Parece que la izquierda en Chile ya no existe. En su lugar, apareció un progresismo algo sacerdotal que fiscaliza las actitudes, las palabras, lo dicho y lo que no se dijo, con tal de establecer una corrección política que nos haga pensar que se están cambiando cosas cuando, realmente, todo sigue exactamente igual.
No puedes salirte de lo que esta corrección determina qué es lo que debes decir frente a determinadas situaciones; existe algo así como un protocolo con el que debes cumplir, para no estar fuera de los márgenes que te hacen hoy en día buena persona.
Esto lo hemos visto con mayor claridad por estos días. Todos los que quieren ser aplaudidos o “retuiteados” (que es como lo mismo), recurren a este protocolo diciendo las palabras exactas, con mucho cuidado y, si es que lo amerita, cambiando la letra “e” por la “a” o la “o”, cometiendo un delito lingüístico para así no cometer uno supuestamente humano. Porque es tan poco real su entendimiento de la humanidad, que prefieren resolver su ignorancia al respecto con recursos estéticos.¿Cómo podremos entender que el camino que se ha tomado no nos llevará a otra realidad que no sea una en que la derecha y el verdadero abuso sigan triunfando? No lo sé.
Cuando hay un hecho que incluya discriminación, o el posible intento de creer siquiera en que se puede discriminar, los policías del pensamiento aplican sanciones morales sobre lo que la persona ni siquiera hizo. Recuerdan que cada frase, o que solo pensar en decirla, es peor que los hechos, los problemas sociales y la forma en que se intentan resolver. Y es que el nuevo progresista no quiere resolver nada, porque hacerlo requeriría primero de afrontar la realidad, entender que las verdaderas estructuras, que son completamente diferentes a las que aparecen en sus recursos retóricos tan a la moda, son además macizas y difíciles de cambiar, debido a su liquidez y también a la invisibilización de problemáticas con la que él mismo ha colaborado, al detenerse en asuntos más individualistas que universales.
El “progre” no quiere cambiar ningún paradigma, ya que se siente a gusto en el actual, el que pone al individuo por sobre lo colectivo. Porque cualquier atisbo de verdadera colectividad necesita demasiados sacrificios que nadie está dispuesto a hacer, para así no pasar encima de las pocas certezas que tiene, por lo que es mejor visto reclamar desde el “yo” antes que desde el “nosotros”. Da más réditos cuando nadie quiere ser molestado o quiere ser bien atendido antes que otra cosa.
Pero esta actitud no evita que la fragilidad de las posiciones adoptadas pueda ser descubierta en cualquier momento. Eso experimentaron algunos personajes, entre ellos Jorge Baradit, quien es un ejemplo clarísimo de este progresismo sacerdotal que se deja llevar por las formas antes que por el fondo. Este escritor fue víctima de lo que de lo que, en muchas otras ocasiones, fue victimario. Le sacaron a colación algunos tweets en los que decía otras cosas diferentes a las que comúnmente predica, refiriéndose a las mujeres de manera diferente a la que dice que hay que referirse. Y esto pasó porquepareciera que las palabras y los textos bonitos y floridos, están antes que la racionalización de estos. Ya que Apuntar con el dedo al otro se ha transformado en un deporte más interesante que cualquier otro más complejo.
Pero mentiríamos si es que esto es un problema solamente del progresista que ocupó el lugar del izquierdista. Esta postura de predicador de poca monta es también un gran instrumento para un periodismo que prefirió dedicarse a evangelizar en vez de trabajar. Para estar del lado “correcto” de la historia es que mucho profesional de las comunicaciones se sirve de esta militancia que regula lo estético, para así hacer como si estuvieran fiscalizando al poder, cuando lo cierto es que solamente están recurriendo a todo lo posible para no hacerlo. Por eso hacen editoriales televisivos y vistosos en los que creen decirlo todo, sin realmente aportar nada nuevo a este show de sensibilidades individuales en que se ha transformado Chile.
Volviendo al progresismo, ¿cómo se puede solucionar lo que pasa? ¿Cómo podremos entender que el camino que se ha tomado no nos llevará a otra realidad que no sea una en que la derecha y el verdadero abuso sigan triunfando? No lo sé. Lo único que tengo claro es que el conformismo vestido de “lucha social” es tal vez lo mejor que la ha sucedido al establishment. No hay nada mejor para perpetuar las cosas, que tener a un grupo de personas más preocupadas de sus metros cuadrados que de una totalidad.
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