La Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades le confiere el deber a este órgano institucional de asegurar la participación de la comunidad en el progreso cultural, junto con elaborar, como una facultad privativa del municipio, el Plan de Desarrollo Comunal -PLADECO-, que entre otros, debe promover el avance económico, social y cultural de la comunidad.
Así, en el año 2003 nuestra comuna fue dividida administrativamente en siete barrios: El Cortijo, Juanita Aguirre, Vespucio Oriente, Balneario, Central, Vivaceta Barón y Sur. De esta manera, la máxima representación del Estado en lo local, definía las nomenclaturas a través de las cuales se entendería y relacionaría con la comunidad y sus organizaciones. Esta práctica institucional, sin constituirse en acto administrativo alguno (según respuesta 20065/2018 a solicitud de información pública por el portal de transparencia de la Municipalidad de Conchalí), se transformó en una “mera costumbre” que se reproduce sistemáticamente hasta hoy, y que se ha sobrepuesto a los bacilos democráticos sin una aparente reflexión o estudio crítico sobre sus motivaciones y su impacto en la construcción de una identidad local representativa y convocante
Si después de una década y media de aplicación permanente y sostenida de una política institucional no hay elementos considerables que avalen su justeza, y con ello emanan consideraciones que relativizan su coherencia y representatividad, es dable preguntarse: ¿Es esta la división barrial que necesitamos? veamos un par de ejemplos.
El origen de nuestra comuna se ha forjado de diversas maneras; desde históricas tomas de terrenos, auto construcciones, cooperativas, viviendas sociales, hasta edificaciones a cargo de cajas de empleados públicos o privados. En la actualidad, existen más de cien poblaciones, villas o sectores, nombres cuya mayoría son sólo identificados por sus residentes originarios, sin embargo, conviven con denominaciones comunes que generan unidad y cohesión de los diferentes actores locales, y que representan a territorios integralmente más allá de sus particulares orígenes, como lo son los casos de El Cortijo, Juanita Aguirre, Eneas Gonel, Barón de Juras Reales, Santa Mónica, Santa Inés, Irene Frei, Zapadores, Monterrey, La Palmilla, entre otros.
La Palmilla -o el palmillano o palmillana- es una auto identificación que comprende desde las Calles Rupango y Vascongados, por José María Caro, en las Unidades Vecinales 43 y 25 (hoy pertenecientes al Barrio Juanita Aguirre), pasando por las poblaciones Villa Principal, Santa Sofía, Santa Elisa, El Guanaco, Elisa Undurraga, Los Minerales, La Conchalí, Dieciséis de Abril y Arquitecto O´Herens, entre otras, correspondientes a las Unidades Vecinales 21, 22, 23, 24 y 38 (las que actualmente están reunidas bajo el denominado Barrio Vespucio Oriente). Incluso en buena parte de la Población El Carmen de la Unidad Vecinal 20, al igual que en las Calles La Palmilla y Pedro Fontova, como en las Avenidas Cardenal José María Caro, Diego Silva y Principal: La Palmilla sigue generando identificación común.
La paradoja es que en la actual división no existe un Barrio La Palmilla, a pesar de que dicha concepción representa a miles de vecinos y vecinas de los sectores mencionados. Es más, se obliga a los vecinos y organizaciones de las Unidades Vecinales 25 y 43 a ser parte de un Barrio que no los representa, y por tanto, no propende al compromiso colectivo con él.
Una situación de similares características ocurre con toda la franja que va desde Isabel Carrera hasta Independencia, entre la Calle Huechuraba y Caletera Américo Vespucio Norte, donde dichas poblaciones fueron fundadas por las Cooperativas Punta de Diamantes, Oscar Heiremans y Unión La Granja, los sectores José Franchini y Huechuraba, todos estos agrupados en la Unidad Vecinal 29, incluida en el Barrio Juanita Aguirre, una definición que aparte de inspirarles respeto no es mucho más lo que les genera a sus habitantes.
Refundar barrialmente nuestra comuna es una necesidad que resulta evidente y que debe transformarse en una política pública cuyo origen, resolución y aplicación, debe ser a través de un proceso con participación ciudadana temprana y vinculante.
Revisemos el caso de las villas y poblaciones Santa Mónica, La Araucanía, Congo y San Fernando de las Unidades Vecinales 1, 3, 11, 12, 15, 16 y 40, actualmente agrupadas bajo la denominación Barrio Sur. A modo de referencia, cabe mencionar que en la Comuna de Antofagasta hablar de Norte y Sur es algo que genera identidad colectiva, dado que la ciudad está literalmente dividida por la línea del tren, generando en estos puntos cardinales un sentido territorial indiscutible. Sin embargo, en Conchalí qué identidad colectiva puede generar una acepción que nada tiene que ver con nuestra historia. Con ello, también es legítimo preguntarse: ¿Es razonable esperar que un ciudadano de a pie pueda decir orgullosamente que vive en el Barrio Sur de Conchalí y junto a ello comprometerse con el desarrollo de su entorno? La respuesta probable es no, incluso aun cuando hubiese sido su propósito inicial, en la práctica esta política ha devenido en letra muerta y no fortaleció lo que debía: identidad comunitaria. Por el contrario, en algunos casos reemplazó concepciones históricas como La Palmilla por conceptos vacíos como Vespucio, Central o Sur.
Por otra parte, en un contexto de desarrollo de infraestructura de transportes más relevante de las últimas décadas, es indispensable fundar uno, dos o hasta tres Barrios Cívicos, para cuya definición se deben considerar las características históricas y patrimoniales que dan origen a nuestra comuna. Tal es el caso del sector que va desde Avenida Dorsal hasta Olivo, por Avenida Independencia, que prontamente albergará a la estación “Conchalí” del Metro y que potenciará significativamente el tránsito de personas desde y hacia nuestra comuna, aumentando de esa manera la población flotante, además se pretende emplazar un nuevo edificio consistorial municipal y reubicar a la Biblioteca Pública. Podemos agregar lo que ocurre en la Plaza de La Palmilla y sus alrededores más inmediatos como centro neurálgico, donde son los propios vecinos quienes la reconocen como su Barrio Cívico. Diseñar este tipo de barrios alternativos y potenciar la microempresa familiar que allí se desarrolla, la que se transforma en patrimonio vivo de nuestros territorios, es sin lugar a dudas, un desafío que debemos resolver.
Ahora bien, junto con reconocer nuestra identidad histórica, también debemos entenderla permeable, en movimiento y en permanente cambio, tanto desde un punto de vista infraestructural como en los cambios cuantitativos-cualitativos de la población. A través del tiempo se han desarrollado nuevos espacios de convivencia social, como lo son celebraciones o actividades culturales, generando nuevas tradiciones o sellos identitarios; la población migrante ha aumentado en la última década y las organizaciones sociales han establecido nuevos vínculos de relaciones entre poblaciones que generan sincretismo cultural. Todas estas particularidades que dan identidad comunitaria a nuestros barrios, deben ser considerados para impulsar una Refundación Barrial, que se haga cargo de la realidad territorial y que supere la acotada división actual, que en varios planos no parecer ser más que dos líneas horizontales y cuatro líneas verticales trazadas antojadizamente en nuestro mapa sobre un escritorio de expertos; y con ello, no seguir manteniendo una política que ha deteriorado la cohesión de nuestros vecinos y vecinas, y de paso ha mermado el compromiso de la comunidad con sus “lugares comunes”. Refundar barrialmente nuestra comuna es una necesidad que resulta evidente y que debe transformarse en una política pública cuyo origen, resolución y aplicación, debe ser a través de un proceso con participación ciudadana temprana y vinculante.
Conchalí se acerca a celebrar 91 años desde su fundación y se encamina con ello a su centenario. Varias voces desde las organizaciones sociales, territoriales y políticas, hemos planteado este debate para mirar a nuestra comuna en una perspectiva de largo plazo y diseñar en ese marco las definiciones estratégicas para elevar la calidad de vida de manera integral: un sueño con el que al parecer la democracia ha sido bastante mezquina. La Refundación Barrial es una oportunidad, es un paso a esa dirección, nos debe permitir conversar, encontrarnos y reordenarnos desde nuestros barrios, rescatando su historia, su patrimonio material e inmaterial y su identidad. No es renacer ni partir de cero, la creatividad viva en nuestros territorios nunca ha dejado de desbordar calles y plazas. Es una oportunidad para comprometernos con el devenir de Conchalí y de una vez por todas romper con el “estatus quo” en el que nos han mantenido décadas tras década, e inaugurar un nuevo “contrato social” entre el Municipio y la comunidad, para iniciar así un nuevo ciclo político.
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Rodrigo Caramori
Estimado señor Carrera,
Me es grato comentar que comparto gran parte y la mayoría de sus palabras en esta publicación. A pesar de tener ideas, conceptos y matices diferentes a los suyos, reconozco en usted a una persona seria. Un vecino preocupado siempre del devenir comunal.
Me es grato leer sus lineas hoy y poder decir que es lo que creo nos hace falta como vecinos y habitantes de esta tierra. Pensar Conchali para los próximos 10, 20, 30 y 50 años.
Como bien dice, Conchalí ha pasado por distintas administraciones, de distinto tinte político, y bien poco se ha avanzado. Debemos pensar la comuna, verla en su contexto, como un todo, pero a la vez pensarla y proyectar como cada uno de sus barrios se va interlazando armoniosamente entre si. Cada uno con su identidad, sus costumbres y sello.
Sería lindo e interesante se pudieran unir distintos pensamientos en torno a una mesa redonda. Donde ideas, sueños, y las distintas visiones vayan confluyendo en torno a hacer progresar la comuna a una escala humana, tanto en lo económico, cultural y social.
Conchalí ha sido siempre cuna de talento, sacrificio y destacados hijos. Como bien menciona, nos acercamos al aniversario centenario de Conchali, comuna madre del sector norte de la rivera norte del río Mapocho. Es tiempo de unidad, de compromiso y altura de miras. Encantado aceptaría una invitación de ese tipo, especialmente al lado de personas respetables y serias como lo es usted.
Felicitaciones, y saludos cordiales.-