Es hora de dejar a un lado la lógica simplista, el populismo penal, y vencer nuestros miedos, para así salir adelante de manera humanista e inteligente en un tema que a todos nos afecta de manera transversal.
Hace unos meses hizo noticia una detención ciudadana en Santiago, en la cual el detenido fue golpeado, desnudado y humillado en público ¿Es esa la manera de hacer justicia ciudadana? Yo lo dudo. Es difícil entender que humillar a otra persona puede reparar en uno el daño provocado por ella. Más bien sucede lo contrario, al realizar ese bestial ajusticiamiento ciudadano lo que hacemos es caer aún más bajo que quien hizo el daño por primera vez. Teniendo la opción de ser mejores, no la aprovechamos.
Hay muchas cosas que se dicen y que son ciertas como, por ejemplo, la poca efectividad del sistema judicial y penal en el país, aunque esto último no se debe a la falta de aplicación de penas, sino que más bien a que, quien cae preso, probablemente sale más delincuente de lo que entró. Ese es el gran mal de nuestro sistema penal, ya que al enviar a un simple ladrón a una cárcel o al Sename (en caso de que sea menor de edad), el condenado termina convirtiéndose en algo más dañino para la sociedad de lo que era antes de ser recluido. La reincidencia delictiva es claramente un problema a nivel país.
Al final todas estas humillaciones públicas cometidas por los nuevos “pseudo-héroes” ciudadanos, solo terminan estigmatizando más aún a quien delinquió por lo que es bastante probable que, esta persona en vez de mejorar y rehabilitarse socialmente, termine convirtiéndose en una persona más marginal y peligrosa para la sociedad.
Todo esto al final convierte al supuesto héroe, en el nuevo villano. Nos hace mostrar nuestro peor lado como sociedad, el más violento y rechazable. Estas actitudes son desarrolladas por los guetos sociales que estigmatizan y rechazan a quienes son diferentes, en vez de darles una mano.
¿Cual es la solución? Claramente no está bajo nuestra narices, no será fácil combatir todo esto, pero por algo se empieza. Ya se aprendió que solo basta con detener y disminuir a quien delinque. Todo acto de violencia adicional sobra y no es necesario, ya que golpeando a una persona no vas a recuperar lo que te robó o el mal momento que te hizo pasar.
El siguiente paso es reclamar por una justicia que no termine creando más criminales, sino que rehabilite. Trabajos, capacitaciones y educación en las cárceles son mecanismos que podrían ayudar en este proceso de rehabilitación social que tan urgentemente se necesita. Hoy algunas empresas privadas tienen espacios para la inserción social del delincuente, siendo estas iniciativas un gran éxito gracias a las capacitaciones y el seguimiento psicológico-social que se entrega. Tal vez un sistema penal y de reinserción social así podría replicar el Estado a nivel nacional.
Es hora de dejar a un lado la lógica simplista y el populismo penal y vencer nuestros miedos, para así salir adelante de manera humanista e inteligente en un tema que a todos nos afecta de manera transversal.
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