El domingo reciente ya hemos conocido los resultados de las elecciones. Aquí no pretendo hacer un análisis que se repiten una y otra vez en los medios de comunicación sobre polarización, derecha e izquierda, rechazo hacia las coaliciones tradicionales e indiferencia hacia la política institucional en general.
Mi propuesta es detenerse, más bien, y lo he desarrollado en columnas anteriores, en la vida cotidiana de las personas, sea en Santiago o en cualquier otra región y lugar del país. El problema que tiene Chile o uno de los muchos problemas que tiene no se remite únicamente a lo político, sino a lo social. Creo que pocas veces se aborda desde una vertiente sociológica lo que está pasando en el país y los medios de comunicación les dan tribuna a asuntos puntuales, regidos por lo que sucede en las redes digitales. Digamos que el trendic topic de Twitter, Facebook e Instagram guían las noticias, alejando el análisis del trasfondo social que viven los chilenos y chilenas en su diario vivir.
Por lo mismo, yo me adscribo a la corriente sociológica de los lazos sociales y los desafíos estructurales que esgrimen la profesora Kathya Araujo y el sociólogo Danilo Martuccelli, y dicen relación con los desafíos o pruebas que deben enfrentar los chilenos y chilenas y que, por lo mismo, produce un cierto tipo de individuación. Qué quiere decir esto, que dichos desafíos que son comunes las personas los enfrentan, valgan la redundancia, teniendo o no éxito en esa tarea. Les enfrentan utilizando sus propios medios y habilidades sociales y personales, sin ayuda ni de la institución ni del Estado.
Así entonces, en primer lugar, creo que lo que más agudiza el malestar generalizado que hay en la sociedad chilena tiene que ver, precisamente, con lo que planteo. Lazos sociales cotidianos que se perciben como desiguales, injustos y hasta violentos. Sobre todo la sensación de abuso permanente, no solo de “los poderosos y las autoridades”, sino que, incluso, de los pares. La calle, el lugar común donde todos transitamos, se entiende como un espacio de relaciones sociales de poder que influyen negativamente entre quienes participan de dicho espacio. Ejemplos clásicos: desde que se va a comprar al supermercado hasta el lugar de trabajo, donde el lazo social se ve mediado por esa percepción, y lo coloco coloquialmente de “si puede o puedo, voy a joder al de al lado”. Esto es tremendamente dañino y contribuye más a una fragmentación evidente que viene asociada a desigualdades en todo orden de cosas.
Lo que más agudiza el malestar generalizado que hay en la sociedad chilena tiene que ver, precisamente, con lo que planteo. Lazos sociales cotidianos que se perciben como desiguales, injustos y hasta violentos
En segundo lugar, están los desafíos estructurales o pruebas sociales. Y aquí hago especial hincapié al mérito y a lo que ambos autores citados llaman la inconsistencia posicional, que es un aporte muy importante para poder entender la estratificación social, pero desde un punto de vista más cualitativo que cuantitativo. En lo que se refiere al mérito, está instaurada la idea a nivel mundial, pero muy fuertemente en Chile de que mediante el esfuerzo y perseverancia se logra ascender socialmente y tener un mejor bienestar. Esto merece al menos el cuestionamiento de que no se patenta en la realidad; es decir, salvo casos muy puntuales y es la sensación las personas, todo lo que se hace para que esos objetivos sean alcanzados, finalmente la recompensa esperada nunca llega. Lo que sí efectivamente es real son los “pitutos” y contactos que, gracias a ellos, se puede escalar desde la posición original. Vale decir, la cuna de nacimiento sigue siendo un factor determinante respecto al desarrollo vital de la persona. Muy ligado a lo anterior, es la inconsistencia posicional que mencioné; las personas y familias que han logrado un cierto estatus y estabilidad económica, personal y social, se ven permanentemente amenazados de la porosidad que dicha estabilidad tiene, es decir, la sensación que en cualquier momento se puede desplomar y perder todo aquello por lo que han trabajo para estar donde están.
Ello no encuentra reflejo ni amparo en las instituciones, el Estado y, para qué decir, en los partidos políticos. Entonces, es un todo entrelazado. Los lazos sociales y los procesos estructurales que tiene la sociedad chilena no son abordados con firmeza desde el Estado, porque, como decimos, no es solo político, sino que es lo que ocurre en un nivel de micro escala social, de lo que sienten y perciben las personas en su diario vivir. Tiene relación, por supuesto, con las desigualdades, malas pensiones, un sistema de salud y educación precarios, pero que, en una sociedad así de fragmentada, lo primero es intentar comprender y reparar el problema desde la raíz.
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Pipiolo__
Interesante columna que intenta abordar de raíz el problema. Si bien me apasiona el debate político, es verdad que al final lo politico, en democracia, es una expresión de lo social.