Una clase política sin clase

Todo el mundo entiende la crisis de representatividad como una pérdida de confianza en la clase política; tanto por su accionar poco ético, como por sus intereses poco sociales. ¿Pero alguien se ha preguntado si nosotros somos distintos? Vivimos en una sociedad chilena ultra «chaquetera», desinteresada por el bien común y orientada a la discusión por sobre el diálogo. Quienes intentamos hacer la diferencia tendemos a ser solitarios o independientes; y al final del día, incrementar nuestros recursos es la única forma de tener un poco más de comodidad -tranquilidad-.

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Quienes intentamos hacer la diferencia, tendemos a ser solitarios o independientes; y al final del día, incrementar nuestros recursos es la única forma de tener un poco más de comodidad -tranquilidad-.

Entonces, ¿qué nos hace diferentes de los políticos que nos representan? Sería interesante saber cuántos, realmente, no decidirían irse de vacaciones durante una semana laboral, subirse el sueldo periódicamente, recibir aportes generosos a cambio de un voto, contratar a amigos sin dar importancia a sus competencias y prometer utopías con tal de mantener el cargo; Sí, la verdad duele, ésta es la más dura, todos defendimos el dedo de Jara, sabiendo que estaba mal.

No quiero con esto justificar a los que se han beneficiado con los casos Caval, Sqm y Penta (por nombrar sólo los últimos casos). El tema es otro, debemos empezar a medir a las personas con un código moral de verdad, ser rectos para poder lanzar la piedra al que no está libre de culpa.

Así que si perico se inhabilita, allá ellos; al final del día, todos siguen dependiendo de los mismos amantes de la guerra de trincheras; por suerte, yo ya salí a campo descubierto y dialogo con otros indignados del régimen existente.