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Comunidad y grados de libertad

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 En pleno siglo XXI, época conceptualizada e ideologizada como escasa de tiempo, competitiva, exitista y tecnológica, ¿es posible hacer comunidad? ¿Qué características puede tener una comunidad en el marco contextual de hoy? O, mejor aún, ¿Qué características son necesarias para desarrollar una comunidad auténtica a pesar del contexto actual?

La libertad

La libertad es un concepto en extremo relevante, pero que ha tomado distintos puntos de visto en virtud de la época y lugar en que se comprende. Naturalmente, la libertad también puede ser un concepto manipulable e incluso publicitario para los intereses de quiénes ostentan la capacidad de influir a las masas. La libertad es bandera de la izquierda y la derecha, de anarquistas y oligarcas, de conservadores, liberales, xenófobos, homófobos y defensores de los derechos humanos… de creyentes y ateos. También es maleable según la necesidad: el concepto de libertad que discuten hoy en Venezuela los “maduristas” es distinto al concepto de libertad de los opositores. También es cierto, que hay distintos grados de luchas por la libertad, dependiendo el cómo identificamos las fuerzas opresoras o castradoras de la libertad: para un esclavo en una granja de algodón en la Alabama del siglo XIX la “libertad” es muy distinta a la que defiende el dueño de una corporación multinacional que desea explotar los recursos mineros de un país sudamericano y, muy distinta, de la libertad que exige un preso político en el caribe.

Ahora bien, aunque sepamos y nos resignemos a la idea que la libertad siempre será difusa y dependiente del contexto que nos rodea, podemos establecer algunos principios sobre la libertad individual o familiar o de comunidad, que podrían ayudarnos a comprender de mejor manera qué tan libres o poco alienados estamos frente al o en el sistema (dependiendo si nos situamos en un paradigma que cree posible estar fuera del sistema o si asumimos que es imposible salir de él). Es decir:

  1. ¿Yo decido en total libertad?
  2. ¿El sistema decide por mí?
  3. ¿Yo decido en libertad, pero sólo en aquello que el sistema me permite? Y en tal caso,
  4. ¿Es eso libertad?

Si nos detenemos un segundo en esas 4 preguntas, podemos darnos cuenta que lo mismo podemos hacer con el concepto de democracia.

Me parece, después de todo, que la libertad puede esclarecerse, en primer lugar, si desarrolla la dimensión de independencia, y cuando hablamos de independencia, tenemos que detenernos en comprender todas las aristas que la independencia conlleva de acuerdo al ser político-ideológico, ser emocional, ser físico, ser social, ser profesional, etc.; además de fijar a qué nivel hablaremos de ideal de independencia: individual, familiar, comunidad, ciudad, Estado, País, Continente, mundo-especie humana, naturaleza, etc.


El principio regidor es la igualdad y, en palabras de Chomsky, los valores no pueden ser la acumulación y el dominio, sino la independencia del pensar y el actuar, la cooperación para alcanzar o construir objetivos comunes.

Por lo pronto, en este un poco caótico desenfreno de palabras, está claro que la independencia es un juego de palabras que pone en discusión el concepto de interdependencia y el de dependencia. Por consiguiente, la interdependencia (dependencia recíproca) no se contrapone tan explícitamente a la independencia, por lo tanto, a la libertad, pero sí el concepto de dependencia (subordinación, incapacidad de valerse por sí mismo/a). El punto es si realmente podemos librarnos de todas las dimensiones de dependencia o si la interdependencia, en su gen etimológico, no alberga también un grado de obligación o determinismo. En esa línea, quizás sea más indicado, explorar la idea de reciprocidad a secas o, como señalan las culturas nativas andinas, el ayni.

El ayni es considerado un proceso de ayuda mutua, festivo, que se organiza para construir la vivienda de una pareja recién comprometida. Los que participan, son los integrantes del Ayllus, la familia extensa, la comunidad, quiénes también colaboran en otras tareas. De manera implícita, el ayni es siempre recíproco, correspondiendo todos de la misma forma. Otro vocablo similar, de origen quechua, es la minga.

Después de todo, el divagar sobre la idea de libertad, atravesando el concepto de comunidad y, terminando, el de reciprocidad, se ha revisado con el propósito de subrayar que la idea compleja de libertad, puede entenderse mancomunada a la idea de comunidad y no como extremos totalmente opuestos, que es lo que pretenden plantear lógicas terroristas de individualismo, competitividad insana y egoísmo, que, si bien no podemos negarlo completamente, tienden a ser señaladas por el contexto actual como valores propios del ser humano.

La comunidad

La cuestión capital hoy es reflexionar sobre la idea de comunidad. Por consiguiente, debemos desmenuzar varios factores constituyentes: ¿Quiénes participan de una comunidad? ¿Qué tipos de comunidad existen? ¿Qué características posee una comunidad?

Naturalmente, lo primero es determinar los distintos tipos de comunidad. Proponemos el siguiente cuadro:

TIPO DE COMUNIDAD ESPACIO TIEMPO OBJETIVO DINÁMICAS
Sanguínea Pueden compartir distinto espacio. Comparten, inclusive, distinto tiempo. Distintos Preestablecidas/ establecidas en comunión.
Funcional Pueden compartir distinto espacio. Comparten mismo tiempo. Común Establecidas en comunión.
Ideológica Pueden compartir distinto espacio. Comparten, inclusive, distinto tiempo. Común Preestablecidas/ establecidas en comunión.
Geográfica Comparten mismo espacio. Comparten mismo tiempo. Distintos Preestablecidas/ establecidas en comunión.

Si bien, se suele subrayar comúnmente la idea que la comunidad comparte un espacio limitado, actualmente, el concepto ha mutado, afortunadamente, para nuestro punto de vista. Por otro lado, es interesante acotar que los distintos tipos de comunidad pueden integrarse en una sola comunidad: es posible una comunidad sanguínea que, a la vez, sea funcional, a la vez, ideológica y, por último, también geográfica. Muchos pueblos nativos generaron esas estructura particular, incluso hoy en día. No obstante, creemos que es más recurrente el acople en binomios: comunidad sanguínea-geográfica y comunidad funcional-ideológica. No en pocas ocasiones, el acople de comunidad ideológica-geográfica-funcional, ha llevado a macabras evoluciones de sectas, aunque, quizás, de ese tipo de comunidad ideal los medios de comunicación sólo han querido enfatizar lo oscuro y macabro.

Por tanto, habiendo analizado brevemente los tipos de comunidad se establece, indefectiblemente, quiénes pueden ser parte de cada una: un lazo sanguíneo te hace parte de una comunidad familiar; un pensamiento, de una comunidad ideológica, etc.

Ahora bien, las características de una comunidad, como se puede interpretar en el cuadro, dependen del tipo que analicemos. Una comunidad sanguínea se enfoca en el ser emocional y se establece por vínculos de parentesco genético o legal y, en menor medida, voluntario. Abuel@s, ti@s, prim@s, herman@s, hij@s constituyen esta estructura comunitaria, como también, las personas provenientes de otras familias que se unen en pareja con un miembro de la comunidad sanguínea.  Dependiendo el cómo se constituye o dinamiza la comunidad sanguínea en una dimensión ideológica, pudiendo coincidir ambos tipos de comunidad, el miembro externo está en distintos niveles de aceptación, según la legalidad de la unión. De tal modo, una novia, si bien puede participar de la comunidad sanguínea, en casos más conservadores no es partícipe totalmente de ella hasta que se consuma el matrimonio. No obstante, algunas comunidades familiares son tan celosas de lo sanguíneo que, incluso, aún existiendo un vínculo legal o religioso, existe un sutil círculo de confianza aún más duro que excluye a los parientes legales. Determinadas conversaciones, decisiones, discusiones, “secretos” sólo son manejados o desarrollados por los parientes de unión sanguínea pura, dejando fuera a yernos, nueras, cuñad@s y otros miembros de parentesco legal o voluntario.

Una comunidad sanguínea transmite creencias, valores, prácticas, responsabilidades y hábitos. En estricto rigor, es altamente ideológica, aunque la fuerza de la unión no es la “idea” y, por su naturaleza poco voluntaria, es la estructura de más fuerte capacidad de reproducción y muy difícil de abandonar. Las reuniones se concentran en fechas festivas y celebraciones personales, existiendo reciprocidad fuerte en ayudas frente a necesidades, problemas, etc. Naturalmente, como en todo, existe un amplio espectro de dinámicas y estrategias de poder diferentes en las comunidades sanguíneas. Los determinismos son variados, la tolerancia en múltiples grados, los juicios y prejuicios (muy propios de lo social) existen, aunque en una comunidad sanguínea se convive con la diferencia ideológica, cuestión imposible o menos plausible en una comunidad ideológica. Es interesante como miembr@s ya fallecidos, es decir, pertenecientes a otro tiempo, siguen siendo parte de la comunidad.

Una comunidad geográfica, en cambio, comparte espacio y tiempo y, aunque en el pasado solía compartir visiones ideológicas (muchos barrios nacieron de un grupo de trabajadores, de un sindicato o un colegio profesional), actualmente, se ha deteriorado profundamente. Abandono de las dinámicas “comunes” entre los miembros de esta comunidad. Distorsión del espacio público y celo profundo por lo privado: rejas, protecciones, cerraduras, cortinas delimitan y exponen explícitamente el deseo de no interacción, el temor al otro, el mostrar que la comunidad geográfica es totalmente accidental y no reviste ninguna importancia. En estos tipos de comunidad se da cuenta muy comúnmente esto que “la libertad termina donde comienza la del otro” y generalmente, la libertad, en estos casos, se enfoca simplemente en cómo delimitamos nuestro feudo y cómo nos hacemos cargo de mínimas responsabilidades en el entorno. Siempre mínimas. Por lo tanto, el vecin@ cruza la frontera de mi libertad, cuando su basura cae en mi espacio de responsabilidad, cuando las hojas de su árbol vuelan hacia mi jardín o cuando el volumen de su música o televisor invaden mis cuatro paredes. Por consiguiente, el ser un excelente miembr@ de esta comunidad, hoy en día, radica simplemente en no molestar al otro, ser fríamente amable y no intervenir ni cruzar espacios. Antiguamente, los centros vecinales, los clubes de mayores, mujeres, ajedrecistas, las plazas, eran un espacio para compartir, comunicación y amistad. Se entendía la comunidad sanguínea como una segunda familia que “hacía cosas” y “lograba cosas”, activa y participativa. Dictaduras brutales se preocuparon de destruir estas dinámicas.

La comunidad ideológica, y de alguna forma la dimensión ideológica está presente en todas las comunidades (incluso la geográfica que ordena a los habitantes según clase social e, incluso, estilos de vida, siendo muy notorio cuando otr@, distinto, llega: “se está echando a perder el barrio”), se une por consenso de ideas. En la mayoría de los casos es funcional, aunque lo que mejor funcionan son las reuniones, los discursos, las exposiciones y menos, las acciones que funcionen. Partidos políticos son comunidades de este tipo y en ellos también influyen miembr@s muert@s, fundadores, redactores, líderes, etc. No comparten espacio, salvo el que se ha fijado como lugar de encuentro, aunque, en el caso de comunidades ideológicas, por ejemplo, ecológicas sí comparten la misma geografía. Este tipo de comunidades, dependiendo el grado de participación y acción, puede construir dinámicas extremadamente deterministas que, incluso, modifican el vestir, el parecer, el comer.

Finalmente, la comunidad funcional se refiere al grupo de personas que, trabajando más o menos en equipo, se unen con el propósito de lograr determinados objetivos. Es más bien pragmática: conservadores, liberales, comunistas y fascistas, se pueden unir con el propósito de, por ejemplo, ganar un campeonato de volleyball o trabajar en una oficina de negocios. Participan miembr@s de distintos lugares, pero que comparten el momento. En estos casos, por supuesto, también existen dinámicas determinadas y deterministas (en el caso que la comunidad esté al amparo de una institución privada o pública), aunque en general es la comunidad que, en el hacer, va estableciendo las dinámicas necesarias para la consecución de los objetivos o el fortalecimiento de los procesos (consideremos, no obstante, que enfocarse en los objetivos u enfocarse en el proceso, también habla de distintos paradigmas ideológicos).

La comunidad como lucha por la libertad

Lo primero y más relevante es exponer un fundamento clave: la comunidad auténtica sólo es posible en libertad. En ese sentido, independiente del tipo, ninguna comunidad debiera ejercer un marco de obligatoriedad sobre sus integrantes, aunque sí fortalecer un compromiso. En muchos casos, obligatoriedad y compromiso tienden a confundirse. Realizar algo por obligación es posible sin compromiso, si entendemos compromiso como un querer hacer, querer ser o querer estar, por convicción. Estoy obligado, por ejemplo en Chile, a entregar un porcentaje de mi dinero a una corporación privada con el propósito que haga negocios según sus propios intereses y que, a mis 65 años, me devuelva el préstamo que les entregué -como si yo fuera una institución financiera- en cómodas cuotas para no desestabilizar su rentabilidad. Tal obligación está fuera de todo sentido de compromiso: no comparto ninguna convicción con un sistema de ese tipo. Ahora bien, no es difícil disfrazar de “compromiso” una acción netamente obligatoria. Dinámicas obligatorias se ejecutan en una comunidad familiar bajo el lema de “compromiso familiar”, “para ello somos familia”, “es tu obligación como hijo”, solapando una obligación jerárquica con argumentaciones afectivas y apelando al compromiso. Si alguien se opone a ese tipo de “compromiso”, es juzgado, proscrito, atacado en su ser emocional y desestabiliza sus valores. Por lo tanto, el compromiso verdadero, sólo es posible en libertad. Y si el compromiso y la comunidad auténtica sólo son posibles en libertad ¿cuál es el problema?

Probablemente el problema radique en las estructuras jerárquicas y las estructuras de poder. Pero qué difícil es evitar la jerarquía, por ejemplo en una comunidad familiar, y considerar que se es igual en derechos tanto el que está recién naciendo como aquel que ya ha pasado los noventa años. O más propio de nuestra sociedad: qué difícil es evitar la idea de jerarquía entre quienes están bien puestos en la lógica productiva y los que no, ya sean trabajadores corporativos sobre niños; o profesores y médicos frente a estudiantes y ancianos, respectivamente.

Pero volvamos al compromiso. Creo que la comunidad ideológico-funcional es la única que puede alcanzar un compromiso auténtico, es decir, un vínculo en libertad en la actualidad. La familia en crisis, bombardeada por los medios de comunicación, el consumo, el miedo, las noticias, la escuela, el saber médico, la religión, los patrones preestablecidos, la alimentación; el vecindario, atrapado en el parecer, la imagen, el consumismo, la clase social aspiracional, la delincuencia real y creada, la desconfianza: ambos tipos de comunidad están completamente distorsionadas, coercionadas y dinamizadas por los gobiernos, las instituciones y los mercados. La única oportunidad real y, sin duda, con un terreno completamente fértil es la comunidad que funcione bajo convicciones e ideas, voluntaria, de libre asociación y con compromiso auténtico. En la medida que este tipo de comunidad se fortalezca, la comunidad sanguínea y geográfica, podrá adquirir también los mismos valores y libertades.

Sin embargo, la asociación y la libertad de organizarnos libremente, no sólo ha sido desestructurada (sindicatos prohibidos o débiles, juntas de vecino que se enfocan en el asistencialismo, adultos mayores que son llevados a pasear a la playa por los municipios, etc.), sino que además ha sido demonizada. No voy a esconder, que de alguna manera estoy defendiendo principios anarquistas, ud. dirá ¿Pero el anarquismo no es acaso un caos, un desorden, una violencia salvaje? Si eso entiende, y yo mismo hace un tiempo, es porque el sistema imperante ha querido confundir la anarquía o, mejor aún, la libre autodeterminación de asociación y libertad de los grupos humanos se ha querido confundir con la catarsis violenta e irracional que sólo es producto indefectible del sistema que la acusa y rasga vestiduras. Esto me parece muy lógico: ¿qué gobierno o institución privilegiada querrá que la gente actúe por compromiso y libertad y no, en cambio, como lo han logrado con éxito, bajo la obligatoriedad y el miedo? Ninguno, porque si bien hay gobiernos malos y otros menos malos, en la esencia del gobierno es donde radica el cáncer de nuestra sociedad. Ahora bien, ¿y un gobierno popular? ¿La gente construyendo gobiernos horizontales? Es posible, pero ¿cómo los liberamos del corporativismo que es el que alimenta día a día este cáncer que hemos mencionado? No tengo dudas que la personas detrás de los presidentes tienen profundos valores y sentidos solidarios, no obstante al subir o ganar el puesto de poder, el gobierno, el escaño en el parlamento, debe adquirir naturalmente los valores propios del cargo y al decir valores estamos siendo benévolos. Cualquier político que ha llegado a un puesto de poder y se ha negado a la dinámica propia del cargo hoy está en la cárcel o proscrito del partido, sin opción a reelección o derechamente ridiculizado, porqué no decir muerto.

Una comunidad funcional e ideológica debe tender a la libre asociación, insistimos, tendiendo a la autogestión. Obviar el asistencialismo de las instituciones, pues el asistencialismo es la puerta de entrada para la dominación (bien lo sabemos en cómo comienza el intervencionismo en un país tercermundista: ayudas humanitarias). El principio regidor es la igualdad y, en palabras de Chomsky, los valores no pueden ser la acumulación y el dominio, sino la independencia del pensar y el actuar, la cooperación para alcanzar o construir objetivos comunes. ¿Cómo no terminar creando una mafia de delincuentes? Esa pregunta sólo es posible para quién pone en duda la capacidad de regulación valórica que ofrece una organización puramente democrática y colectiva.

Una comunidad que promueva estos valores, necesariamente influirá en las comunidades familiares de cada uno de sus miembros, no por el discurso, sino por el hacer, y en la comunidad geográfica, si bien el proceso es lento, es capaz de ir creando una acupuntura urbana que en distintos puntos va creando una recuperación del espacio y de la libertad.

Sólo a modo de cierre, tiendo a pensar, sin mayores antecedentes, que las comunidades que han logrado construirse desde esta lógica, nunca han sido comunidades invasoras, ni violentas, salvo cuando se les ha querido oprimir. Es interesante, quizás anecdótico, que por lo general, estas comunidades han tenido un vínculo profundo con la naturaleza y, no en pocos casos, ausencia total de dioses absolutos. También han sido comunidades muy difíciles de derrotar por los ejércitos, porque al no existir un dios supremo, tampoco han necesitado la creación de un emperador o rey supremo que con tan solo cortarle la cabeza ya se domine a toda la sociedad.

TAGS: #Ideología #Libertad Comunidad

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