En un artículo publicado en el Washintong Post, el historiador y profesor de la University of California at Berkeley, BA in history; Yale University, MA in history, Max Boot, ante esa pregunta, daba una sola respuesta: Sí, lo es.
Pero, ¿realmente lo es? Mirando los argumentos de Boot, la respuesta ya no es tan rotunda.
Porque Boot comienza comparándolo con James Buchanan, quien, a su juicio “cuya indecisión contribuyó a que termináramos en la Guerra de Secesión” lo cual es del todo injusto porque si bien Buchanan no gestionó adecuadamente la chispa que desencadenaría la guerra, que fue la toma del Fort Sumter, los problemas ya se arrastraban desde 1830. Era imposible que el Sur agrícola no acabara enfrentado con el Norte industrial, tal como ocurrió en Chile en 1859, algo que Boot reconoce en el mismo artículo. Lo curioso es que hace ese viraje para señalar: “En cambio, no hubo nada inevitable acerca de la magnitud del desastre que enfrentamos actualmente… porque el Coronavirus es la catástrofe más previsible en la historia de Estados Unidos”El problema es que Trump no es un puritano. Lo vimos en acción en el debate: no tiene filtro, no tiene diplomacia, no es moralista.
Y ahí Boot se equivoca. Esta crisis no fue predecible. Porque hasta el día de hoy ni siquiera hay claridad sobre el COVID- 19. ¿Cuáles son los síntomas? Hace tan solo un par de semanas se sabe que uno de ellos es la fatiga, y se corroboró la conjuntivitis. Pero a muchos nos ha pasado que los síntomas de COVID-19 no difieren tanto de la alergia, lo que hace complejo tomar la decisión de ir o no al médico. ¿No se dijo rotundamente que una persona recuperada de COVID-19 no podía volver a contagiarse? Aún no se ha resuelto del todo la duda porque han aparecido casos de ese tipo. ¿Cuántas cepas están circulando? No hay claridad, porque en un principio se dijo que eran 2, ahora son 6.
No significa que Trump haya hecho un gran trabajo ante esa situación. Pero ¿quién lo ha hecho? El Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, era citado como un ejemplo a seguir… hasta agosto, cuando el ministro de Finanzas de Canadá, Bill Morneau, renunció, en medio del escándalo del contrato concedido y posteriormente retirado, a la organización WE Charity, a la que se le adjudicó a dedo la gestión de un programa valorado en 900 millones de dólares canadienses (670 millones de dólares estadounidenses), como parte del paquete de recuperación de la economía tras la crisis provocada por COVID-19, organización en la que la madre, el hermano y la esposa de Trudeau, han recibido centenares de miles de dólares de WE Charity por su participación en eventos y que una de las hijas de Morneau trabaja para la organización.
Singapur lo estaba haciendo bien… hasta que comenzó el rebrote, rebrote que afectó a una Israel cuyo Primer Ministro Benjamín Netanyahu ha usado los confinamientos para mantenerse en el poder, ya que está formalmente acusado de fraude, abuso de confianza y aceptación de sobornos en una serie de escándalos en los que supuestamente recibió regalos generosos de amigos multimillonarios e intercambió favores regulatorios con magnates de los medios de comunicación para obtener una cobertura más amable de él y su familia. El Presidente francés Emmanuel Macron está más preocupado de criticar a Jail Bolsonaro y criticar a los libaneses, que en el desastre que está hundiéndose Francia, porque a Macron le obsesiona convertir al Líbano en un paraíso fiscal. Y vamos a ser honestos: ¿Trump lo ha hecho peor que AMLO? ¿Qué Sebastián Piñera? ¿Qué Alberto Fernández?
Los únicos que han gestionado mejor esta crisis han sido los países asiáticos, pero lo han hecho a costa de ignorar cualquier palabrería populista sobre la libertad, la decisión ciudadana o la estigmatización de enfermos. En otras palabras: el bien de la sociedad por sobre el bien del individuo. ¿Lo tolerarían los estadounidenses? No. Entonces, cuando Boot compara lo hecho en Estados Unidos con esos países, está siendo parcial. O sea, “culparé a Trump incluso cuando mis pruebas son débiles”.
Y esto nos lleva a preguntarnos, pero ahora en serio: ¿de verdad Trump es el peor presidente de Estados Unidos?
Porque cuando alguien como Joe Biden, que fuera vicepresidente durante la presidencia de Barack Obama, o sea, alguien que no es en absoluto un advenedizo en política, en su primer discurso miente sobre Trump. Porque no es cierto que Estados Unidos sea el país con más muertos per cápita por COVID, ni tampoco que Trump haya hundido a la economía estadounidense, ya que, incluso en estas circunstancias, ha logrado ir recuperando puestos de trabajo, ya que solo el 1 % de las pequeñas empresas habían cerrado permanentemente a mediados de julio. De hecho, y es un dolor para los demócratas, el Producto Interno Bruto de Estados Unidos venía creciendo de manera sostenida en el mandato de Trump. Y así un suma y sigue de acusaciones que, cuando se analizan, no son del todo ciertas.
¿Qué hay realmente detrás de tanto odio hacia Trump?
La respuesta la tenemos a la vista: en estos años, Estados Unidos no ha creado ni un solo conflicto militar.
No ignoremos las bravuconadas de Trump con China. Y con Venezuela. Y con Irán. Pero ¿se han dado cuenta que en estos tres años de Trump los conflictos en que Estados Unidos ha estado involucrado fueron los heredados de Obama? O sea, Afganistán, Siria, Libia, Pakistán, Somalia y Yemen. ¿Por qué menciono a Obama? Porque él sí tiene un récord: Obama prometió poner fin a las guerras que heredó de George W. Bush, pero cuando le entregó la presidencia a Trump, lo hizo siendo el Presidente que llevó en guerra más tiempo que Bush o que cualquier otro presidente estadounidense. Trump, por otro lado, también tiene un récord: es el primer Presidente, desde 1980, que no inicia ningún conflicto en su primer mandato.
Si bien el presupuesto militar no ha bajado, Trump no ha enviado más tropas al exterior, de hecho ha hecho regresar a varios soldados, sobre todo de Siria. Parcialmente, Trump cumplió con su Stop Endless Wars and Bring Our Troops Home (Detengan las guerras sin fin y traigan nuestras tropas a casa) Y ello se debe a que, como dijera a principios del mes de septiembre, acusó a los líderes militares de librar guerras para aumentar las ganancias de las empresas que fabrican elementos de defensa. “No estoy diciendo que los militares estén encantados conmigo: los soldados lo están, los altos funcionarios del Pentágono probablemente no porque no quieren hacer nada más que pelear guerras para que todas esas maravillosas compañías, que fabrican las bombas y los aviones y todo lo demás, permanezcan felices”
Y ahí tenemos una de las tres cosas que el establishment no le perdona a Trump. Cuando habló de Maintain and Expand America’s Unrivaled Military Strength (Mantener y desarrollar la fuerza militar sin igual de Estados Unidos) y no reducir el gasto militar, no pensó que ese dinero fuera a Lockheed Martin, General Dynamics, United Technologies, BAE Systems, Boeing y a las otras empresas que se manejan con la venta de armas (porque mientras más guerras hay, más armas se necesitan y por tanto más dinero se suministra al complejo militar-industrial), sino que lo ha centrado en desarrollar tecnológicamente el poder militar norteamericano.
La segunda cosa es que excluyó de las reuniones regulares del Consejo de Seguridad Nacional al director de la CIA y al jefe del Estado Mayor Conjunto. Imperdonable.
Joe Biden, por otro lado, ya tiene bastante sangre en sus manos, ya que aprobó un presupuesto militar tras otro, junto con innumerables intervenciones estadounidenses, como Libia, que le debe mucho del desastre que es ahora. También fue un proponente y ejecutor del enfoque de ataque con aviones no tripulados en la política exterior de Obama, que ahora están causando estragos en el conflicto de Armenia y Azerbaijan en donde tiene intereses personales involucrados.
¿Qué Trump quiso mandar a los soldados contra los manifestantes internos? Sí, quiso hacerlo… pero ¿lo hizo? No. Richard Nixon por mucho menos sí lo hizo: el 4 de mayo de 1970, la Guardia Nacional de Ohio abrió fuego contra una manifestación de estudiantes, matando a cuatro, en lo que se conoce como la matanza de Kent. O sea, el repentino ataque moral de los militares al negarse a obedecer a Trump se debe más a los conflictos con el Presidente que con el hecho de que no tengan un historial manchado. Lo curioso es que a Nixon se le perdona ese “desliz” y el hecho que saliera por el escándalo Watergate. Pero a Trump se le responsabiliza incluso de aquello que no tiene nada que ver y en que los demócratas y Biden tienen más responsabilidad. Como lo ocurrido en Capitol Hill, Seattle. Esa zona, durante mayo, fue una de las más agresivas hacia la policía. Así que la gobernadora demócrata y muy progresista Jenny Durkan ordenó que la policía se retirase. Los manifestantes entonces crearon la CHAZ (Capitol Hill Autonomous Zone), más tarde CHOP (Capitol Hill Occupied Protest), o sea, una comunidad en que las personas podían manifestarse “pacíficamente” ya que la policía no los “provocarían”. Y el experimento se saldó con dos muertos y más de 30 heridos, y con la policía retomando el control un par de semanas después en una zona en que el Black Lives Matters resultó ser una farsa que sólo sirvió para que la criminalidad se desatase. Una farsa a la que se suma el constante ataque sobre el racismo de Trump, que vimos (los que nos tomamos la molestia de ver) en el vergonzoso primer (y seguramente último) cara a cara con Trump, tampoco es del todo cierto. Porque Biden tampoco brilla por ser tan pro-negro, sino que el asunto va por la organización Antifa, que ha sido la causante de muchos de los destrozos generados en las manifestaciones Black Lives Matter. El Partido Demócrata no solo ha apoyado, sino que además el equipo de campaña de Biden ha pagado la fianza de los detenidos por causar destrozos. ¿Por qué? Porque es necesario crear la apariencia de que Trump es peor de lo que realmente es, para que los demócratas recobren el poder, y las cosas vuelvan a su curso normal. O sea, volver a tener a Estados Unidos invadiendo países.
El problema es que Trump no es un puritano. Lo vimos en acción en el debate: no tiene filtro, no tiene diplomacia, no es moralista. No es descendiente de alguno de los 35 Pilgrim Fathers (Padres Peregrinos) del Mayflower (Hillary Clinton sí lo era). Por ende, hará lo que tenga que hacer para cumplir su promesa electoral más importante: Make America Great Again! Y para eso, no puede ceñirse al status quo. Y no lo ha hecho en muchos casos. No es políticamente correcto.
¿Hay presidentes peores que Trump? Oh sí, los hay. Y Estados Unidos los ha tenido peores, le guste o no reconocerlo a Boot. Y la verdad, Biden sería peor, porque no es más que otro George W. Bush, otro Barack Obama, otro Ronald Reagan. O sea, otro criminal disfrazado de oveja. Y sería mucho, pero mucho peor que Trump. Por ahora, increíblemente, nos conviene que gane Trump. Así de mal están las cosas
Comentarios
21 de julio
Muchas gracias por educarme , e informarme
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