No guardaré resentimientos ni enconos
asociados a esos odios adultos
que algunos chilenos “cristianos”,
enarbolando banderitas y patrioterismos chilenos,
les meten en Chile a [email protected] niñ@s chilenos
desde su nacimiento y su cuna…
… odios que son “enseñanzas” que predica y reproduce,
día a día, y en contra de lo que todas las escuelas de Chile enseñan,
cierto puñado de gente adulta chilena
xenófoba y ultranacionalista…
Refiero a ese odio y desprecio irracional e inmisericorde
que se sacó la máscara y la mascarilla hace cinco días atrás en Iquique
en contra de personas indefensas,
personas pobres,
morenas y migrantes,
migrantes que son sangre de mi sangre…
y que hasta hoy no han tenido otra posibilidad
más que la de vivir como esas personas
que en Chile viven en condición de calle.
Por favor,
sepan que [email protected] migrantes
son seres humanos,
son sangre de mi sangre,
migrantes que, como mis papis,
buscan, en este país, nada más,
un asilo humano, un nido
para reinventarse,
para trabajar, para sobrevivir…
para aportar a Chile,
para abrir sus alas,
y, por qué no,
para ser felices.
Partiendo por la verdad
de que en mi corazón de niña
no hay lugar ni habrá nunca lugar
para memorias de encono
ni de revanchismos en contra de nadie..,
¡porque [email protected] niñ@s no podemos odiar a nadie!,
confieso, eso sí, que…
se me salieron ayer unas lágrimas
muy tristes al contemplar
cómo ardía en llamas
el coche de bebé de mi hermanito chico
en ese suelo de Iquique…
… lágrimas que vuelven a brotar
y a caer hoy sobre mis morenas mejillas
pues esta tragedia racista que viví junto a mi familia
ni siquiera un niñ@ puede borrarla de un día para otro…
… más aún si ese suelo en llamas,
fue hasta ayer nomás,
el suelo donde estaba levantado,
con toda su precariedad…
mi hogar y mi refugio.
Porque allí tuve hasta ayer una camita algo tibia,
un pan y un té o una leche mañanera algo caliente
y un nanai de parte de mis papis cada amanecer
así como un consuelo cálido
cada vez que tuve frío
en esas gélidas noches
de calle sin techo digno en mi amada casita/carpa…
… en mi también amada ciudad de Iquique.
Iquique (“¿tierra de campeones?”),
ciudad que hasta ayer nomás fue mi nido
de pajarita chica morena y errante,
nido y refugio no definitivo
pero en el que, pese a todo,
fui feliz jugando al pillarse y a las escondidas
durante el día con [email protected] niñ@s migrantes
en mi paso fugaz por este planeta llamado Tierra…
paso fugaz que marca a todos los seres humanos…
… nido y refugio que fue mi dulce hogar
luego de miles de kilómetros andados…
de peligros y de inminente muerte…
y de aprovechamientos de gentes
que lucran con [email protected] migrantes en el camino
usando la necesidad
que tienen algunos seres humanos vulnerables
de encontrar un suelo o un habitáculo
en donde guarecerse del frío
y en donde vivir y alimentarse
y sobrevivir más o menos dignamente…
Por lo mismo digo, y sin resentimientos,
y desde mi condición de niña y sentir de niña,
y sabiendo que olvidaré muy pronto estas penitas
que me hicieron llorar ayer por la manera
en que algunos chilenos “patriotas”
quemaron en Iquique
muchos de nuestros sueños
y nuestros hogares,
que debo pedirles perdón
a esos patriotas chilenos de Iquique
por no poder borrarme hasta hoy
esas llamas quemando
las fotos y memorias
y enseres de sobrevivencia
de mi familia en Iquique…
Recuerdos míos en llamas,
camas quemadas, mamaderas quemadas,
cocinillas para hacer la comida quemadas, remedios quemados,
pertenencias quemadas, documentos migratorios quemados,
ropas quemadas, juguetes de niñ@s quemados,
dignidades humanas quemadas,
fotos de mis [email protected] quemadas…
¡Historias y esperanzas quemadas!
… quemadas por la xenofobia,
pero sobre todo por la aporofobia
y el racismo y el clasismo…
crueldades que sé son el sello
no de todo chileno
sino de una minoría de
[email protected]…
Confieso, en fin, y nuevamente,
y ya para despedirme,
que me entristece harto el recordar
cómo mi casa de carpa precaria
de frío y vulnerabilidad (pero mi casa y mi hogar al fin)
ardió ayer en ese suelo de Iquique, Chile…
… así como me dolió ver a mi mami y mi papi
y a mis connacionales pobres
huyendo como criminales a título de nada,
con impotencia inofensiva y muda,
y con sus niñ@s colgando al hombro,
para librarse de esa hoguera inquisidora medieval y casi nazi
con la que una patota de patrioteros y nacionalistas chilenos
quiso lincharles por el solo hecho
de ser [email protected], pobres y migrantes…
o sea, por ser categorizados por una minoría chilena nacionalista como «nadies»,
como esos “nadies” que hizo visibles hace años
el gran maestro uruguayo Eduardo Galeano!
Comentarios
05 de octubre
Quemar personas, eso es de dictadura…derechos de alguien imaginario…hay muchos niños reales en el sename, en campamentos, hospitales…reales.
0