#Justicia

Rudy Giuliani, Estados Unidos y el ejemplo que no hay que seguir

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En Chile nos hemos acostumbrado mucho a imitar a Estados Unidos. Un país que históricamente nos ha intervenido (política y económicamente), llegando – de manera no precisamente opcional – hasta copiar su cultura consumista e individualista y de hecho, en un tono ciertamente arribista, hasta sus nombres o apodos (Sanhattan, por ejemplo).  Pero más allá de que uno no esté de acuerdo con copiar una cultura que no solo promueve la indiferencia, sino que también el trato hostil con el otro, me parece increíble que ahora se nos intente meter en la cabeza de que tenemos que copiarle en algo que EEUU siempre ha dejado mucho que desear. Y sí, me refiero al tema de la seguridad pública.


Sin combatir las causas criminógenas del crimen y solo llenando las cárceles (o saturando a los jueces, como pasó con Giuliani), lo único que consigues es: controlar la delincuencia, no disminuirla ni menos erradicarla.

O sea, hablamos de un país que en el ranking de los países más seguros del mundo  está detrás de nosotros (según el Global Peace Index 2016, Chile es el número 27 y Estados Unidos el 103 del mundo), que tiene la mayor tasa de presos por habitantes del mundo (752 presos por cada 100,000 habitantes) y que además tiene una tasa de homicidios mayor que la nuestra  (según el Banco Mundial, Chile y Estados Unidos tienen una tasa de 3 y 4 homicidios por cada 100.000 habitantes respectivamente).

Y nuestro querido “Rudy”, otro invento gringo que nos quieren vender, no se queda detrás. En su estancia como alcalde de Nueva York la cantidad de detenciones y encarcelados se multiplicó de manera grotesca, aumentando así aún más el hacinamiento de las cárceles estadounidenses. Esto además de que se criminalizó a la pobreza (se detenía a los indigentes sin hogar, por ejemplo) y las denuncias por abusos policiales aumentaron como nunca antes.

Según organizaciones defensoras de los derechos humanos, entre 1994 y 1996 la policía de Nueva York mató a 75 personas (les disparó por la espalda, los pisoteó, los mató a golpes, etc.). Existiendo casos emblemáticos como el  Anthony Báez, quien fue estrangulado por la policía tras solo caer su balón de fútbol en la patrulla de los uniformados. Abusos que Rudy justificó diciendo que: respetaba el actuar de sus policías y confiaba en su profesionalismo en todo momento.

Lo divertido es que también muchos hablan del “Milagro de Giuliani y su tolerancia cero”, siendo que otras ciudades también redujeron el crimen, de manera más notoria y sin caer en la violaciones a los derechos humanos (como fue el caso de los ajusticiamientos extra-judiciales de los policías de Rudy). Mientras Giuliani tuvo una política en que los policías realmente se convirtieron en los enemigos de los barrios más vulnerables (por sobre todo los de los afroamericanos y latinos), en San Diego desarrollaron la política de «de cercanías», en la que se resolvían problemas de seguridad a través de la cooperación activa y regular, entre policía y los residentes. Lo que conllevó a que San Diego disminuyera más su índice de criminalidad que la New York de Rudy, además de ser menos las detenciones y verse un aumento favorable en la popularidad de sus policías.

Boston es otro caso paralelo contextualmente al “milagro de Giuliani”, donde los homicidios disminuyeron un 76% – según un estudio de Alfred Blumstein, quien es profesor de criminología de la Carnegie Mellon University de Pittsburgh  – frente al 70% de Nueva York. ¿Cómo se logró? Partamos diciendo que esto no se obtuvo persiguiendo de manera sanguinaria a las pandillas y delincuentes, sino que trabajando policías, comunidad afroamericana e Iglesia en un plan de prevención comunitario contra el uso de armas. Esto además sirvió para que los robos disminuyeran en un 63% (frente al 60% de la Nueva York de Giuliani).

Cuando Giuliani llegó a Nueva York, esta ya se ubicaba en el 87° lugar sobre 189 ciudades clasificadas (en orden decreciente) en la escala de criminalidad del FBI. Y hoy se sitúa alrededor del 140° lugar. Ya que claro, sin combatir las causas criminógenas del crimen y solo llenando las cárceles (o saturando a los jueces, como pasó con Giuliani), lo único que consigues es: controlar la delincuencia, no disminuirla ni menos erradicarla. Y cuando dejas de controlarla o pasa el tiempo y se dan los efectos negativos de haberlo hecho. Pasa lo que pasó: el crimen se descontrola.

Y ni hablar de los costos sociales de Rudy y su “tolerancia cero”, que Noah Friedsky los resumió muy bien: jóvenes de color perseguidos por solo andar en la calle (los afroamericanos eran el 63% del total de los controlados por la policía, siendo solo ¼ de la población de la ciudad), prisiones llenas de “drogadictos” (consumidores de marihuana) no violentos, niños e hijos de esos presos dejados sin padres y al mismo tiempo un montón de madres abandonadas a suerte ya que mientras el sistema de seguridad social se achicaba, el gasto en policías aumentaba drásticamente.

Al respecto de esto último en Chile pasó algo parecido. La cantidad de delitos durante la dictadura se duplicó, pero la sensación de seguridad estaba en lo más alto. Esto se debía a que las condiciones sociales dadas por la dictadura lo que único que hicieron fue germinar más lo criminógeno. Pero como habían medidas de “mano dura” y el crimen se quedaba en los barrios menos visibles mediáticamente (poblaciones, campamentos, guetos marginales, etc.), y además de que existió un manejo favorable de los medios, todo esto ayudó a que la percepción con respecto a la seguridad se mantuviera óptima. Pero los delitos estaban y los delincuentes se multiplicaban. Al final, lo que vemos hoy, no es que más que el producto de haber tapado una olla en ebullición durante tanto tiempo: explotó.

Nueva York y Estados Unidos son malos ejemplos, los que no hay que seguir. Si de hecho, la pobreza en Estados Unidos, que es además marginal y horriblemente segregada – germinándose ahí muchas causas criminógenas – en vez de disminuir, se mantiene o aumenta, ya que según U.S. Census Bureau, el 2009 había un 14% de pobreza y el 2010 aumentó a un 15,1% (hoy se mantiene en los 14% nuevamente). Es decir, hablamos de un país que sigue optando por la represión y no por corregir las causas, y es así como llegamos a los datos mencionados anteriormente en este mismo texto.

De hecho, tanto Chile como Estados Unidos deberían mirar más hacia otros países. Mientras por ejemplo en Finlandia y Reino Unido tienen un gasto por alumno de un 36% (en relación al PIB), y en Noruega y Suecia un aporte cercano al 40%, siendo la educación según la criminología un factor fundamental tanto en la inserción como en la reinserción social de los individuos (y que por algo estos países anteriormente mencionados son las más seguros y con menos presos del mundo). En Chile el gasto por alumno no pasa de un 18% (siendo además el segundo país con más segregación escolar de la OCDE) y en Estados Unidos solo llega hasta el 20%. ¿Cómo acabar con la delincuencia sin una buena educación? O sea, si también Canadá y Holanda – otros de los países más seguros del mundo y con una baja tasa de personas encarceladas – tienen uno de los mejores modelos educacionales del mundo según la OCDE, ¿por qué no seguir su ejemplo?

En Canadá por ejemplo, en 1990 se logró la misma baja abrupta en criminalidad que la que tuvo la Nueva York de Giuliani, pero sin crear un Estado policial (sin aumentar los abusos policiales) y sin caer en el populismo penal (sin hacinar las cárceles). Se logró con medidas sociales, interviniendo los barrios y apoyando a las familias. Pero claro, tristemente aún hay gente que sigue mirando a Estados Unidos como lo ejemplar, siendo que hay ejemplos a seguir muchos mejores (como los anteriormente mencionados) y sin olvidar que en muchas cosas – como lo es este caso puntual – estamos mejor que ellos.

Estados Unidos, Rudy Giuliani y cualquier otro invento de represión como de “mano dura”, no son buenos ejemplos. Lo autoritario no ha dado efectos en América y en Chile menos. Lo que se necesita es una mejor educación, acercar de manera no hostil a los policías a los barrios (a todos: por sobretodo a los más marginales que hoy están abandonados a su suerte), generar trabajo y actividad comunitaria, y lograr también una mayor igualdad social, siendo esta la cura al flagelo social que es la delincuencia junto con un índice de desarrollo humano alto; es decir: salud digna, vivienda digna, educación de calidad y en general, que los derechos humanos estén garantizados.

TAGS: #Delincuencia Estados Unidos Tolerancia Cero

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Comentarios

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Servallas

23 de junio

Probablemente lo que dice sea cierto, aunque se ve claramente en su artículo que no tiene ninguna simpatía por “Rudy”, es decir, Ud. tiene una postura ideológica contraria a ese ex-alcalde neoyorkino, y como siempre ocurre en esos casos, se pierde la objetividad, se cae en la trampa ideológica del enemigo sólo por el enemigo, el ejercicio de desacreditarlo, ¿me entiende?. Pero en el fondo del asunto, si no es con ese sistema, algo habrá que hacer, la delincuencia nos sobrepasó y muchos compatriotas están pagando con sus vidas las entelequias filosóficas de políticos, académicos y demagogos, aquellos que nos controlan, los mismos que son dueños del estado.

Pablo

24 de junio

Usted tiene razón en algo señor(a) Servallas: «la delincuencia nos sobrepasó»: todas las mañanas de mi vida me desierto con una bronca espantosa al pensar que debo ir a trabajar y que de cada $3 que cotizo, solo $1 va para mi futura magra jubilación y los otros $2 me los roba descaradamente la AFP creada en dictadura; lo mismo me pasa con la Isapre que me trata bien hoy pero me despreciará mañana cuando me vuelva viejo y enfermizo. Precisamente ESA es la delincuencia que habría que combatir en vez de la tan cacareada «mano dura» contra los que se visten o hablan diferente o tienen apariencia antisistémica. Yo tengo la suerte de no ser consumista así que no temo que me roben mi smartphone de mil dólares, ni mi auto (porque no tengo) ni mi casa (porque arriendo); no creo que llenar la ciudad de policías incultos pero matones y con licencia para detener, manosear o disparar al voleo sea la solución. Todavía creo que es posible educar en vez de balear al resto o crear trabajos dignos para evitar la vagancia y las malas juntas…no vaya a ser cosa que las generaciones futuras terminen «educadas» en la facultad de economía de la UC: ahí estaríamos perdidos.//ah..se me olvidada: hágale un queque a «Rudy», se nota que a usted sí le gusta. Saludos

Servallas

24 de junio

Pablo, sólo una vez he horneado queque y me quedó malo, y creo que a «Rudy» deben gustarle más las «donuts».  Sobre su tema con las AFP y la Isapres, sólo puedo decirle que espero que algún día se haga una buena reforma y no nos maltraten tanto, pero en mi caso no me gustaría que el  estado le eche el «guante» a las pocas lucas que lograré juntar, se diluirán en un hoyo negro y después tendré que conformarme con las «responsabilidades políticas». Sobre las Isapres estoy con Ud. , y la verdad no sé si habrá solución, la salud pública no es solución, la gente pobre se  muere esperando en un pasillo y eso no cambiará, es una fatalidad pero no hay voluntad de cambio de nadie. Es verdad, un policía debería ser muy seleccionado, nadie quiere un gorila, por lo tanto creo que es necesario una selección rigurosa, un mínimo de tres años de preparación y buenos sueldo, sobre la delincuencia, en realidad no se visten diferentes ni tienen apariencia antísistémica, se ve que Ud. no ha sido tocado por ella y espero que no se le acerquen nunca, pero en realidad se visten como Ud. o yo, bastante normalitos, el problema señor es que son crueles, y no dudarán en hacerle daño, porque en sus garras su vida vale menos que la de una cucaracha.

Francisco

23 de junio

Los invito a leer este artículo, que complementa la opinión del autor http://pricetheory.uchicago.edu/levitt/Papers/DonohueLevittTheImpactOfLegalized2001.pdf

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