Pensar la gestión Municipal teniendo como techo la lógica de los municipios post dictadura no sólo es limitado y equivocado, si no que desconoce un hecho histórico en nuestro país y sus necesarias e ineludibles lecciones: La revuelta social de Octubre. Mientras candidatos y candidatas se pelean e interpelan en debates o redes sociales por lo que debe o no hacer un o una concejala, como si la elección se fuera a definir por la mera repetición latera de un “checklist” de responsabilidades, que dicho sea de paso son bastante más que fiscalizar, la ciudadanía reclama nuevas miradas y formas de comprender y ejercitar la función pública que recojan precisamente el espíritu del 18O, y que desde allí establezcan relaciones más horizontales y directas con las comunidades.
Limitar la acción de un concejal o una concejala a su responsabilidad de fiscalizar las acciones del Alcalde, es desconocer su rol político y su potencial como sujeto de cambios y transformaciones y como un representante democráticamente electo para, valga la redundancia, representar a las y los vecinos en cada acción que en dicha investidura realice. A mayor abundamiento, es también una compresión limitada de dicho cargo ya que éste se desempeña en un contexto de cuerpo colegiado, que por ley es fiscalizador, normativo y resolutivo. Por cierto, esto en ningún caso implica restarle valor a la necesidad de potenciar las atribuciones del Concejo Municipal, además de descentralizar el poder del Alcalde o Alcaldesa, dando más poder de incidencia directa a las y los habitantes de cada comuna.
En el Chile que despertó y repletó las calles y avenidas para dejar atrás décadas de abusos e iniciar un nuevo ciclo político, las respuestas de quienes buscamos un cupo en el Concejo Municipal ante las legítimas y necesarias inquietudes y exigencias del movimiento social en toda su diversidad, deben ser a partir de una compresión integral, innovadora y con un fuerte compromiso democrático. No podemos desconocer el mandado del pueblo soberano en orden a superar las barreras y enclaves de la democracia tutelada de la transición que se expresó también en la lógica de “administrar” municipios, desconocer esto es ponerse del lado del status quo, de que nada cambie.
La ciudadanía exige saber por quiénes está votando y esto no se mide solamente por buenas obras, y Conchalí es un ejemplo de ello, hace tres elecciones que no se reelige a un Alcalde pese a las obras e inauguraciones. ¿Cómo votará determinados proyectos? ¿Cómo definirá su voto? ¿Con quiénes se reunirá? ¿Qué propuestas promoverá de resultar electo o electa? Y sobre todo ¿Viene a mantener el actual orden de cosas o asumirá como propia la demanda de transformaciones, para dejar atrás a las autoridades que sólo administraron la función pública, sin vocación de innovación, para dar paso a los necesarios y reales Gobiernos Locales?
Limitar la acción de un concejal o una concejala a su responsabilidad de fiscalizar las acciones del Alcalde, es desconocer su rol político y su potencial como sujeto de cambios y transformaciones
A rodear las municipales con movilización y debate de ideas y a votar por proyectos y personas que avancen con nosotras y nosotros hacia el nuevo Chile, hacia el nuevo Conchalí.
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