Los partidos políticos son definidos por diccionario panhispánico de la RAE como una “asociación de base privada que cumple funciones públicas, es expresión del pluralismo político e instrumento de participación, concurre a la formación de la voluntad popular y crea la representación política a través de la presentación de programas y candidaturas electorales”. (RAE Diccionario panhispánico del español jurídico, visto el 19-11-2020).
La definición genérica que entrega la RAE señala como una de las características de los partidos políticos ser una agrupación o asociación de personas que persiguen participar en políticas y en las tomas de decisiones que en ella se dan, y que en las circunstancias señaladas para cada realidad, concurrir (participar, debatir, manifestar la voluntad en el foro público o asamblea) y transmite las demandas ciudadanas generando candidaturas para proyectar el diseño y la implementación de las políticas públicas que deben satisfacer las demandas de la ciudadanía, la que fueron transmitidas a los partidos políticos.
Para la Ciencia Política, los partidos políticos son uno de los varios objetos de estudios, no solo por que existen, sino por su función articuladora entre la ciudadanía y la manifestación de la voluntad soberana. Según Giovanni Sartori, en su trabajo desarrollado en el libro “Partidos y sistemas de partidos”, el origen del concepto “partido político” proviene de la noción de “facción”. La facción, según la cita que Sartori plantea de Voltaire, es el origen o fuente de los partidos políticos modernos, y si bien para el enciclopedista del siglo XVIII los partidos políticos no representan una institución odiosa, sí lo eran las facciones (desde tiempos de la república en Roma). (Sartori, 2008:27-28).La ciudadanía demanda iniciativa legislativa civil, rendición de cuentas y transparencia institucional de los partidos políticos, militantes y autoridades (electas popularmente o no)
Ya de épocas antiquísimas (la república romana) se percibían a las facciones como un aspecto pernicioso del desarrollo de la política. Proveniente del vocablo latín “facere” (hacer o actuar), “la facción se consideró como un grupo político dedicado a un “facere” perturbador o nocivo, <<a actos siniestros>>” (Sartori, Op. Cit.). Es decir, que desde su origen los partidos políticos han gozado de mala fama, no sin razones justificadas como los caudillismos, el clientelismo e incluso los populismos; que tanto antes como ahora, producto de la corrupción de agentes del Estado y de agentes de partidos políticos, históricamente han provocado que la percepción e imagen de las agrupaciones, movimientos o partidos políticos sea negativa en la ciudadanía.
Sin embargo, tanto en la teoría como en la práctica, los partidos políticos son agrupaciones de voluntades humanas muy necesarias para el desarrollo y profundización de la democracia, pues permiten y garantizan la diversidad del discurso político y a la vez participación, en tanto existan herramientas de accountability por ley o dadas por sí mismas al interior de la orgánica partidista. Pero lo anterior debe comprenderse siempre bajo las estructuras normativas de una poliarquía (Dahl, 1997), es decir, un sistema político fundado en la participación política efectiva, de posibilidad en declarar la oposición a las autoridades de turno, de libre expresión y organización, con igualdad de oportunidades de competir por un cargo tanto en el Estado como en las organizaciones intermedias (partidos políticos, sindicatos, asociaciones gremiales, juntas de vecinos, entre otras).
Entonces, si dentro de una histórica mala fama y con el antecedente de que estas instituciones son fundamentales es una democracia altamente participativa (poliarquía), ¿cómo se comprende la función o existencia de los partidos políticos hoy?
Durante los últimos 20 el descenso en el apoyo o la percepción de legitimidad de los partidos políticos por parte de la ciudadanía ha ido en picada constante hasta llegar a niveles de confianza de 3 % en 2015, de 4 % en 2016, de 6 % en 2017 y 2 % en diciembre de 2019, según la encuesta nacional de opinión pública del CEP. El sistema de partidos chileno, además de atomizado se encuentra en una profunda crisis de legitimidad (que es un problema que debe ser considerado al momento de diseñar el sistema político, y eso nos lleva a otra discusión). El desafío es mayúsculo para el sistema de partidos en general. Las demandas son claras en lo que dice relación al debate político institucionalizado:
Congreso y partidos políticos, tomen nota; porque la ciudadanía demanda iniciativa legislativa civil, rendición de cuentas y transparencia institucional de los partidos políticos, militantes y autoridades (electas popularmente o no). La estructura normativa compele a que candidatos a convencionales tenga mayores probabilidades de acceder a un escaño si va a través de un partido político, mientras que para un grueso de la población, que con justa razón sospecha a la luz de los antecedentes de corrupción permanente, que el sistema de partidos entregue certeza que de ir un independiente (o “outsider”) que al momento de votar, de ser electo el candidato o la candidata, se respete la voluntad de aquel o aquella y no se imponga la voluntad del partido por el cual se postuló.
Ese escenario es el que sospechan y consideran intolerable los desencantados con el actual sistema de partidos políticos en Chile. El mensaje es inequívoco y preciso: No más abuso. Fin al abuso de la posición o cargo por pertenecer a un partido político, porque eso clientelismo, y alimenta los caudillismos (como el del Kast o Bolsonaro), fin a la opacidad del sistema de partidos (rendición de cuentas políticas, transparencia activa política y financiera), rotación permanente y en base a militancia de base los dirigentes de las mesas directivas de los partidos. En definitiva, se requiere de voluntad política para, tanto refundar el sistema de partidos, como para generar nuevos liderazgos, alianzas y mayor participación.
Los partidos políticos sí, son profesionales. Deben serlo, por la inmensa cantidad de información que debe procesar para levantar proyectos que respondan a la necesidades de su comunidad, por lo que requieren de un cuerpo profesional y administrativo que financiar. He aquí el deber como militante de colaborar económicamente y con voluntariado para el apoyo a los objetivos colectivos, así como el Estado entregar un apoyo financiero para el desarrollo de las ideas a todas las agrupaciones políticas que sean reconocidas por el Estado como partidos políticos.
A no perder de vista que la política sí importa, y que cuando mejor nos ido ha sido cuando hemos logrado unirnos en pos de un objetivo común, y que sí importa tener un sistema de partidos sano para tener una democracia sana, participativa y deliberativa.
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