Me atrevería a afirmar que desde que tengo uso de razón que el tema de la delincuencia nos recorre, atraviesa y cuestiona diariamente. Me cuesta visualizar algún tiempo en el que no sea tema, o no esté dentro de las preocupaciones de las élites, los medios de comunicación, la gente, la población. Como que fuese un fenómeno siempre en ascenso, y que si no es top one es porque otro tema lo despojó ocasionalmente de ese primer lugar que le pertenece de suyo.
Es caballito de batalla en tiempos de elecciones, y en todos los tiempos. Son los nuevos tiempos vertiginosos, de competitividad extrema, de inestabilidades, de vivir a medio morir saltando, de costos fijos cada vez más elevados dentro de nuestros presupuestos, pero con ingresos con mayor componente variable, de empleos cuya precariedad va en alza para “aligerar” a las empresas de modo que puedan moverse en los mercados como pez en el agua. Todo esto tiene consecuencias no menores en términos delincuenciales. Cuando la ética del “todo vale” es la dominante, cuando la codicia irrefrenable campea por doquier, cuando manda la política del agarra Aguirre, cuando agarramos dobles viáticos, cuando los espacios públicos se reducen y amplifican los reductos privados, cuando nos coludimos y paga moya, cuando unos pocos tienen pensiones de privilegio y la inmensa mayoría tiene pensiones de miseria, entonces no nos sorprendamos si la delincuencia va al alza.No faltan los gobiernos que intentan ponerle el cascabal al gato y se ponen a construir cárceles para superar el histórico déficit que tenemos no solo nosotros, sino que todo el mundo. Lo que se haga en materia carcelaria no es sino una manito de gato que no le hace ni cosquillas a la delincuencia, porque siempre se quedarán cortos.
No hace mucho apareció un candidato presidencial, asegurando con voz altisonante que “se va a acabar la fiesta de los delincuentes”. Banderita que le sirvió para ganar la contienda presidencial, pero no la batalla contra la delincuencia. Sus palabras se las llevó el viento. Desde entonces, en vez de fiesta, los delincuentes están de carnaval. Los de arriba y los de abajo.
No faltan los gobiernos que intentan ponerle el cascabal al gato y se ponen a construir cárceles para superar el histórico déficit que tenemos no solo nosotros, sino que todo el mundo. Lo que se haga en materia carcelaria no es sino una manito de gato que no le hace ni cosquillas a la delincuencia, porque siempre se quedarán cortos.
Desde la derecha la receta es una sola, clarita, contundente, milagrosa. Reprimir, dejar caer todo el peso de la ley, más carabineros, endurecimiento de las leyes, cerrar las puertas giratorias, bajar la edad de imputabilidad. Claro, siempre que se trate del delito callejero, de violencia con arma blanca. Los de cuello y corbata, esos que abusan una y otra vez de letras chicas, colusiones y demases, esos parece que hay que tratarlos con guante blanco.
Estamos inmersos en una sociedad cuya capacidad para producir delincuentes al por mayor supera con creces su capacidad para enfrentarlos. Todas las medidas que se adopten irán a saco rato en tanto no se reconozca que bajo la sociedad que estamos construyendo no tenemos remedio. Si queremos enfrentar en serio la delincuencia, lo primero es lo primero: cuestionarnos la sociedad en que vivimos, hacer un alto en el camino, reflexionar y cambiar nosotros mismos. Ser más con menos, abrir nuestros corazones. Jesucristo, Mandela, Gandhi, Martin Luther King, Sor María Teresa de Calcutta nos señalan el camino a seguir para salvarnos. No hay atajos.
Comentarios
18 de agosto
Buena reflexión y macabra también… Si un problema me sirve como lema de campaña… ¿para qué solucionarlo?
Siento que la falta de cohesión y empatía es una de las aristas.
Si veo a los delincuentes como parásitos o tumor, busco extirparlos con más cárceles y de esa forma no los veo, pero olvido que en el mundo delincuencial, hay competencia, por tanto saco a uno y aparecen más
Es como lo que pasó con Pablo Escobar y Saddam (saco al número uno y aparecen varios nuevos números uno)
Hay que empezar a ver la delincuencia como un síntoma social, como una expresión de la desigualdad y el descontento.
Acaso esperamos que hacinando a sus niños en establecimientos educacionales horrendos, brindándoles una salud paupérrima, regalando casas malas en la periferia, intoxicandolos con patentes de alcoholes y suma y sigue….. ¿Esperamos que no nos deseen mal?
El delincuente roba lo que no tiene TRANQUILIDAD
eso… Gran columna amigo
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23 de agosto
Interesante la opinión de don Rodolfo. Y TAMBIÉN ESTÉRIL. Y sin querer asociar a don Rodolfo con la izquierda, comento que por lo general respecto de esto de la delincuencia, la gente de izquierda es más vaga, imprecisa e inútil para proponer soluciones. También podríamos decir que en realidad no propone nada concreto. Se reduce a criticar la dureza de las propuestas de la derecha, criticar las cárceles y la extensión de las penas. Asocia la delincuencia con la distribución de la riqueza, y afirma que de mejorar la última, disminuiría la primera. Pero dicha afirmación nada resuelve respecto del presente, del aquí y ahora. Porque aquí y ahora, con la mala o exageradamente desigual distribución de la riqueza, hay una gran mayoría que no delinque y que se cuestiona PORQUE QUE NO TIENE NINGUNA RESPONSABILIDAD EN LA DESIGUAL DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA, Y TODAVÍA MÁS, NO ES BENEFICIARIA DE ESA DESIGUAL DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA, PERO SIGUE SIENDO VÍCTIMA DE LA DELINCUENCIA.
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23 de agosto
Echar la culpa de la delincuencia a la desigual distribución de la riqueza tiene mucho de parecido a la promesa del Reino de los Cielos después de la muerte, es una utopía huera e irrelevante. No significa nada concreto. De partida porque como dije, con un mismo estándar de distribución unos delinquen y otros no, y dentro de los que delinquen los hay con muy buenas rentas.
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23 de agosto
No tenía de que al Quinto Poder le desagradasen mis opiniones al punto de borrarlas. No creo que dentro del mar de articulistas, puedan llegar a tener tanto peso. Pero se me las borra.
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