Corrían las primeras décadas del siglo XX con la agitación propia de un país lleno de injusticias. La llamada «Cuestión Social» no podía pasar inadvertida en la agenda pública, y así lo entendieron los diversos actores, que empezaron a organizarse en pos de defender sus derechos. Por esos años nacen las primeras orgánicas de estudiantes y de trabajadores. Y siempre, desde entonces, entendieron que su espacio era la calle. Podían tener otros espacios de protesta o de reflexión, podían aspirar a buscar otros caminos para los cambios, pero nunca olvidaron que el espacio del movimiento social es en la calle y está dado por la movilización. Esa lógica unívoca que nos guió por tantos años hoy parece haberse difuminado, y se hace necesario repensar el rol de las movilizaciones. Se hace necesario volver a sentarnos y a reflexionar sobre el porqué de movilizarnos.
En suma, ¿es la manifestación callejera la mejor estrategia?, ¿la comprenden aquellos que salen a marchar?, ¿llega nuestro mensaje de manera clara a la ciudadanía chilena y a las autoridades? Son todas preguntas legítimas que requieren una reflexión mancomunada de toda la ciudadanía movilizada, y especialmente de nosotros los estudiantes. Mientras damos ese debate internamente, creo necesario aportar a la discusión.
Primero que todo, hay que dejar en claro que el sentido de la movilización callejera corre por dos carriles: uno simbólico e histórico, que reseñaba al principio, por el cual nos apropiamos del espacio público porque es nuestro, lo ha sido y lo seguirá siendo; y uno práctico y político, que entiende que la movilización es llamativa tanto para la gente como para las autoridades, que instala temas en agenda, que presiona por nuestras demandas, y que visibiliza nuestras problemáticas. Teniendo eso presente, teniendo aún en la retina los miles de compatriotas marchando el pasado 16 de abril, y sin olvidar la demostración de fuerza que significa, creo correcto contestar que la manifestación callejera, si bien no es efectiva cuando falta claridad en la estrategia, es apabullante cuando existe unidad de los movilizados.
En segundo término, hay que ser honestos y declarar que no todos los que marchan lo hacen con nuestras convicciones o con total conocimiento. Con esto me hago cargo de las críticas que suenan de forma persistente en nuestras asambleas. Sobran palabras para rechazar a aquellos que desvirtúan los objetivos de la movilización, cuyas acciones no son compartidos por quienes queremos realmente una nueva sociedad. Y en cuanto a aquellos compañeros que no tienen claro el porqué marchamos, son desafío y responsabilidad nuestra. Nuestra como dirigentes y nuestra como organizaciones. Debemos bajar a las bases y hablar con ellos, escuchar sus demandas, y saber insertarlas en sus respectivas realidades, acogiendo la diversidad de miradas. Dar el ejemplo con la formación cívica, y autoeducarnos en aquellas materias que como estudiantes nos atañen.
La calle ocupa y seguirá ocupando un sitial fundamental dentro de nuestras estrategias de lucha, sin importar que nazcan otras formas más “originales” o innovadoras de dar a conocer las demandas de los estudiantes.
Y tercero, hay que entender que en política si no logras comunicarte a los demás simplemente no existes. No hay nada más político que una movilización social. Nuestras demandas no tendrán cabida si no logran incidencia real en la agenda pública, y las manifestaciones son claves para alcanzar tal efecto. Si no hubiera sido por las gloriosas y largas jornadas del 2006 y del 2011 hoy no estaríamos discutiendo sobre la lógica y estructura de la educación chilena, hoy no estarían entrando importantes reformas al Parlamento, hoy no podríamos darnos estos espacios de reflexión. Porque hay que entender que el impulso transformador nació en la calle, no en la mente de algún iluminado, y es la calle la que debe seguir dándole ímpetu y empuje.
La única manera de recuperar el sentido de las movilizaciones es haciéndonos parte de ellas, con profunda fraternidad y renovadas fuerzas. No olvidando que la educación que queremos la haremos entre todos, y por ella lucharemos en todos los espacios que corresponda. La calle ocupa y seguirá ocupando un sitial fundamental dentro de nuestras estrategias de lucha, sin importar que nazcan otras formas más “originales” o innovadoras de dar a conocer las demandas de los estudiantes. Demostremos que no hemos olvidado nuestros problemas y nuestra fuerza, y salgamos una vez más todos a marchar este 14 de mayo, porque el movimiento social por la educación sigue vivo y luchando, siempre consciente de la historia y siempre pendiente del futuro.
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Fabio Salinas
Gracias por tu comentario José Luis. Antes que nada quiero expresarte que nunca hemos dicho que hay que movilizarse por movilizarse, precisamente esta reflexion indica que es una estrategia, legitima y efectiva, para conseguir algo, y ese algo son las transformaciones que Chile requiere con urgencia, y que le atañen a usted, a mí y a nuestros hijos. Segundo, decirle que el movimiento estudiantil siempre buscará la unidad en su actuar, y no hay peleas ficticias entre la «importancia» comparada entre secundarios y universitarios. Ambos sectores son indispensables en las calles, y ambos han sido claves en el proyecto y en el proceso de reforma. Abrazos estimado!
Jose Luis Silva Larrain
En este caso las movilizaciones no tienen sentido. En las gloriosas jornadas del 2006 y el 2011 los secundarios se movilizaron por objetivos muy claros, en ambas ocaciones perdieron fuerzas terminando por ser totalmente absorbidos por los universitarios, mucho mas politizados, extremos y limitados en fuerza callejera (son mucho menos gente) respecto a los secundarios. ¿ sabe porque los secundarios perdieron absolutamente toda influencia en las instancias de decisión, delegando todo en los universitarios? Se lo diré para que lo piense detenidamente: porque siempre terminan enamorándose de las movilizaciones en si mismas y no de los objetivos que persiguen.
Movilizarse por movilizarse. No tiene sentido la movilización así. Usted nunca tendrá fuerza en las instancias de decisión si no logra objetivos muy definidos, claros y conocidos por todos, o al menos todos los que se movilizan.
Y le recuerdo que la calle y los bienes públicos son tan suyos como del resto de los ciudadanos. Yo también quiero poder transitar sobre lo que es mío señor, sobre todo si pago impuestos para que exista.
Saludos