Anoche me quedó sin respuesta esa simple pregunta. Estábamos en una reunión de derrotados, incluso divisé una botella de champagne que algún iluso había aportado. Tenía un sabor amargo, desde luego.
Muchas opiniones, todas válidas, aunque a veces contradictorias. Que el voto voluntario, que el candidato débil, que la campaña millonaria del adversario, etc, etc. No es, por cierto, mi intención repetirlas ahora.
Creo que hay que buscar más profundo, cavar hacia lo interno, hurgar en un sustrato de sociología que hemos explorado insuficientemente.
Desde que el ser humano es tal existe la necesidad de un liderazgo. Un jefe de manada.
Alguien que nos indique por dónde ir, que nos señalé en un horizonte comprensible nuestro punto de llegada, de destino. Dicho esto, podremos comprender que – desde que se recuperó la democracia – sólo en dos ocasiones hemos perdido la presidencia . En ambos casos, el liderazgo era débil.
También, en ambos casos, nos encontramos con la misma persona. Una persona que acumula un enorme lastre de cualidades negativas que, sin embargo, carecen de toda importancia en la hora del voto.
Por otra parte, resulta evidente que caímos en un error garrafal que consiste en declarar obsoleto todo lo mayor y justificar todo lo joven. Renovar pasó a ser un verbo mágico, un dogma. Todo lo antiguo era pura naftalina, ideas superadas en un diluvio de bytes, teclados, memes, videos y whatsappes.
El Niahismo fue nuestro principal adversario. Muchísimos jóvenes se identifican con un entrevistado ayer en la playa que declaraba, con cierto orgullo, que ninguno de los candidatos lo convencía como para ir a votar.
Ser ciudadano es crecer, elevar el propio nivel, opinar sobre lo que veo, es ser adulto y responsable. Sea cual sea nuestra opinión, habrá que darla. De manera respetuosa e informada. Nadie es dueño de la verdad, pero todos somos dueños de una pequeña fracción de ella. Expresémosla.
También algunos adultos jóvenes, me refiero a gente de cuatro decenios, adoptaron esa falsa sabiduría. Cuando se produjo la nominación de Guiller como candidato socialista, nos referimos a gente de esa edad. Si algún nombre cabe mencionar es el de Elizalde. Su error fue tan fatal como histórico. Logró desmontar un candidato de primera categoría política, un verdadero hombre de Estado, por un periodista buena persona y que, en esos momentos, parecía marcar mejor en las encuestas. No fue él solamente, pero quedará marcado para siempre con esa responsabilidad. ¿Quién dijo que la historia es justa?
Habrá que replantearse nuestra posición frente a la política. Hay que aceptar que, lamentablemente, muchos, muchísimos cayeron en la trampa de Pinochet y sus partidarios: La política es mala, los políticos son obsesionados por el poder e indiferentes frente a las necesidades de la gente. Nos machacaron con ese argumento absurdo y demasiadas personas lo adoptaron como slogan.
En el decir popular que podemos comprobar a diario hay algunas frases ridículas que tendremos que arrancar de raíz:
Hay muchas más, pero estos son como para ganar el Oscar de la tontera. Tenemos que desterrar estas frasecitas de nuestro vocabulario y reemplazarlas por otras, como:
Tenemos, pues, ya varias conclusiones que más nos vale aprender para no caer nuevamente en la misma trampa.
Tenemos cuatro años duros por delante. Querido lector, te deseo que te sean leves y espero que promuevas en alguna medida mis comentarios. Y que agregues los tuyos.
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