“Elementos Centrales para una Nueva Educación Superior”, así se llama el documento elaborado por la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), que es la base para entender las actuales movilizaciones estudiantiles. De esas “propuestas” (exigencias en realidad) destaca lo que consideran desde esa organización “educación pública”, es decir: término de la restricción de la matrícula en la educación superior estatal; congelamiento y disminución progresiva de la matrícula en instituciones privadas que no cumplan con el marco regulatorio; congelamiento en la creación de instituciones de educación superior privadas; revitalización y trato diferenciado para la educación superior estatal; red de instituciones estatales; y fin a la PSU.
“No importa lo ocupado que piensas que estas, debes encontrar tiempo para leer, o entregarte a una ignorancia autoelegida”, dice Confucio. El movimiento exige el fin de la PSU, porque segrega, pero ¿a quiénes? Pues, según la Confech, entre hijos de padres con dinero y los que no. Mentira. La PSU no refleja el dinero, refleja el interés: segrega entre quienes han estudiado durante los cuatro años de Enseñanza Media, y los que se dedicaron a jugar Angry Birds en clases. Por eso, a quienes menos les gusta la PSU son a los que no son capaces de leer ni siquiera un diario gratuito, que pasan a engrosar la cifra de analfabetos funcionales. El fin de la PSU lo único que dejará en evidencia es que los estudiantes chilenos son infinitamente más flojos, cómodos y mediocres de lo que ya la PSU (una prueba a prueba de tontos) demuestra.¿Dónde está el compromiso de los estudiantes? ¿A qué se obligan? No asumen absolutamente ninguna obligación en materia de educación, ni siquiera la responsabilidad en el desastre que han creado y que persisten en alimentar, menos aún piden perdón por causar daño una y otra vez a las demás personas.
“Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda” señala Martin Luther King. Los estudiantes marchan por educación gratuita universitaria. ¿Para quiénes? Para todos… ¿todos quiénes? ¿Todos los que quieren sentarse en una sala de universidad? Eso es muy fácil de conseguir: estudie todos los días un poquito los cuatro años de Enseñanza Media. No se necesita marchar para eso.
Quienes se están manifestando no hacen nada para ganarse ese espacio, empezando por el hecho que apenas van a clases en sus escuelas. Un 40% de los estudiantes de colegios públicos tuvo ausentismo crónico durante 2015. Es decir, medio millón de estudiantes, y lo simpático es que miles son de la Región Metropolitana (38%). Niñitos de la Confech, ¿saben que el año 2012 la cifra era 24%? ¿Y saben la causa principal de ese ausentismo? La flojera. Viven haciendo la cimarra. Esos son los futuros universitarios de Chile.
Albert Einstein decía: “Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”. Los estudiantes exigen “congelamiento en la creación de instituciones de educación superior privadas” y critican la mercantilización en esa área. Pero ¿de quién es la culpa que se haya mercantilizado la educación? De gente que se quiere sentar en una sala de universidad para decir “soy universitario”, esperando ser médico por osmosis. El mercado le dijo “Si quiere eso pague”, y pagaron.
¿Hablemos de egoísmo? Todo el problema del descontrol en los aranceles surgió cuando personas aceptaron pagar para no rendir la PAA, sin importarles las consecuencias, sin importarles siquiera el hecho de escoger una carrera acorde a sus capacidades. A principios de los años 90’s había pocas universidades privadas porque la mayoría de la gente entendía que para ingresar a una “pública” había que esforzarse estudiando y si no se hacía eso, había que buscar otra alternativa de vida. En el 2016 tenemos más privadas que públicas por culpa de todos los que se negaron a estudiar, empezando por los mismos miembros de la Confech, que hacen cero exigencias a sus compañeros para que sean alumnos más aplicados, más responsables, más comprometidos con lo que están haciendo y ponen el grito en el cielo cuando se plantea la idea que el rendimiento tenga algo que ver en los beneficios que un alumno reciba.
Esto es lo mismo que todos los que se quejan del alto precio de las entradas a los conciertos, cuando son los mismos dispuestos a pagar $173.000 para ver a Aerosmith. ¿Sabían que cuando vino la primera vez Paul McCartney la entrada a cancha costaba tres tapas de cerveza + 5 mil pesos? ¿Cuánto costó ahora estar en cancha? Hasta $400.000. ¿Por qué? Porque hay gente dispuesta a pagar cualquier precio para ir a conciertos, incluso de artistas que ni siquiera conocen. Ley de oferta y demanda.
«Cualquier verdad ignorada prepara su venganza»: Ortega y Gasset. La Confech no entiende: lo que están haciendo exacerba la situación. El problema no es cuántas universidades estatales haya, o cuantas privadas haya, sino asumir como una realidad que la universidad no es para todos. Ni siquiera es para una mayoría. Hay quienes realmente deben estar, y quienes deberían dedicarse a otra cosa. Y eso no engrandece ni desmerece a unos y otros.
La Confech está alimentando el mito que la universidad mejora la calidad de vida, mito que ha sido destructivo para la enseñanza secundaria e incluso primaria. Nadie respeta esas etapas educativas, que son fundamentales, gracias a ese mito absurdo. Pero tiene una consecuencia aún más perversa: la cartonización. La universidad ya no mejora la calidad de vida de nadie porque no hay ningún mérito en tener un cartón que diga “Universidad”. Cualquier, incluso aquel que anda armado con pistola en una marcha estudiantil, puede conseguirlo. Y eso se lo debemos al movimiento estudiantil. La proliferación de universidades privadas y de colegios privados también.
Miremos la realidad: la Confech habla de “inclusión”, ¿pero de quiénes? Del que entró a la universidad gratis, sacando 450 puntos en la PSU porque reprobó hasta gimnasia en la Media. Ese alumno es un lastre para todos: es el que copia en las pruebas, el que no colabora en los trabajos, el que vive quejándose contra los profesores, y el que jamás egresará de la Universidad (40% es la tasa de deserción promedio, sobre todo el primer año). Ese es el tipo de alumno que está más motivado a participar en cualquier cosa que proponga la Confech, porque la Confech nada les exige a los estudiantes. Exhiben fotos de Carabineros malvados y hablan de criminalización del movimiento e infiltrados, cuando hace mucho que ya no se necesitan. ¿Para qué tener infiltrados en manifestaciones cuando a las escuelas van chicos de 14 años armados con pistolas y cuchillos que usan contra sus otros compañeros? Más de más de 13 mil escolares de Segundo Medio reconocieron el año 2011 la presencia de armas de fuego en las escuelas. ¿Así quieren el apoyo de la ciudadanía, para darle gratuidad a esa clase de alumnos? Niñitos, por favor, no sean ridículos.
¿Qué falta en esa propuesta? El compromiso. ¿Dónde está el compromiso de los estudiantes? ¿A qué se obligan? A nada. No asumen absolutamente ninguna obligación en materia de educación, ni siquiera la responsabilidad en el desastre que han creado y que persisten en alimentar, menos aún piden perdón por causar daño una y otra vez a las demás personas. Sólo exigen que todos los entiendan. Sí, entendimos. Por eso ya no tienen el apoyo de la ciudadanía, por eso se la farrearon.
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