#Sociedad

Reencontrar la forma de maravillarte con la belleza y querer tocarla

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Eso de la seguridad laboral, el sueldo fijo, el contrato completo, está muy bien, pero más un mito que otra cosa: de pronto llega una jefa paranoica e insegura como tantos, de pronto llega la mentira y la calumnia, de pronto desaparece el cargo que ocupas y hasta ahí llegó la certeza, la seguridad y el «bienestar» laboral.

Ni hablar del profundo error de creerse eso del status o el prestigio que te otorga la empresa o institución, quizás su estrategia más básica para atrapar a los espíritus más débiles.

Pronto te das cuenta que ponerse la camiseta por las instituciones o suponer que te estás «realizando» entregando 2/3 de tu vida a la producción empresarial o institucional no valió la pena, y te das cuenta cuando los hijos están grandes, cuando tienes la espalda hecha una miseria, cuando has acumulado deudas que el sueldo seguro no pudo cubrir, y te vienes a acordar que cuando muy joven te gustaba pintar, te gustaba bailar, te gustaba escribir, te gustaba cantar o te gustaba viajar, subir montañas o escuchar música mirando el techo o armar tu huerta (o te das cuenta de lo mucho que querías compartir y jugar con tus hijos o pasear de la mano con tu pareja), y ya estás viejo, cansado, con el corazón marchito y atrapado a más no poder con las cuotas del electrodoméstico que no necesitaste, de la tercera camioneta que nadie maneja (pero decora muy bien la entrada) y la casa gigante que no sabes ocupar.

Y lo más triste: cuando identificas en otros, siempre más jóvenes o incluso de tu edad, que tienen esos sueños e ideales que no tuviste los cojones, ni las herramientas, ni las posibilidades de llevar adelante, que bien sabrías que si hubieras dado el paso tendrías menos cosas materiales, pero mucha más felicidad, cuando identificas a tu ser interior que aún está vivo en otros, lo primero que haces es decapitarlo, tratarlo de anormal, de freak, de idealista trasnochado y que lo correcto es seguir tus pasos hacia la esclavitud moderna para que todos seamos unos enajenados y pasivos consumistas como tú. Pero los sabios sabrán disculparte y compadecerte porque comprenden que no pudiste y no lo supiste ver, obnubilado por el miedo y el «deseo» que te provoca el sistema. Esa ilusión feroz.

Si no te hace sentido tu trabajo, planifica otras maneras de rentabilizar tus talentos y cosas que amas hacer. Si lo pasas pésimo en el clima laboral, no vale la pena. Si ganas dinero para ponerlo en jardines infantiles que cuiden a tus hijos o en personas que los cuiden por las tardes, sé consciente -para que puedas dar un giro cuando puedas- que tú y tus hijos pierden.

La lucha es que nos paguen por hacer lo que queremos hacer. Que porque hacemos lo que nos gusta y tenemos talento, ganemos dinero. No que hagamos cosas para ganar dinero: que porque valoramos nuestras vidas, nuestras familias y quiénes somos realmente, y explotamos nuestras curiosidades y fuerza creativa el dinero llegue a nosotros. Pero no cambiar 44 horas semanales, sin espacio para la creatividad, para el encuentro humano ni para la reflexión, porque el sueldo que se recibe a cambio de ese sacrificio, no vale la pena y todo lo que se deja de lado por ello, no tiene sentido.

El dinero no es la única forma de rentabilizar. También lo es el tiempo, el conocerte y volver a jugar, el tener tiempo para amar y visitar amigos. Y sobre todo tener espacios y tiempos para crear como querías crear cuando niño o adolescente

Entregar la vida por ese sueldo fijo «para mantener una familia» que no es familia, porque no la ves, porque no le haces cariño, porque no compartes con ella, porque llegas enojado o a emborracharte, no es importante y con esa lógica no mantienes una familia, sino que enseñas cómo crear más ladrillos en la pared, más consumidores enajenados y les muestras el miedo, la culpa, el deseo ilusorio y decapitas sus sueños y determinas sus talentos hacia la lógica de producción.

Ya sé lo que piensas a esta altura del texto: «aahhh!! pero así no se puede en el mundo de hoy»; «Hay que competir». ¡Equivocados!, día a día aprendo y admiro a tantos que están en esa búsqueda y rentabilizan profundamente de otra manera, siendo un privilegiado de ser muy amigo de tantos de ellos, ejemplos vivos que se puede cuando te escuchas y te haces caso.

El dinero no es la única forma de rentabilizar. También lo es el tiempo, el conocerte y volver a jugar, el tener tiempo para amar y visitar amigos. Y sobre todo tener espacios y tiempos para crear como querías crear cuando niño o adolescente, antes que el sistema terminara por volarte esos sueños de la cabeza: reencontrar la forma de maravillarte con la belleza y querer tocarla. Puede que el dinero no sea mucho, pero todo lo demás que rentas día a día te tiene sano, feliz, auténtico, despierto y con la confianza plena que le estás haciendo caso a la voz más importante que siempre debes escuchar por sobre todas las otras voces.

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3 Comentarios

Cristina

Excelente. Tu relato identificó perfectamente lo que mi alma tenía atorada.Felicitaciones.

Emanuel

La verdadera revolución es revolucionarse dijo alguna vez Facundo Cabral.
El problema casi siempre pasa por el hecho de no detenernos. No puede haber una genuina autoreflexión si no desafiamos la velocidad imperante que nos empuja a través de la publicidad y los discursos imperantes (político, religioso, cultural, etc.) Nos hace falta tomar conciencia real de La Muerte, solo así la vida cobra un sentido donde se mira primeramente ella y así, vulnerable y perecedera, cobra otro color, desde la fragilidad, claro, pero también desde esa alegría infinita que es la libertad. Ánimo! La vida es aquí y ahora! No hay más! 🙂

Luis herrera

Luis herrera

Gracias amigos!

le dejo un comentario que coincide bastante, aunque mucho más profundo:
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/05/america/1467744562_472863.html