Cuando en la infancia aprendimos sobre los dioses teníamos muy claro de cómo funcionaba el mundo.
Cuando asomabas a tu ventana y veías esa enorme masa de agua azul sabías que aquellos eran los dominios de Neptuno. Cuando fuertes ventarrones arrancaban los techos haciendo que las calaminas volasen quebrada abajo, Eolo era el responsable. Cuando tu corazón palpitaba violentamente al divisar sus trenzas a lo lejos, Afrodita era quien jugaba contigo, y cuando veías trastabillar a un borracho en algún callejón adoquinado de Valparaíso no había duda que caminaba en compañía de Baco.
El mundo tenía un orden …o medianamente.
Ocurre que faltaban los dioses de las cosas.
Por ejemplo, faltaba el Dios del Ascensor, aquel artilugio que te permitía comenzar a remontar el cerro. Si hubiese existido, es a él a quien te habrías encomendado para que nunca fallara y así no tener que subir una escala gigantesca para llegar a tu hogar.
Se sentía la falta del Dios del Carbón a quien rogarle para que irradiara calor mas allá de lo habitual y el brasero no se extinguiese apenas finalizado el ángelus pudiendo acompañarnos toda una fría noche de junio.
O el Dios de los Zapatos, dios que te prolongase la vida de ellos alejando la posibilidad de cualquier hoyo en las suelas y así mantener tus pies secos siempre.
En ausencia de los dioses de las cosas se te imponía uno solo que todo lo controlaba. Un dios malhumorado, vengativo, castigador. Un viejo de barba con un hijo famélico y sangrante colgando de una cruz, ambos lejos de toda dicha, de todo placer, de toda posibilidad de la alegría que a tus ojos proporcionaba Neptuno, de las deliciosas sensaciones que te entregaba Afrodita, del placer enorme que siempre estaba dispuesto a dispensarte Baco.
Resulta que es a ese triste y limitado dios al que encomienda a un país entero el señor Presidente al finalizar cada discurso, sin darse cuenta, voluntaria o involuntariamente que cada vez que lo hace… las cosas empeoran.
¿Qué o cual Dios de las Cosas necesitamos para estos tiempos de angustias? Me refiero a un dios de las cosas vivo, ¡vivaz¡, de gran energía, práctico, rebosante de alegría y dotado de inmensos poderes.
Lo que el Presidente desconoce (o conoce pero no reconoce) es que su vida es manejada por Âpate, la divinidad del fraude y el engaño, y también por Dolos, el de los ardides y las malas artes.
Menuda compañía, y mas aun en medio de la peste, peste que también es controlada por Apolo quien tiene en sus manos el poder de curarla, claro que a quien está bajo el dominio de Âpate y Dolos le negará la sanación.
Y como el dios al que su Excelencia encomienda al país simplemente no existe, lamentablemente por ese camino no se llegará jamas a ningún sitio, y oraciones e invocaciones no serán escuchadas, pues oídos solo tienen los que son, incluso los que una vez fueron, jamás los que nunca existieron.
Retomando, pregunto: ¿Qué o cual Dios de las Cosas necesitamos para estos tiempos de angustias? Me refiero a un dios de las cosas vivo, ¡vivaz¡, de gran energía, práctico, rebosante de alegría y dotado de inmensos poderes.
Propongo que sea el Dios de la Olla Común, para que ella permanezca siempre abundante, substanciosa, infinita, con sabor a orégano, comino, pimentón y madre.
Y usted ¿cual propone?
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JAIME PARDO
Un placer haber descubierto El Quinto Poder….la mitología Griega con dios@s que encaminan la vida de los impostores….los dioses de las cosas y la propuesta del dios de la Olla Común…. Se me ocurre el dios de la Revolución, que aún cuando es un dios que duerme, está presente en las sociedades y asoma su cara de vez en cuando……el 18O, estos días en EEUU, e infringe mucho miedo a las élites. Quizás el único que lo hace…
J.A.
Muchas gracias por preguntar, es Ud. muy amable. Yo prefiero que vuelva el uno y único, el verdadero, del cual no sé su nombre ni me lo puedo imaginar , pero que un día ya lejano quizo recuperarnos y darnos otra oportunidad. Es verdad, ya no nos escucha, pienso que en parte porque decidimos ser idólatras e ir por otros caminos, y además se acabaron los buenos a quienes escuchaba. Nosotros , seres oscuros, ególatras, adictos a la maldad ya estamos muertos, no existimos para su infinita existencia.