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La mediocridad de los políticos

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Los sucesos de los últimos días han evidenciado la incapacidad de los grandes bloques políticos en gestionar los diversos problemas que aquejan al país. Por una parte, es un diagnóstico transversal que el gobierno de Bachelet no está haciendo bien las cosas: como si no bastara la indefinición en materia educacional y laboral, la salida del intendente de la Araucanía y la posterior marcha de los camioneros evidenciaron la improvisación gubernamental en el manejo de la crisis.

Por otra parte, la derecha tampoco parece estar en mejor pie: frente a un gobierno con baja credibilidad y con una mandataria sin un poder claro de decisión, uno esperaría una oposición afrontando la crisis con ideas, demostrando a la ciudadanía su capacidad política, en contraste con la improvisación de la Nueva Mayoría. Sin embargo, la táctica de la derecha no ha sido esa, sino más bien, jugar al desgaste, aprovechando la situación de los camioneros para golpear más fuerte al alicaído gobierno.

Lo anterior demuestra que, en la batalla política, los grandes bloques no se están disputando el protagonismo a partir de ideas, propuestas o acciones efectivas, sino más bien, a partir del desgaste del contrincante. El protagonismo de uno u otro bloque se juega, no tanto en quién es más capaz, sino en quién es más mediocre (o, dicho en buen chileno: en quién es más penca).

No sólo es sano para una democracia, sino que es necesario, que los grandes conglomerados políticos que gobiernan o aspiran a gobernar un país tengan la capacidad técnica, moral y política suficiente para poder hacer frente a las diversas exigencias de los ciudadanos y de las presiones de los grupos de poder, cuidando el correcto equilibrio en el reparto de los bienes sociales. Cuando uno o todos estos factores fallan en un bloque político mayoritario, esto genera de modo irremediable, el auge del contrincante, si está mejor preparado.

En el Chile de hoy, sin embargo, no existe un grupo político que pueda hacer frente al contrincante y que se destaque en, al menos, uno de los tres factores mencionados. Los dos bloques políticos mayoritarios en Chile se han destacado en el último tiempo por su mediocridad. La Nueva Mayoría ha sido incapaz de articular su programa a partir de propuestas claras y realistas, mientras la derecha instrumentaliza los fallos del gobierno para generarle más mella. La crisis generada por la marcha de los camioneros a La Moneda, es un claro botón de muestra de la estrategia seguida por la derecha. Es, finalmente, una evidencia del nivel de la mediocridad de la política profesional en Chile.

Cuando no existen coaliciones políticas altamente organizadas y cualificadas, la inestabilidad generada por la incapacidad de generar acciones claras y propuestas convincentes se transforma en caldo de cultivo de caudillos o de grupos contrarios a la institucionalidad.

Cuando no existen coaliciones políticas altamente organizadas y cualificadas, la inestabilidad generada por la incapacidad de generar acciones claras y propuestas convincentes se transforma en caldo de cultivo de caudillos o de grupos contrarios a la institucionalidad. La estabilidad de las instituciones debe cuidarse cuidando, a su vez, la calidad de los grupos que se juegan la conducción del país.

Chile necesita una derecha cohesionada, pensante, proactiva y propositiva, que sea una alternativa real y que entusiasme. Una derecha que articule propuestas antes que respuestas, que haga frente a su pasado (que la va a perseguir siempre, mientras no se cuestione severamente su modo de hacer política) y que no juegue al empate. Esa derecha, tan necesaria para el país, -y tal como lo han demostrado los hechos recientes- no existe hoy.

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