Uno de los de los tantos vicios inherentes al paso de los años es la rutina. Esta nos sirve para orientarnos con cierta seguridad, nos da también cierta predictibilidad en nuestros actos y con cierta regularidad nos entrega certezas; a tal punto que dejamos de pensar en la cantidad de variables que existen para ejecutar un acto. Eso, hasta que nuestras rutinas se ven alteradas y los paisajes los comenzamos a ver con la mirada del comienzo, expectantes y cuidadosos, y de nuevo nos detenemos en lo que he hemos hecho; peor aún en las cosas que dejamos de hacer.
Esto que les pasa a las personas, les puede pasar a las instituciones, que se alteran por varios factores; las más complejas son las crisis. Allí, las rutinas pierden pertinencia, se convierten en disfuncionales. Sin embargo, los conflictos son sanos, son la tensión diaria de cualquier espacio colectivo, pero estos suelen resolverse, con las herramientas que las instituciones se han dado. Como estatutos, reglamentos y por sobre todo prácticas.A un ganapán le importa poco quien dirija y algunos hasta dirigen, transitan sin criticar, sin alzar la voz, simplemente cumple con asistir y rutinizar procesos, porque un ganapán ama la burocratización de la realidad
Igual, la complejidad está en las crisis, donde no sirve una solución pausada, ya que suelen radicalizar las opciones con miradas excluyentes, ya que para terminarlas se requiere una gran dosis de consenso o la aplicación de autoridad.
En las crisis, campea la anomia, o sea, la falta de sentido de las normas existentes en la institución. La objetivación de la crisis suele aparecer junto a un desplome, habitualmente desde adentro, a la pérdida parcial o total de mística, a la ausencia de referentes neutrales, así la estructura a veces se sostiene solo por una carcasa, como los árboles podridos, que se sostiene solo por un tronco seco.
Nuestro flamante modelo neoliberal, es prodigioso en desplomes, pero también lo es en golpes de “autoridad”, y cuando no lo ha hecho de esa forma, lo hace reescribiendo el derecho, de ésta u otra forma. Este modelo ha convertido a algunos trabajadores y partidarios de cualquier laya, en ganapanes, es decir en sujetos que lejos de cualquier convicción simplemente asisten a marcar su asistencia, firmar un libro y en ultimo termino a hacer su pega. Lo mismo hacen con el voto, sin comprender que detrás de ese acto debiese suponer la entrega de al menos una parte del tiempo, de una parte de la intranquilidad que debiese provocar un cambio.
A un ganapán le importa poco quien dirija y algunos hasta dirigen, transitan sin criticar, sin alzar la voz, simplemente cumple con asistir y rutinizar procesos, porque un ganapán ama la burocratización de la realidad, es más, se encuentra a sí mismo, mientras más predecible es su realidad, indistintamente de quien esté gobernando, mejor; un ganapán no hace ningún ejercicio valórico, no tiene dilemas, menos trilemas, porque sabe que su foco está en mantener y en minimizar riesgos apoyando verdades caladas.
Pero el efecto para una institución es perverso, pues algunos son vistos como los elementos llamados a mantener la proyección de la institución, son esos tipos que flotan sin comprometerse a nada y que despiertan de su marasmo sólo cuando les pueden tocar el bolsillo o se ven enfrentados a perder alguna prebenda. Son mirados de reojo por algunos, porque, además, un ganapán sabe encantar con palabras y promesas que nunca activa, siempre se encuentra en la periferia del compromiso, nunca dice: no o si; en ellos impera un talvez o un quizás como promesa segura, vende la imagen de estabilidad al mejor postor, pero nunca dan su tiempo cuando se les pide, porque un ganapán siempre está ocupado cumpliendo su rol histórico: hacer de la realidad un espacio apacible.
Un ganapán, también es la creación de su tiempo, el modelo… este modelo los ha creado a granel, esencialmente por el miedo que implica verse forzado a una existencia precaria, suele ser un ser un endeudado, por ello no se compromete a una huelga o un paro; es un ser que guarda silencio en las reuniones por que en él impera el temor a tener alguna convicción que en algún momento deba defender; un ganapán es la creación de todos los grupos que imponen el miedo y que aman el anonimato. Su lealtad se compra por medio de prebendas, esa es su herramienta de domesticación, nadie quiere entrar en conflicto, menos dentro de una sociedad que es incapaz de resolverlos mediante un diálogo argumentado. Esto último presume hacer siempre público el conflicto, es decir hacerlo político.
La des-gracia del modelo es que el fracaso económico del ganapán, siempre es su fracaso personal, porque el modelo le ha dado la libertad para ser él mismo, incluso para ser un emprendedor, ello hace innecesaria su participación en un colectivo, esto implica asumir posiciones públicas y comunes a otros, −es más susceptible a disentir en privado−, por lo mismo al ganapán le encanta el discurso postmoderno, el de la individualidad, el del respeto a la subjetividad personal. Por ello, al ser cada individuo importante desde su diferencia, el modelo no se preocupa de colectivos (ya muchos colectivos se compraron este discurso). Ahí está la paradoja en la cual vive el ganapán.
El pasar de los años, el peso de las circunstancias, las cosas como son y todo podría ser peor, son la base para que nuestra sociedad se llene de personas que lo único que pueden hacer es ganarse un pan, cueste lo que cueste o peor aún, ignorando el valor de ello.
Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Comentarios
19 de julio
Buen análisis. Estamos en tiempos donde muchos son ( somos)tuercas esperando ganar el pan ¿ Qué se puede hacer si nos traicionaron los políticos parásitos de las vanguardias del cambio? Solos estamos los marginados esperando un milagro social o un revolución verdadera. Todo se fue al carajo al ritmo del reguetón y adornado con las imágenes de mujeres semidesnudas en Instagram, queriendo ser «algo», no alguien. Oremos por la extinción masiva y un nuevo renacer de la raza humana.
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19 de julio
Que fea suena esa palabra, «ganapanes», quizás sólo son personas que ven la vida de otra forma…¿porque insultarlos?.
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