Mientras escribo esta columna, el magnate norteamericano Donald Trump destruye a sus competidores en el primer “Súper martes” de las primarias estadounidenses. Con la elección Demócrata un poco más pavimentada hacia Hillary Clinton, la atención mediática se ha centrado en la carrera republicana y en Trump.
Donald Trump es un personaje desde fuera de la política pública. Un “outsider”. Ha construido su fama alrededor de su fortuna, la que no tiene problema en mostrar en distintos programas de televisión. Se hizo famoso por protagonizar “The Apprentice” (El Aprendiz), reality show cuyos participantes debían trabajar para él, en la Trump Tower y soportar distintos retos impuestos por el empresario. Cada capítulo terminaba con un eliminado, con Trump diciendo su famosa frase “You’re Fired!” (Estás Despedido!). A modo de “dato freak”, Trump es parte del Salón de la Fama de WWE, la empresa de lucha libre más reconocida y grande del mundo, por el solo hecho de que es amigo de Vince McMahon, su dueño y esposo de la ex-candidata republicana al Senado, Linda McMahon.A base de la demagogia y el populismo de sus ideas, Donald Trump se ha convertido en un fenómeno político inexplicable, ganando 11 de las 15 primarias hasta hoy.
Trump es, para la vieja guardia del Partido Republicano, la destrucción de los ideales del colectivo. Si bien ha sido un constante mecenas de múltiples campañas políticas, también lo ha sido para los democrátas, incluyendo la que podría ser su rival en noviembre, Hillary Clinton. El “establishment” del GOP (Partido Republicano) no lo ve como su representante porque además es un personaje politicamente incorrecto, que bajo el lema “Tell it like it is” (Decirlo como es) se da el lujo de emitir opiniones tales como: “Los inmigrantes que han entrado a este país cada vez nos roban y asesinan más” o “Los refugiados sirios son el caballo de Troya del terrorismo”. Ideas tan extremas, como su famoso muro para dividir México de Estados Unidos y, además, hacer que el Gobierno mexicano lo pague. Brutal.
Lo peor para los republicanos es que vienen de dos derrotas presidenciales seguidas frente al Presidente Barack Obama, y necesitan desesperadamente una victoria en noviembre. Después del desastroso Gobierno de George W. Bush que, junto con múltiples invasiones y guerras condujo al fracaso y debacle económica del país, han quedado en una posición débil, y Trump parece la única respuesta frente a una elección general que se avecina complicada.
Si bien el senador por Florida Marco Rubio, favorito de los donantes y líderes del partido, le gana a Hillary Clinton en las mediciones a nivel nacional, no logra ese apoyo en delegados que se traduzcan en una posible nominación, habiendo ganado solamente una primaria, en Minnesota. Por otra parte, Ted Cruz, senador por Texas, no convence a los líderes del partido que incluso lo consideran más extremo que Donald Trump. Tanto así, que voces dentro del movimiento dicen que “elegir entre Cruz y Trump es decidir si pegarse un tiro o envenenarse”. Hasta ahora, todo parece hipotético, debido a que ni Cruz ni Rubio son capaces de armar una verdadera oposición popular a Trump, que parece encaminado a la nominación.
A base de la demagogia y el populismo de sus ideas, Donald Trump se ha convertido en un fenómeno político inexplicable, ganando 11 de las 15 primarias hasta hoy y teniendo más delegados que el Cruz y Rubio juntos. Esto se explica, básicamente, en el enorme descontento existente por parte de la gente con los políticos, quienes se inclinan por la opción alternativa. Claro, el nombre y la cara de Trump se ve nueva en una papeleta presidencial y representa al gran ejemplo del modelo norteamericano, quien con su dinero ha estado involucrado en el lobby que ha resultado en la política social y económica de los Estados Unidos en los últimos 30 años.
Estados Unidos es un país con una alta tasa de educación cívica, donde el pueblo realmente entiende el voto como un deber y no como un “cacho”. El verdadero problema, es que el “cacho” son los politicos. Y es ahí donde el voto se vuelve una bomba, porque en periodos de decepción y desesperación, el don de la palabra es una arma peligrosa. Y Trump lo tiene de sobra, es el mejor en eso.
Comentarios
03 de marzo
Es imposible no hacer un paralelo entre la figura de Trump y la de Hitler. No es que sean exactamente lo mismo, sin embargo, ambos representan no solo todo lo contrario a los principios del liberalismo (y no temen proclamarlo) sino que nos presentan la paradoja de como las herramientas presentes en una democracia pueden ser utilizadas para socavarla con el respaldo de la propia sociedad civil (sin olvidar la complicidad de gran parte del establishment). Queda por ver si, a fin de cuentas, la ciudadanía estadounidense guardan una dosis de civismo para que sigan creyendo que representan «la tierra de la libertad»…
Saludos!
+1