siglo” venía dedicada a destacar mis actividades como poeta y cuentacuentos, era una crónica generosa y cariñosa que se llamaba “Un veterano poeta del Pedagógico”. 25 años después intento devolverle el cariño y manifestarle mi recuerdo y admiración con esta columna.
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alex peraita
En 1988, trabajé en el Taller 619 del pintor y académico René Poblete. A René se le ocurrió hacer talleres de arte infantil los sabado en la mañana. Al anunció apareció Oscar, declarando «yo soy el arte infantil». El dirigió los talleres con un carisma y una onda, que recuerdo a madres llorando por la emoción. Oscar cantaba y tocaba guitarra, en una fiesta que hicimos había mucha gente y no sabíamos cómo echarlos. Oscar se subió a la tarima con su guitarra y los despidió musicalmente. Supe años después que presidía la SECH o algo así, nunca más lo vi, pero lo recuerdo con mucho cariño y entendí que la gente hermosa como él siempre enriquece a quienestienen la suerte de conocerlo.