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La transición continúa «transiciendo»

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Qué privilegio el de algunos seres: tener dos almas. ¿Cuántos problemas se habrían ahorrado los grandes personajes teniendo un alma para ganarse el cielo y otra para vender al diablo, entregándose a los placeres terrenales? Por desgracia, la vida no es fácil. Ni siquiera en la ficción.

¿Será que en la política -que a veces está más allá de la realidad y la ficción- las cosas pueden ser diferentes? Todo parece indicar que la pregunta pierde relevancia en el persistente afán de dotar de, al menos, dos almas a toda coalición política.

El bien y el mal, Gollum y Smeagol, el Jing y el Jang, los colorines y los chascones, los orgánicos y los díscolos. Siempre ronda un relato acerca de dos almas en tensión dentro de un mismo bloque, como si hubiera una disputa a muerte de posiciones que, por lo general, lejos de disolver la bestia amorfa, constituyen una perpetua unidad de defensa y sobrevivencia.

¿Qué resultó de la tensión entre autocomplacientes y autoflagelantes de la Concertación, aparte de un sabroso pero infértil debate? La transición siguió su curso, y la complacencia y la flagelación convivieron como si todo se tratase de un ritual de democracia sadomasoquista, que terminó en que los hombres y mujeres de la transición siguen «transiciendo”, tal cual señala un guión de un canal de TV de los ‘90, hoy extinto.

Actualmente, cuando la institucionalidad política muestra fisuras y la ciudadanía exige cambios sustantivos, el relato de las dos almas emerge nuevamente como un empate que se disfraza de catastrófico dentro del bloque gobernante. Los jóvenes dirigentes de los noventa, con un renovado progresismo -pragmático-, batallan contra el enquistado poder de conservadores dirigentes -también pragmáticos- ya gastados en los patios interiores de la democracia pactada, pero que ante todo les une el legítimo y nunca bien ponderado, era que no, pragmatismo.

La patrulla juvenil de la Presidenta Bachelet, versus los amigos de exilio de la Michelle, hoy se transforman en Dr. Jekyll and Mr. Hyde, con discursos tipo: “son más las cosas que nos unen, que las que nos dividen”; “no es el momento de las divergencias, es el momento del consenso”; o “esperemos que lleguemos a una política de los acuerdos”. Parece que el Plan Z al que se refería el Diputado Cuevas, era al programa del canal Rock & Pop, que heredó el oficialismo en su relato noventero.

¿Asistimos a dos almas en tensión frente a una coyuntura de cambio? ¿O será todo un libreto bien diseñado y muy bien aprendido para enriquecer la literatura política nacional? ¿A nadie le parece raro que el joven Ministro de Interior tenga como jefe de gabinete a un alfil de Camilo Escalona? Aquel hombre que todos creyeron ver “con el pijama puesto”, se jacta de ser un “duro de matar”. Señalado diariamente como enemigo interno de la Nueva Mayoría, el nuevo amigo del empresariado tiene: a un militante de su confianza junto al Ministro de Interior, a la jefa de gabinete de la misma Presidenta de la República, el control de la directiva central del PS, la Presidencia del Instituto Igualdad, y, como si fuera poco, a la mismísima Presidenta del país (que pertenece no sólo a su mismo partido, sino también a la misma tendencia interna). ¿Alguna otra cosita? Bueno, parece que algo de razón tiene, aún está vivo en la política nacional, y sabe muy bien cuando debe hacerse el desahuciado.

Los jóvenes dirigentes de los noventa, con un renovado progresismo -pragmático-, batallan contra el enquistado poder de conservadores dirigentes -también pragmáticos- ya gastados en los patios interiores de la democracia pactada, pero que ante todo les une el legítimo y nunca bien ponderado, era que no, pragmatismo.

¿Qué podemos decir de la presencia de Mahmud Aleuy secundando a Peñailillo? Walker y Martínez ya tienen el control de la Democracia Cristiana y ahora Escalona va con todo para salir del bunker y retomar las riendas del Partido Socialista. Todo parece indicar que lo logrará. ¿O alguien cree -ingenuamente- que Osvaldo Andrade tiene alguna intención verdadera de frenar ese hecho?

La política chilena transcurre con muchísimo ruido, pero con muy pocas nueces. Las dos almas son sólo dos tibios vapores que enfatizan sus diferencias superfluas para ocultar sus acuerdos en lo fundamental. La cocina de los acuerdos es más pequeña de lo que aparenta.Incluso cuando ni siquiera en el comando presidencial había consenso sobre dicho programa, sí hubo un acuerdo mayor -un consenso consensuado  de la transición que sigue transiciendo- donde, desde la actual Presidenta hasta el Presidente de la DC, lograron cerrar el pacto Nueva Mayoría (incluido el Partido Comunista y el líder de Fuerza Pública): “tranquilos, lo resolveremos en el Congreso, entre nosotros”, pareciera que dijeron.

La tesis aquí suscrita -para quien quiera oír- es que no existen dos almas en la Nueva Mayoría, sino sólo un diseño.

Se trata de un esquema en el cual los tomadores de decisiones siguen siendo los mismos que en la vieja Concertación, pero algunos han asumido la ingrata tarea de ser los chivos expiatorios para que todo siga igual, manteniendo la figura de la Presidenta al margen de aquella clase política rechazada y desgasta.

Bachelet y la nueva generación que la acompaña, asumen la figura y la ilusión de un sub-bloque que realmente pretende lograr las transformaciones anunciadas en su programa de gobierno.

Como en la vieja dinámica del policía bueno y el policía malo, la mano dura y la blanda trabajan juntas. No es más que un teatro. No es más que un equipo donde cada uno asume el rol que le corresponde para cumplir el objetivo que se les encomendó desde el 88’: gobernar sin que nada cambie. Hoy por hoy, sólo cambia el cocinero y quedan debajo de la mesa los mismos de siempre: los 17 millones de chilenos.

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3 Comentarios

peon

Terminé preguntándome de qué cosa está hablando usted… Cierto día escuché una canción que decía «todo me parece bonito»… Lo que sí me queda claro es que a usted no todo le parece bonito… Me pregunto, ¿de qué forma le gustaría que actuasen los políticos?… Por mi parte, cada vez que les pongo un poco de atención, me parece que hay mucho chaqueteo… Si el bando opositor se refiere al gobernante, de ellos habla peste. Basta ver un poco las noticias, cuando habla la gente de la derecha respecto de lo que hace el gobierno para «desencantarse» enormemente de ellos. Desencantarse, claro, es bastante condescendiente con ellos, porque, lástima que nos se les pueda tirar por la cabeza el florero de la mesa de centro a través del televisor y no porque pensemos distinto, sino porque es imposible procurar entender a esas personas… A ellos: «todo les parece feo»… Respecto a los ex-concertacionistas o nueva mayoría, y posiblemente respecto a todos los políticos, particularmente por la influencia de los partidos y lo que siempre piensan respecto a la proyección de sus personajes y cómo los vemos quienes votamos en las elecciones, pareciera que se acomodan en cada situación para poder salir bien parado de cada problema que se les presenta, pero, yo creo que la mayoría «de los televidentes» percibe esto como algo ya normal… Es su forma de ser. No creo que cambien nunca… ¿Qué es lo que en realidad espera usted de ellos?…

mick

Debiera corregir el titulo por LA NUEVA PILLERIA, Queda demostrado que le quedo como PONCHO gobernar CHILe a la chanchalet.

Alfredo A. Repetto Saieg

Quien atente o menoscabe las tareas de la lucha política a través del reformismo que caracteriza a la Concertación se convierte de revolucionario, de tribuno popular, en un cómplice y administrador más del neoliberalismo que es un régimen que a esta altura se muestra como lo que realmente es, sin velos ni tapujos: un sistema ineficiente económicamente hablando, amenazante y terrorista en términos políticos y excluyente desde el punto de vista social. Por eso, la transición a la democracia nunca fue tal ya que se insiste en un solo diseño, modelo y proyecto de país que incluso trasciende a la Concertación porque abarca a la derecha duopólica en su conjunto reivindicando de ese modo el libertinaje de los mercados y los dramas que éste produce.

Desde esa perpectiva, la lucha por las transformaciones que nos urgen para que Chile se convierta en un país popular, más justo y equilibrado, que vaya más allá de los desvaríos de esta «democracia» en la medida de lo posible, tendríamos que insistir en los antagonismos que existen entre los intereses de la patronal (fielmente representados por el gobierno y por la Alianza) y las demandas totamente legítimas de los trabajadores, para desde allí replantearnos en otro sentido y bajo una nueva lógica la solución de los problemas que colectivamente consideremos como importantes. Se trata de vivir mejor, con dignidad y con respeto. No es posible continuar con un sistema político que administra la herencia dictatorial para que en la misma medida nada, absolutamente nada se modifique o se altere en favor del pueblo.