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SENAME, el mercado de la infancia

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El hecho de que una ex Ministra de Justicia hable de “stock de niños”, se logra explicar al entender el Servicio Nacional de Menores, que es por cierto también comprender cómo funciona el Estado Subsidiario chileno y la lógica mercantil que lo conlleva, donde, disminuyéndose lo máximo posible la regularización estatal, el Estado subsidia al privado –más del 90% de los hogares de menores son de organizaciones pertenecientes a particulares– en base a una lógica de “subsidio a la demanda”, determinada en este caso por la valorización del día/niño atendido en las entidades colaboradoras. Entendiéndose así (y por lo que se explicará más adelante), el por qué hablamos del “Mercado de la Infancia”.

Este servicio impuesto en 1979 (en plena dictadura) fue profundizado el 2005 (con Ricardo Lagos) al promulgarse la Ley N°20.032, que perpetuó aún más esta lógica mercantilista de la institución, en el que las “organizaciones colaboradoras del SENAME”, compiten entre sí para lograr los recursos estatales a través de las licitaciones de programas. Lo que conlleva, que, entre otras cosas, que instituciones privadas que técnicamente cuentan con más recursos (o con más contactos), accedan a más fondos públicos, necesitando tal vez otras organizaciones más esos recursos. Produciéndose de esta manera, que los niños que pertenezcan a fundaciones no tan privilegiadas, vivan en peores condiciones. Tal como sucede en el mercado, donde la ley del más fuerte (o del con más contactos) prima.

También hay ejemplos de vicios y defectos que a diferencia de los anteriormente mencionados, son más micro que macro, los cuales se observan en el caso del mal uso de las organizaciones colaboradores de los fondos públicos, como también su poca o nula transparencia. Esto se ve reflejado en las acusaciones de la Federación de Trabajadores del SENAME, al denunciar que hay hogares de organizaciones colaboradoras en los que no se ve una inversión real en los niños con los dineros que ellos reciben del Estado. ¿A dónde iría el dinero que les da el Estado, si no es a los niños?

Si hay algo peor que lucrar con un derecho gracias a fondos públicos, es hacerlo a costa de niños vulnerados en sus derechos.

Siguiendo en línea con el mal uso de fondos, además está el tema del cuoteo político. Que es la “pitutocracia” que existe en el mercado, que hoy lamentablemente también vemos en las instituciones públicas. Ni siquiera hay que explayarse mucho: Históricamente el SENAME ha sido una caja pequeña para que los partidos políticos le den trabajo a sus militantes (muchos de ellos personas no capacitadas). Lo peor es que estos funcionarios que son producto del cuoteo político, alcanzan puestos y sueldos de élite, que contrastan con la falta de psiquiatras, psicólogos, psicopedagogos, parvularios, terapeutas ocupacionales y los demás expertos que se necesitan para proteger, y en muchos casos, rehabilitar a los niños y jóvenes.

En resumidas cuentas, el SENAME es un buen ejemplo de lo que provoca el abandono y negligencias del Estado. Viéndose esto en la falta de fondos para la salud de los niños: el 70% de los menores institucionalizados requiere apoyo en ese sentido (según el psiquiatra infanto-juvenil, Juan Andrés Mosca). También apreciándose en la carencia de fondos para financiar vestimentas, mantener las infraestructuras y sumar más personal: en el CREAD Galvarino, donde falleció Lissette, faltan 53 funcionarios (según data un informe del SENAME este año). Además de que este ausentismo estatal también se ve en los hacinamientos en los CREAD y demás hogares, donde hay constancia de casos donde hay 30 niños por cada funcionario (siendo que la UNICEF pide 8 niños por educador). Y por último, también se puede observar este abstencionismo del Estado en la poca regularización estatal que existe, que más allá de unos cuantos supervisores de la institución (que solo sirven en los hogares acreditados por el SENAME) y del Poder Judicial, lo que predomina – en una al menos considerable cantidad de hogares privados – es el laissez faire.

Todo este funcionamiento mercantil y deshumanitario de la institución, se ve reflejado en las cifras. En el 2013, para el Informe Jeldres fueron visitados con el fin de inspeccionar su situación material 108 hogares y se constataron las condiciones en las que se encontraban 6.500 niños. De esa manera, se logró identificar – solo tomándose en cuenta las encuestas realizadas en 10 regiones y obviando el caso particular de las Aldeas SOS (que dio para una investigación propia) – 28 residencias con antecedentes de violencia de adultos contra niños; 45 residencias con datos de violencia entre menores; 9 residencias con antecedentes de abusos sexuales cometidos por un adulto contra un niño; y 10 residencias con datos de abuso sexual entre niños internos. En términos más macros y globales, este informe encontró situaciones de alto riesgo en más de la mitad de los hogares visitados (promedialmente, hablamos de un 25% del “stock de niños” en situación de riesgo alto en todas las regiones).
También hay que sumar el importante dato de los 865 menores de edad del SENAME que han muerto en los últimos 11 años (210 en el sistema de residencia, 406 en programas ambulatorios de organismos colaboradores, 33 adolescentes en el sistema de justicia de administración directa y 216 en programas ambulatorios colaboradores de justicia juvenil); los 83 sumarios en curso en el último tiempo por presuntos maltratos de funcionarios contra menores; un 38% de reincidencia en los menores que han infringido la ley; y mucho más. Siendo todas estas estadísticas entregadas por la misma institución cuestionada.

El Estado en su ausencia como también en su negligencia, es el que más está en deuda con estos niños, ya que, en su abstencionismo, la infancia de los que más necesitan su protección, se mercantilizó.

Actuémos

Lo que necesita el SENAME, o más claro aún: lo que necesitan los niños del Servicio Nacional de Menores es una institución donde no exista un paradigma mercantil (¡basta de ver y tratar a los niños como stock!), donde por ley no haya cuoteo político (necesitamos a los mejores en las profesiones y especialidades que los niños requieran), donde el Estado dé los fondos suficientes para cada menor (hoy gasta promedio la mísera cifra de $207.000 por cada niño, cuando como mínimo debería ser más del doble), y que también en caso de que los privados que colaboran con el servicio, no den el ancho, reemplazar su lugar por el mismo Estado.

Pero eso no es todo. Hay un tema también en la prevención, ya que la cantidad de niños que llegan al SENAME por maltrato aumenta cada vez más, incrementándose en el 2015 la cifra en un 18% con respecto al año anterior (es decir, es un tema aún más estructural y arraigado en nuestra sociedad). En ese sentido, es importante la pronta legislación y promulgación de la Ley de Garantías de Derechos de la Niñez – como también la expedita creación del Defensor del Niñez – para que, de una vez por todas, los derechos de los niños estén garantizados y protegidos de manera íntegra.

Sin olvidar el caso de los niños que terminan institucionalizados casi prácticamente de manera eterna (hecho denunciado por los informes Jeldres y el de Contraloría), en lo que se demuestra la poca eficacia y la innecesaria como también dañina demora del organismo en lo que respecta a las adopciones y a la resocialización del menor. Es ahí donde se demuestra la necesidad de una reforma al sistema de adopción; que agilice el servicio (inyectándole más fondos), que le dé en la práctica la prioridad al interés superior del niño y que también le dé la oportunidad de adoptar a todos los tipos de familias (a propósito de la adopción homoparental).

El Estado en su ausencia como también en su negligencia, es el que más está en deuda con estos niños, ya que, en su abstencionismo, la infancia de los que más necesitan su protección, se mercantilizó.

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1 Comentario

Ale_Basulto

Ale_Basulto

En esta, mi columna, me faltó sumarle algo súper importante a las mejoras y exigencias al SENAME: Falta TRANSPARENCIA TOTAL Y ACTIVA.
Además de otras medidas, modificaciones y reformas que son necesarias. Hay mucho por mejorar.