“Lo que se pueda concesionar pues se concesiona”, dijo Ricardo Lagos. Con la misma voz golpeada de antaño, pero con el dedo un poco más arrugado, repartió retos a diestra y siniestra, abogando por privatizar todo lo imaginable. Como era de esperar, recibió aplausos entusiastas de quienes, en ese mismo foro de ICARE, le declararon su amor años atrás.
El pensamiento del ex presidente en materia económica, así como su puesta en práctica, es ampliamente conocido por el público. Lo que sí resulta curioso es que, en tan sólo 24 horas, el periódico La Segunda nos comunicó en titular que: “MOP proyecta 45 mil empleos al año por concesiones”. Aquella decisión política es “parte de la agenda para la reactivación económica”, complementó el periódico vespertino.
Lo anterior da cuenta que el Ex Presidente no da puntada sin hilo y que no habla en el vacío de una aventura intelectual. Más bien parece que el «dedito» de Lagos es más largo de lo que parece, y ha hurgando más allá de lo que sabemos durante estos últimos 8 años.
¿Será que el bacheletismo entusiasta de algunos no ha abandonado del todo el laguismo de antaño? ¿Será que ambas tendencias solo reflejan figuras de poder mas no alternativas? La pregunta es sólo retórica, pues la respuesta es evidente: en el Chile de la Nueva Mayoría poco importa la matriz de origen de ambos, a la hora de administrar el modelo no hay disenso posible.
Dejemos este asunto de lado por el momento. Más allá de la complicidad evidente de las distintas corrientes personalistas del bloque de gobierno, bien conviene analizar el razonamiento de sus líderes en torno a las políticas para enfrentar la crisis o la desaceleración económica. ¿Qué manual de economía sostiene que ante los contextos de crisis es el sector privado el que otorga dinamismo y reactiva la economía? Aparte del recetario del Consenso de Washington y los economistas afines, son muy pocos quienes hoy creen tamaña figura.
En pos de reactivar la economía, la reactivación en clave neoliberal se vuelve la prioridad del Gobierno.
Los privados siempre están más interesados en poner su dinero a salvo que generar empleo y, cuando lo generan, optan por disminuir la calidad de éste. Por ello, es el sector público, el Estado como actor económico, el único que puede reactivar la economía y generar empleos, allí donde los privados no tienen interés alguno por hacerlo. Todo ello, claro está, en sociedades donde el Estado tiene algún papel en la economía real. Como no es el caso de Chile, esa acción proactiva a nivel estatal suele traducirse en transferencias al sector privado (lo que Lagos promueve en el foro de ICARE).
El ex presidente no tiene siquiera el mérito de la originalidad. Uno de los fenómenos más observados durante la reciente crisis financiera fue constatar que -como en ocasiones anteriores- toda recesión o desaceleración económica empuja al sector privado a exigirle a los estados mayor participación, promocionándose como los grandes responsables de la estabilización. Esa participación se tradujo en la inyección de recursos públicos en inversiones privadas -para la generación de empleo, aumento del consumo, etc- a la vez que se le cargó el salvataje a los ciudadanos mediante recortes sociales. Eso fue parte de lo que ocurrió en Europa tras la crisis financiera, cuando los Estados han tenido que salir al rescate de los bancos en Grecia, Italia y España, entre otros. Clásica medida desde la crisis de 1929, que perdura hasta hoy.
Nuestros empresarios, amantes del modelo neoliberal, después de décadas de privatizar ganancias, piden a gritos a los gobiernos que inyecten recursos para la inversión (privada, desde luego). Similar cuestión ocurre, a diario, cuando se genera una baja sostenida del precio del dólar afectando directamente a las exportaciones y las utilidades de sus empresas. De pronto, nuestros Chicago Boys se vuelven proclives a la intervención estatal. ¿A qué se debe tal contradicción ideológica? La respuesta es sencilla: la necesidad tiene cara de hereje.
Para seguir desarrollando el interés privado, la iniciativa privada por excelencia es cargarle la mano al Estado. Cosa curiosa: los privados se candidatean como actores de la reactivación económica, pero le piden al sector público que ponga el capital y/o transfiera responsabilidades. Negocio redondo este de las crisis y desaceleraciones: el Estado transfiere la responsabilidad de proveer servicios al sector privado, aumenta el consumo, la productividad y, todo ello, se traduce en utilidades privadas. En esas condiciones, el círculo vicioso del desmantelamiento del sector público sólo puede crecer.
Ante las palabras del Ex Presidente, la actual mandataria tenía que salir al paso y no perder el amor declarado del empresariado nacional que hoy coquetea públicamente con Ricardo Lagos. Fue así que este 01 de septiembre ha anunciado “un conjunto de medidas pensadas en inyectar dinamismo a nuestra economía en el corto plazo, pues están diseñadas para reforzar y dinamizar la inversión pública y privada de los cuatro meses que quedan de 2014″. En definitiva, se inyectarán 500 millones de dólares para la inversión, básicamente en concesiones, financiamiento de proyectos privados en Valparaíso, Tarapacá y Arica y Parinacota, más la capitalización de Codelco y Banco Estado, entre otras.
Es evidente que tanta reforma impulsada -o declaración de intenciones- no supera la esencia de la coalición de gobierno para tratar de conquistar al votante con un: “Aprendimos, hemos cambiado. Ciudadano, nos interesan sus opiniones y demandas democráticas”. Junto a tibias reformas, se ha buscado intencionalmente instalar el temor sobre cualquier proceso refundacional que cambie las reglas del juego en Chile, incluso, por muy simbólico que este sea.
¿Será que el favor de Lagos al sector privado es (luego de las los actos 1 y 2 de Walker y Martínez) intentar frenar todo proyecto de ley que le quite algún porcentaje de utilidades a las grandes empresas y que se plasmen en nuevas reglas del juego?
Con todo este panorama, es evidente que el rol de la Nueva Mayoría es ser la Guardia Suiza del Pontificado Neoliberal chileno. Todo lo que surja y se mueva fuera del dogma será acusado como imposible de alcanzar y digno de eliminar del debate, de modo que no desequilibre el orden existente (por muy malo, desigual, y siniestro que este sea). La política es siempre una correlación de fuerzas donde los actores se enfrentan y donde unos mantienen la hegemonía por sobre las demostraciones de fuerza de otros. En este caso, la hegemonía es la de los grandes actores económicos que, sin tener nada de legitimidad democrática, hacen política 24/7, todo el año. Desde una esfera supuestamente no política definen el ir y venir de Chile.
Entonces, parece que Lagos no se pierde y orienta eficazmente a la guardia Suiza del modelo desde la Basílica de ICARE. En tiempos de crisis se abre una gran oportunidad para hacer negocios privados que den un supuesto giro al programa de la Nueva Mayoría, donde las “grandes reformas” se transforman en reformitas cada vez más consensuadas con el mundo empresarial. En pos de reactivar la economía, la reactivación en clave neoliberal se vuelve la prioridad del Gobierno. Para ellos no se trata de salir de la crisis, se trata de buscar la excusa perfecta para que nada cambie y siga desde el mismo punto de partida de los años 80’, donde los privados hacen lo que debiera hacer el sector público (con jugosas ganancias particulares). Así, en ICARE pueden estar tranquilos y -a riesgo de sonar cursi- pueden seguir enamorados de Lagos.
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