Los socialistas y esos dirigentes que se dicen progresistas, nuevos y mayoría, vanguardia del proletariado y demás, que sin embargo andan dando lástima por ahí, intentando beneficiarse de las migajas que les corresponden por gobernar en beneficio de la patronal, afirman, exactamente igual, que son ellos los que comprenden las verdaderas necesidades de los chilenos, que sus reformas en la medida de lo posible son las únicas válidas y que, por ende, son la avanzada en nuestro país. No es extraño porque desde su origen los neoliberales se han creído el cénit de la civilización, el final de la historia y de la lucha de clases. Por eso también hablan de la “democracia” de los acuerdos aunque inmediatamente después descalifiquen a quienes no acepten sus sentencias y dogmas. En realidad, predican una táctica ofensiva, basada en el miedo, en el conformismo, en el quietismo y en la falta de solidaridad y de preocupación por nuestros semejantes.
Incluso a los disconformes acaban por tratarnos como conspiradores, como esos irracionales que no aceptamos que Chile cambió en favor del libertinaje del mercado y que ahora no es posible hacer otra cosa que aceptarlo. De todas formas, en el proceso de renovación de sus ideales, que posteriormente se convierte en una fuente inagotable de dominio y de control político, donde además y para tal fin usan y abusan de la figura y del ejemplo de Allende, se mostrarán tal cual son, como presuntos socialistas y hombres de bien pero que finalmente se olvidaban del movimiento popular para defender una gobernabilidad en beneficio de la patronal. Son dirigentes que intentan imponernos su concepción estrecha de la política y que a su vez rechazan las tareas y los objetivos de quienes buscamos transformar Chile en un país equilibrado, más justo y democrático.
No me queda más que concluir que la renovación del socialismo en los ’80 y ’90 no fue otra cosa que una tremenda claudicación en referencia a las convicciones por los que Allende y tantos otros dieron su vida
En ese contexto, las reformas en favor de una educación pública, de calidad y gratuita, al modo que lo demandan los estudiantes en definitiva, el cambio de Constitución a través de un proceso de Asamblea Constituyente ampliamente participativo y representativo de los trabajadores, la defensa de la propiedad de nuestros recursos naturales, de la tierra y del agua, de las semillas, de los alimentos, del cobre y de los productos mineros en general, de las riquezas de nuestros mares, etc., son reivindicaciones totalmente desvirtuadas por un socialismo y por un gobierno que no es ni nuevo ni mayoría; más bien son parte de la continuidad. De hecho, Bachelet y los suyos no pueden alterar la situación política porque ideológicamente están comprometidos con el neoliberalismo, con sus dogmas, con sus sentencias y con un evangelio que olvida la dignidad de las personas.
No me queda más que concluir que la renovación del socialismo en los ’80 y ’90 no fue otra cosa que una tremenda claudicación en referencia a las convicciones por los que Allende y tantos otros dieron su vida. Al final, la libertad, las reformas, la democracia y la convivencia de la que nos hablan no son más que la libertad, las reformas, la democracia y la convivencia que buscan perpetuar los intereses de una élite cuyas demandas son contrarias al bienestar común. A los trabajadores no nos queda más que crear conciencia en el sentido de que la emancipación no se logra renunciando a la lucha de clases, sino que muy por el contrario se encuentra en la radicalización de la misma.
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Alfredo A. Repetto Saieg
Gracias a todos ustedes. Saludos.
ivetteamira
Total y absolutamente de acuerdo con lo postulado por Alfredo, desde que se creyó que alcanzamos la Democracia, todo ha sido una continuación y una preservación del modelo neoliberal con palabras mas o menos bonitas…
Guillermo R.Pulgar Lira
GRACIAS Armando, por compartir tu prosa con el centro cultural grandes alamedas, los que compartimos los mismos sentimientos que tu invocas. Saludos