En octubre del año 2020 se llevarán a cabo las próximas elecciones municipales en Chile, la ciudadanía acudirá a las urnas para ejercer su derecho a sufragar y, en un solo acto, escoger a quienes encabezarán los destinos de los “gobiernos” locales, además por primera vez en nuestra historia elegirá también a gobernadores regionales. Es sin duda, un momento de alta relevancia para las comunidades locales y para el país, por una parte serán la antesala de las elecciones presidenciales y parlamentarias del año 2022, y por otra, y tal vez lo realmente relevante, estas se dan en el marco de un importante debate, cuyo alcance y profundidad se evidencia en la contradicción Administradores v/s Gobiernos Locales.
Y es que es precisamente desde los municipios, que diversos alcaldes y alcaldesas han irrumpido en el debate público proponiendo iniciativas innovadoras en sus gestiones para combatir las desigualdades generadas por el modelo, al mismo tiempo que lo confrontan y evidencian su incapacidad de dar respuestas democráticas. No es casual que dentro de las principales cartas presidenciales se ubiquen ediles de diversas filiaciones partidistas.
Lo que se juega el 2020 es ni más ni menos que la posibilidad de reconstruir nuestra identidad colectiva precisamente desde lo colectivo, y validar la política como un instrumento para pensar la comuna a la que aspiramos
Para Conchalí esta elección tiene un énfasis trascendental, en tanto nos emplaza a movimientos y organizaciones sociales, a fuerzas políticas y a la ciudadanía en general, a asumir la responsabilidad de una necesaria y amplia convergencia social y política, uniendo todas las luchas, los sueños y propuestas de cambio, sobre la base de construir un programa representativo de gobierno local, de profundidad democrática y con un sentido estratégico de desarrollo sustentable, que termine con el estancamiento y el status quo en el que se ha mantenido nuestra comuna durante décadas.
No se trata del mero acto de escoger a un Alcalde o Alcaldesa o a Concejales y Concejalas, nuestro incentivo no debe estar puesto solamente en la idea de cumplir con un mínimo que supone la democracia, no es solo ir y poner la raya, y es que, el sello de este acto eleccionario debe ser el iniciar un nuevo camino para nuestra comuna en miras a su centenario, un nuevo entendimiento del rol del municipio y sus autoridades, para escribir un nuevo “contrato social” que inaugure un nuevo ciclo político que ponga en el centro lo que nuestra comuna y sus habitantes reclaman.
En consecuencia, lo que se juega el 2020 es ni más ni menos que la posibilidad de reconstruir nuestra identidad colectiva precisamente desde lo colectivo, y validar la política como un instrumento para pensar la comuna a la que aspiramos, dañada por deficientes políticas públicas locales o por la ausencia de ellas, o sencillamente por administraciones carentes de una mirada de largo plazo.
Diversos alcaldes en nuestro país, como el alcalde Daniel Jadue, han demostrado que es absolutamente posible, aun con presupuestos restringidos, llevar adelante programas de transformación social desde los gobiernos locales que se asuman como tales. Tal es el afán de lo que viene, es una elección sencillamente histórica.
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