#Educación

Carta abierta al Presidente del Colegio de Profesores de Chile

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Estimado maestro Mario Aguilar, ante todo le manifiesto a usted y a su equipo organizador tanto del paro docente como de la marcha de profesores/as de este 11 de junio mis más sentidos reconocimientos, gratitud y admiración.

Paro y marcha, juntos, en mi modesta opinión, expresan la heroica movilización de valores que escasean hoy por hoy, esto es, el aunamiento solidario y cooperativo de miles de personas que, de Norte a Sur, a lo ancho y largo del territorio nacional, asumiendo los riesgos, pero con las armas morales de la resistencia civil pacífica y la no violencia, logran que se visibilice una causa justa que el amurallado modelo socioeconómico que nos rige no es capaz de ver: la educación pública y la dignidad no solo de l@s enseñantes sino también de l@s estudiantes.

Este solo hecho me lleva a creer más que nunca en ese dicho que sostiene que entre tantas profesiones, la profesión docente es la más decente.

Docentes decentes y también valientes. Sobre todo l@s que pararon y marcharon. Porque no es fácil organizarse y abrirse paso para romper los muros de hierro de la indiferencia que fabrica el sistema socioeconómico y que replican los asesores ministeriales así como los “expertos de escritorio” que hace años definen las políticas públicas de educación.

No es fácil confrontar la sordera con que operan los guardianes de este modelo “educativo” individualista que nos rige cada vez que educadoras y educadores, estudiantas y estudiantes, sacan la voz en Chile para enfatizar la necesidad de poner en el centro de las preocupaciones públicas la educación; modelo educativo mercantilista, tecnocrático, neoliberal, en buena medida deshumanizante, como el modelo de persona y sociedad que impera hoy, por tanto hegemónicamente dominante y cuyo proceso de escolarización pavloviano hace décadas viene inmovilizando cuerpos y emociones y amputando cerebros en las aulas del país gracias al ránking; modelo patriarcal, unidireccionalmente cartesiano, y que el Dr. Claudio Naranjo denuncia como fábrica de adiestramiento canino e incluso como una estafa y como cárcel que le roba la vida a los jóvenes enfermando el “alma” de generaciones enteras de niños, niñas y adolescentes pues no educa para que ést@s sean ciudadan@s sino máquinas, rebaño (por eso el modelo detesta la historia, la filosofía, las artes, el movimiento del cuerpo que trabaja la educación física); modelo, en definitiva, de disciplinamiento social que no educa integralmente ni menos para que las personas sean felices sino para que obedezcan, consuman, produzcan, compitan entre sí, etc. No es fácil resistir y confrontar todo esto.

Por todo ello, le reitero, admiro la lucha suya, maestro Aguilar, y la de tod@s l@s docentes que paran y marchan junto a usted por estos días. He adherido siempre a estas nobles causas y adhiero 100% hoy a esta lucha justa. De hecho, como profe en ejercicio, declaro con el corazón y la razón que esta lucha es también mía.

Poniendo centralmente el foco en los sentimientos de gratitud y admiración que aquí le he expresado, y dado que aspiro a que usted –el destinatario de la presente- pueda leer mi mensaje, quisiera agregar unas últimas palabras. En realidad quiero sacarme algo que me inquieta, y que conecta con un elemento mínimo -quizás el único- que yo advierto ha estado ausente en las demandas del magisterio, pero que en mi humilde opinión es de cardinal importancia para consolidar una educación auténticamente pública y republicana:

Docentes decentes y también valientes. Sobre todo l@s que pararon y marcharon. Porque no es fácil organizarse y abrirse paso para romper los muros de hierro de la indiferencia que fabrica el sistema socioeconómico

¿Por qué, en las motivaciones y propósitos que expresan públicamente los organizadores, voceros y dirigentes de esta admirable lucha y movilización docentes no se plantea algún reparo al hecho de que en un Estado laico la autoridad elimine Historia pero Religión (el brazo ideológico «invisible» de los obispos chilenos) siga siendo una asignatura intocable en ese Estado «laico»?

¿Por qué, entre las legítimas demandas que usted y los voceros del paro y la movilización docente han comunicado a la prensa y a la opinión pública, no se oye ni lee una sola mención al derecho humano inconculcable que asiste a niñ@s y adolescentes de todo el territorio nacional a recibir una educación laica en un Estado que se declara laico desde el año 1925?

Con atentísimos saludos,

Noé Bastías
Profesor de Filosofía / Lic. en Educación
Egresado de Mg. en Neurociencias Aplicadas a la Educación

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