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Bullying, suicidio y más de 13 razones porque

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Varias impresiones profesionales surgen en respuesta a la polémica generada por Thirteen Reasons Why, serie adolescente transmitida por Netflix que ilustra nítidamente la compleja realidad de quienes son víctimas del bullying. Es cierto, existen algunas diferencias entre el contexto socioeconómico de los protagonistas con nuestra realidad local, pero la capacidad del autor para retratar el impacto de la presión social sobre la estabilidad emocional de una joven dentro de un establecimiento educativo es innegable y absolutamente representativo de lo que ocurre en la educación chilena, sin excepción de ubicación o nivel socioeconómico.

Podría fácilmente dedicar esta columna a la calidad de la serie, que gracias a una selección quirúrgica de jóvenes actores, un guión potente y respetuoso de los silencios presentes en toda conversación humana y de una narrativa capaz de hacernos reflexionar sobre temas que normalmente no reciben la atención que merecen, prefiero dejar que ustedes la vean y creen su propia impresión, a final de cuentas, quienes han dicho que puede ser una mala influencia, dado que incluye escenas de alto calibre; olvidan mencionar que dichas escenas, juntas no suman más de 10 minutos, en más de 700 minutos de grabación, además, dichos sucesos polémicos, ocurren cuando la serie ya te ha atrapado.

Entender y enfrentar profesionalmente el bullying es urgente, más sabiendo que el hostigamiento social está presente, en mayor o menor medida, en todos los establecimientos educacionales del país, impactando el pasado, presente y futuro de casi un 35% de sus estudiantes. Así es estimados, el problema en Chile es serio y nadie ha hecho algo consistente para frenarlo; a partir de la experiencia profesional y de algunos papers que he leído al respecto, 3 de cada 10 alumnos chilenos ha sido víctimas de hostigamientos, ya sea física o psicológicamente, por compañeros dentro del aula o por estudiantes de cursos superiores, dentro y fuera del establecimiento. El aspecto físico, la orientación sexual, variables socioeconómicas, aptitudes deportivas o la ausencia de reacciones violentas de la víctima, son algunas de las razones que impulsan a alumnos más dominantes a agredir a los más débiles, ante la cómplice mirada del resto del curso y la lenta reacción del personal responsable. Es lamentable, si la edad escolar es el periodo donde los niños pueden y tienen que descubrir su fortalezas, debilidades y potencialidades mediante la comparación con sus pares, la crisis de la educación chilena radica en que el sistema ha permitido que dicho proceso se centre en la anulación del otro, como medio de validación personal, algo así como “yo soy linda porque ella es fea o yo soy fuerte porque le pego a todos”.

Thirteen Reasons Why habla de cómo la presión de los pares, termina afectando los procesos de sana interacción, en la medida que quienes buscan popularidad y validación social pueden hacerlo a expensas de personalidades inocentes, llevándolas incluso al suicidio. Secundariamente la serie también nos habla de cómo los padres desatendemos un sinnúmero de señales y de la frecuente presencia dentro del sistema, de profesionales bien intencionados, pero carentes de las competencias necesarias. Algunos dirán que no es primera vez que alguien habla de la vida escolar, también dirán que sí existen escuelas, colegios y liceos donde el problema no es grave, quizás tengan razón, pero dejar de ver una historia bien contada, con un lenguaje representativo de nuestros jóvenes, tanto en la forma en que se comunican, como en los errores que cometen, las inseguridades que poseen y la angustia que muchos sienten (o hemos sentido), es un error.

Censurar contenidos que nos permiten conversar y enfrentar problemas es una equivocación, tomemos por ejemplo la “La Ballena Azul”, un fenómeno tipificado por la prensa como un juego, desconociendo que en realidad es un programa de modificación conductual, diseñado por una mente perversa para cautivar a niños y jóvenes con carencias afectivas, que inmersos dentro de redes sociales, buscan poder vincularse y sentirse parte de algo que no poseen en su realidad cotidiana. Ahora bien, quienes satanizan los riesgos de las redes sociales cometen un doble error, tanto porque minimizan la utilidad práctica que tienen las mismas, como porque desconocen y no aceptan una gran verdad, el ritmo de vida que llevamos, nos está distanciando de nuestros hijos, a quienes cada día vemos, pero no observamos y menos conocemos.

"Bullying y riesgo suicida van de la mano, lo que inicialmente puede partir como una broma de mal gusto, un sobrenombre inocente o una agresión de baja consideración, va escalando y comienza a alterar el equilibrio neuroquímico del individuo."

Es fundamental enfrentar el problema del bullying de una manera profesional y contundente, sí, pero exige dejar de conformarse con el trabajo del Mineduc, los departamentos de educación municipal y las unidades de convivencia dentro de los establecimientos, quienes basan sus esfuerzos en la realización de un par de guías en el semestre, posters en los diarios murales, entrega de flyers y la realización de escuelas de padres tarde, mal y nunca; creyendo que así se puede frenar un problema que existe desde siempre y que se ha intensificado peligrosamente, durante los últimos veinte años.

Bullying y riesgo suicida van de la mano, lo que inicialmente puede partir como una broma de mal gusto, un sobrenombre inocente o una agresión de baja consideración, va escalando y comienza a alterar el equilibrio neuroquímico del individuo, produciendo primero en la víctima cambios de humor, falta de vitalidad e irritabilidad explosiva, evolucionando después en autoflagelaciones (cortes superficiales), exploración de conductas de riesgo y pensamientos autodestructivos. Por eso es preocupante que el sistema actúe tan tarde, si sabemos que durante la adolescencia las hormonas inundan a nuestros hijos, una baja en los equilibrios neuroquímicos puede dañar la construir una personalidad adulta saludable. Así que dejemos las cosas claras, aceptando que la búsqueda de autenticidad cree problemas de comunicación con los adolescentes, hay que aprender a diferenciar entre quienes explotan de quienes se apagan.

A quienes lean esta columna (pensada y escrita para ser compartida y conversada) les pido que entiendan que el bullying subyace en sí mismo y no se explica sólo por la mala formación valórica de los agresores en su hogares o en posibles trastornos afectivos de quienes son víctimas; el bullying es trastorno social integral, que debe, tiene y puede ser corregido a tiempo, de manera profesional y contundente, mediante la promoción de ambientes educativos saludables, previniendo así el sufrimiento de estudiantes que no cuentan con herramientas para hacer frente a este problema.

Así que mi recomendación como padre de familia, psicólogo y persona, es que vean la serie junto a sus hijos, permítase un tiempo para poder conmocionarse, entristecerse, escandalizarse y sintonizar con ellos a tiempo y luego converse, por Dios, converse, porque detener el bullying es fundamental para recuperar la alegría de asistir a estudiar y ampliar el concepto de calidad en la educación, a todos los aspectos que conlleva la vida académica.

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2 Comentarios

clado

Gracias estimado por su valioso aporte profesional. No cabe duda que los profesores necesitamos este tipo de ayudas, cuando la situación lo requiere. El enfrentar el bullying no debería pasar por tener buena voluntad; eso no basta, pues se necesita el aporte de profesionales especializados para eso. La complejidad y exigencia del concepto de calidad de la educación requiere -hoy más que antes-, evitar la simplificación de las tareas profesionales que la escolaridad necesita y lo delicado de esto es que en la educación todos educamos; de hecho, la vida académica con menos rigor profesional que el que la educación escolar merece, resulta contraproducente a la hora de poner en práctica lo que deben enfrentar los niños y jóvenes en parvulario, básico y medio. Los padres necesitan ayuda profesional y frente a este flagelo la profesión de psicólogo es irreemplazable en la vida de la escolaridad.
De pasada y sobre el tema, hace poco encontré casualmente un título publicado por la Universidad Autónoma de Sinaloa UAS., de Irma Leticia Zapata Rivera, que informa de una investigación en escuelas de la ciudad de Sinaloa: “La violencia: una enfermedad en la escuela” Puede que allí, el bullying sea algo especial, pero las raíces parecen ser comunes y puede ser de utilidad en nuestro medio. (https://www.academia.edu/32916797/La_violencia_Una_enfermedad_en_la_escuela)
Un saludo cordial

    Patrick Fisk

    Gracias por tus palabras y es cierto, el problema es muy grave, pero nadie le toma el peso aún.

    Ojalá existiera un colegio para hacer un trabajo piloto, donde variando contenidos, premiando lo pro social y favoreciendo la discusión sensata

    Las familias, los profesores y el alumnado iniciarán un cambio sustancial, pero por hoy, muchos Psicólogos son vistos como clínicos para adolescentes, teniendo poca ingerencia real.

    Ver la serie y sensibilizarse quizás sea un buen punto de partida