Dice Constantino Kavafis:
“No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón.
Seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.”
En otra versión dice:
“No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo. “
Líneas de la primera estrofa del poema “Viaje a Itaca”. Probablemente escrito antes de 1911. Murió este grande de Kavafis el año 1933 que, no por nada, co-incide con la elección democrática de Hitler al gobierno alemán.
[texto_destacado]Pero Kavafis existía en la calles egipcias de Alejandría, al otro lado del Mediterráneo. La de crepúsculos cálidos hermosos (a los que Serrat cantará todavía finalizando: “Yo también… nací en el Mediterráneo”) –ese mar cuna de buena parte de lo humano de todos los tiempos.
Como siempre con uno grande –otro de su talla se llama Kafka-, me es casi imposible elegir cuál traducción dice más. Porque sucede que el buen poema es tan exacto, parece una ley de la naturaleza (o es la naturaleza hecha ley), y afirma con tan poco boato, tan lacónico, y solamente resuena como en las campanas que siempre han querido ser las más grandes campanas de la Tierra.
Vamos al asunto.
Pero el primer asunto es la imposibilidad de comentar a uno grande. Pues cualquier cosa que uno musite le queda corto y uno hace poco menos que un ridículo. Aunque más ridículos parecen aquellos que escriben y hablan diciéndonos “qué realmente dijo o quiso decir”… el/la poeta.
Toda interpretación de ellos se topa con la exposición de sus propios límites. Es más, estas interpretaciones denuncian mejor que nada la calidad del intérprete.
Para mí que solamente intento leer. Que lo intento y que leo. Y me quedo mudo. Todo cuanto es necesario está dicho y no parecería haber mejor manera de decirlo: la mejor interpretación del gran poema es repetirlo.
Está el poema y todo el silencio que crea a su alrededor: en el caso de estas líneas, por ejemplo, la “selecta o exquisita emoción”. Qué se precisa: una versión dice “espíritu”, la otra dice “alma” –una polémica histórica tal vez-, pero ambas co-inciden en la palabra “cuerpo”.
“Emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo” / “emoción que penetra en tu alma y en tu cuerpo”. Una sobredeterminación de lo emocional en los cuerpos humanos.
Emocionar que ha continuado (ha precisado) la mención inmediata anterior del pensar, del pensamiento. Sí, sin duda. Pensarás (o imaginarás) inevitablemente a los monstruos. Pero entonces diría tal vez: vístete entero de la emoción y elige la delicada, ocúpate con la exquisita.
¿Cómo así? ¿No se supone que las “emociones” nos toman nos capturan nos nublan nos hacen pasivos sujetos? Pues, parece que ni tanto. Pareciera que este poeta nos convoca a descubrirnos seleccionando las emociones. Que tampoco sería controlar cuál es la conveniente y cuál reprimir, sino, sencillamente, saberse y conocerse libre de haberlas conocido todas y elegido “las de uno mismo/las que soy yo mismo”.
Y ya vamos poniendo punto final. Que no nos vaya a suceder traicionando inmediatamente a Kavafis de Viaje a Itaca, o a Kavafis de Esperando a los bárbaros. Señoras y señores: lo bueno excede y las palabras solamente convocan.
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viveroscollyer
Shit… silencio
Hemos interpretado a Kavafis, tamaño empeño y aventura
Del poeta griego moderno nos han llegado, al menos,
dos obras maestras de la poesìa: «Esperando a los Bàrbaros»
y «Viaje a Itaca».
Aquì nos dedicamos a la segunda. Y esperamos no
haber cometido demasiados, como dijo alguìen
sibarita: «desaguisados».