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Rechazo de la Reforma Tributaria: una involución conservadora

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Es solo aparentemente increíble que después de 33 años de la reforma tributaria del presidente Aylwin, coordinada por Alejandro Foxley, su ministro de Hacienda, volvamos nuevamente a sentir los trepidantes argumentos de las “retóricas de la intransigencia” contra la reforma social, como diría Hirschman. Esos argumentos resonaron otra vez estridentemente casi una década más tarde en el debate de la reforma tributara de la Presidenta Bachelet y nuevamente, también casi una década más tarde, en el rechazo a la idea de legislar sobre el proyecto de reforma tributaria del Presidente Boric.


Las palabras del Presidente Boric resumen los argumentos para oponerse a la reforma: “hay un sector que intenta hacer que las cosas no cambien, dejar las cosas tal y como están”

Nada de esto debería sorprendernos porque los orígenes de la reacción conservadora a la reforma social se remontan a la discusión de las leyes de pobres en Inglaterra en 1834.

Recordemos que las acciones impulsadas por la Revolución Francesa, el sufragio universal y al Estado de Bienestar han sido sucedidas por “tres olas reaccionarias”. Esos cambios que condicionaron un progreso en el proceso de democratización fueron concebidos como perversos, fútiles o riesgosos. La reacción a la Revolución Francesa comienza con un rechazo a la declaración de los derechos del hombre. La reacción al sufragio universal consistió en un desprecio a las masas, las mayorías, el regimos parlamentario y al gobierno democrático por los peligros que ellos causarían a la sociedad. La tercera ola reaccionaria es el cuestionamiento del Estado de bienestar debido a la perjudicial influencia que éste tendría al interferir en las propiedades equilibradoras del mercado.

Esta crítica exhibe una increíble similitud con las expuestas en Chile contra las reformas tributarias de 1990, 2014 y 2023, como lo veremos ahora.

En 1990, los opositores a la reforma social dijeron que “no era el momento” de impulsar una reforma tributaria. Sostuvieron que el alza de los impues­tos tendría efectos “perversos” en el ahorro, desincentivaría los estímulos para trabajar, empobrecería aún más a los sectores pobres y a la clase media. El alza sería “fútil” para lo que se proponía, porque no era imprescindible y apropiada y validaría en cambio un camino equivocado, un tránsito hacia nuevos impuestos y afectaría la psicología del ser humano, tan decisiva en la confianza económica. La reforma tributaria, en definitiva, “arriesgaría” los equilibrios macroeconómicos y las “libertades” alcanzadas por el Gobierno Militar y, a pesar de las buenas intenciones de sus impulsores, no lograría el bienestar deseado.

La reforma fue aprobada y, pese a las reticencias de la oposición, la economía creció al 7% durante el gobierno de Aylwin, el ritmo de creación de empleos se aceleró y el desempleo cayó. Este proceso fue acompañado de un aumento de los salarios reales sobre un 4%, de la productividad en un 3,3%, y del gasto social hasta aproximadamente un 40%. El gasto social ascen­dió de un 12,7% del PIB en 1989 a un 14,1% en 1993 y la pobreza descendió del 44,7% en 1987 a un 32,7% a fines de 1992. La catástrofe anunciada por los agoreros de la reforma social no ocurrió.

En 2014 la oposición a la reforma también dijo que “no era el momento”: los promotores de la reforma tributaria serían ignorantes e ideologizados, y esta afectaría negativamente el ahorro y la inversión, el crecimiento económico y el empleo, perjudicando más a los grupos pobres y la clase media.

A su juicio, no era momento de hacer una reforma tributaria debido al contexto de desaceleración de la economía chilena. El monto a recaudar, 8.200 millones de dólares, era excesivo y amenazaría el crecimiento económico. Atacaría el ahorro y no afectaba solo a los más ricos, sino que a toda la clase media. También generaría efectos muy negativos sobre la inversión y el crecimiento económico. Algunos incluso llegaron a sostener que estaban de acuerdo con la intención del gobierno de impulsar el progreso y la movilidad social mediante la reforma, pero que el proyecto perjudicaría a los trabajadores, ya que si se afectaba la inversión, los salarios e incluso las fuentes de trabajo podrían verse perjudicadas.

Pese a que una de las principales críticas de la derecha a la reforma tributaria era que su implementación generaría el efecto contrario en la recaudación fiscal, esto es, que se reduciría sustancialmente, amenazando el financiamiento de los proyectos sociales del gobierno de Bachelet, aumentó la recaudación fiscal. El total de la recaudación tributaria de la Tesorería General de la República aumentó de 59 mil millones de dólares en 2014 a 68 mil millones de dólares en 2016 (calculado según el dólar observado promedio anual de 667,17 pesos chilenos por unidad de la divisa en 2016). El impacto negativo de la reforma en el crecimiento económico no fue tal, ya que sus críticos no consideraron el impacto de factores externos y el bajo precio del cobre como causantes de la desaceleración eco­nómica.

Hoy nuevamente se esgrimieron los mismos argumentos para oponerse a la idea de legislar sobre el proyecto de reforme tributaria del presidente Boric. Solamente dos ejemplos resaltaremos ahora de este tipo de argumento que no son más que una repetición de los que conocimos en 1990 y 2014. El diputado UDI Guillermo Ramírez dijo que “nosotros no pudimos ser más claros en que esta era una muy mala reforma, radical, alejada de la realidad y despreocupada de la necesidad que requiere Chile de crecer, de que aumenten los salarios, que haya más empleos, de que nuestro país vuelva a ser un lugar confiable para invertir […] este proyecto, si se hubiese aprobado, habría generado un daño inmenso en la economía, y habría perjudicado particularmente a la clase media y a las tantas familias más vulnerables. Lo que ocurrió hoy es bueno para la economía chilena, y positiva para los chilenos”. Un argumento similar pero más sucinto fue pronunciado por el diputado RN Frank Sauerbaum, que señaló “hoy las pequeñas empresas y la clase media estaban amenazadas por este proyecto. El crecimiento, la generación de empleo y las buenas políticas públicas estaban amenazadas por una reforma octubrista”.

Las palabras del Presidente Boric resumen los argumentos para oponerse a la reforma: “hay un sector que intenta hacer que las cosas no cambien, dejar las cosas tal y como están”.

Como señaló el ministro Marcel, esto impedirá el aumento de la PGU a 250 mil pesos, la reducción de listas de espera en los hospitales, el aumento de recursos para la salud primaria y los recursos para el desarrollo de un sistema de cuidados. ¿Quiénes se benefician con este rechazo? los partidos más a la derecha del espectro político, quienes evadan impuestos y quienes asesoran a los contribuyentes para hacerlo, así como los grandes capitales que ya no estarán afectos al impuesto al patrimonio, y los lobistas.

Históricamente, los opositores a la reforma social han acu­mulado “argumentos” filosóficos, psicológicos, políti­cos y económicos para fundamentar su “reacción” a las olas democratizadoras. Para ellos, el progreso de la democracia, especialmente en términos de la ampliación del reconocimiento de la igualdad ante la ley y de las garantías constitucionales y financieras para la realización de los derechos personales, políti­cos y sociales, tendría efectos perversos en el desarro­llo económico y sería fútil, porque ignoraría las leyes del mercado y sus funciones benefactoras. Por último, pondría en peligro la libertad y hasta la misma gober­nabilidad democrática.

TAGS: #ReformaTributaria Gobernanza

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17 de marzo

La gran diferencia impositiva que se da entre los países OCDE y Chile es que el impuesto a la renta parte desde mas abajo en tasas altas.
Y, comprobadísimo, la tasa de evasión a nivel de los ciudadanos normales es altísima. Todo eso muestra que los impuestos altos son los favoritos de los políticos cuando le pegan a un grupo: los ricos. Porque ahi está lista la teleserie: los buenos (ciudadanos pobres) «recuperando» el dinero que los malos (ricos) les quitaron. Y esos ricos son lo peor, porque no quieren pagarlos.
Pero cuando los impuestos son en base general altos, se acaban las posiciones, pues en general la mayoría no los quiere pagar..entonces se acaba la superioridad moral.
Para financiar lo que se quiere, terminará pasando que una reforma tributaria deberá ampliar el numero de contribuyentes, y en tasas mas o menos significativas….ahí veremos como cambian los discursos.

21 de marzo

Las razones a favor de impuestos progresivos están bien validadas por investigaciones realizadas conforme a metodologías y la mejor información comparable entre países y compartidas por reconocidos economistas nacionales y una centena de expertos de todos los continentes asociados al Informe de Desigualdad Mundial (World Inequality Data Base).
Conforme a estos informes el sistema tributario chileno se caracterizaría por los siguientes rasgos: una comparativamente baja recaudación tributaria, alta regresividad, ventajas concedidas a los grupos de más altos ingresos, alta correlaciones entre concentración del ingreso y concentración de la riqueza. También sobresalen la correlación entre la concentración económica y el tamaño del Estado, esto es, en países en que la concentración del ingreso del 1% superior es mayor, la carga tributaria como fracción de los ingresos totales es en promedio menor. Para un examen detallado de estos rasgos ver por ejemplo, Atria, J. y Otero, C., “Introducción”, en Los impuestos y el pacto fiscal chileno. Un diagnóstico general en impuestos justos para el Chile que viene. Diagnóstico y desafíos tributarios, Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica Chile, 2021, pp.11- 46, Ffrench-Davis, R., Reformas económicas en Chile, 1973-2017, Santiago de Chile: Taurus, 2018; Pizarro, C., ¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista? La crisis del capitalismo y otra manera de vivir y pensar, Valparaíso: EUV, 2020.

24 de marzo

Los «estudios» siempre tienen un objetivo que se quiere probar. Si al autor o al que solicita el estudio, no le gusta la desigualdad, obviamente hará el estudio para probar aquello. Pero el caso es que la historia muestra que las desigualdades han sido el motor del progreso de las sociedades; con el hincapié que esas desigualdades deben ser fundadas en un merito, y deben ser temporales. El progreso económico es un especie de gelatina que avanza de A a B…primero se mueve un pedazo y el resto queda atras, aumentando la desigualdad; pero, conforme ese primer pedazo se movió, el resto empieza a avanzar, en algun minuto mas rápido que el segmento inicial, terminando en que toda la gelatina se movió de un estado A a B.
El caso es que si se limita o coharta ese impulso inicial de quienes se mueven y arrastran al resto, la sociedad quedará siempre en un lugar, o se moverá, toda junta, mucho mas lento. La duda es ¿quienes son los que no les gusta esa desigualdad (esa basada en meritos, esfuerzo y que no es eterna)?..en general a quienes viven de esa diferencia, de quejarse de ella, y no de quienes ven con eso un camino a seguir y adquirir todos los valores que acompañan a quien se esfuerza y logra un avance en su vida.

28 de marzo

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