A pesar de que siempre mantengo mi objetividad en lo que escribo (prueba de ello son mis anteriores trabajos) esta es una columna plenamente Bacheletista.
Hace ya cinco años, Michelle Bachelet volvió al país para asumir un desafío importante, quizá el más de su carrera política. Volver a La Moneda. Aún cuando muchos opinábamos que no debería haber regresado, esto para proyectar su imagen internacional con la posibilidad cierta de optar a la Secretaría General de Naciones Unidas, Bachelet gozaba de una alta popularidad, que hizo que su regreso a la presidencia siempre fuera un rumor y una esperanza ciudadana.
A diferencia de Lagos, a quien se le pidió hasta última hora que regresara el 2010, Bachelet asumió la mochila como una responsabilidad, una responsabilidad de reformar el bloque de la centro izquierda como Nueva Mayoría con la integración del PC y llevar a través de su imagen y conglomerado, las reformas y cambios sociales más importantes desde la vuelta a la democracia en el país. Sometió su popularidad a primarias, a pesar de que el golpe fue directo desde que anunció su regreso. El resultado fue claro. Bachelet golpeó con más del 70% en una primaria a cuatro bandas.
Después de la caída de Golborne, y el posterior retiro de Longueira, la derecha no hacía más que reafirmar lo que de un comienzo del Gobierno de Piñera parecía inevitable, una derrota electoral que cayó por su propio peso. Un Gobierno con baja popularidad, con problemas de comunicación con sus propias bases, con problemas en las calles (parecido a lo que terminó siendo la NM). Bachelet derrotó a Matthei en una elección que nunca estuvo en duda y cuyo resultado todos lo sabíamos en noviembre.
Desde ahí, una serie de errores políticos, en quizá lo que más se le puede reprochar a la Presidenta. Peñailillo en Interior, Javiera Blanco, Burgos. Quizá, la Presidenta trató de mantener la unidad del bloque intentando equilibrar desde la DC hasta el PC y las asesorías de RD. Una tarea titánica que le pasó la cuenta largamente. Quizá también, sus asesores pudieron haber sido más honestos, y si querían realmente llevar a cabo un proyecto de izquierda, como lo fue la Nueva Mayoría, habían colaboradores que no creyeron en este proceso, y trataron siempre de mantener el status quo.
El mérito más grande de este Gobierno es colocar en portada temas tabú y darles legitimidad. Junto con ello, impulsar reformas que hace dos Gobiernos atrás parecían imposibles. La gratuidad en la educación, la reforma tributaria, la reforma constitucional, el AUC, reforma laboral, entre otras. Impulsar la Ley de Identidad de Género. Temas que ni siquiera se conversaban. La Presidenta avanzó en derechos fundamentales sociales que debiesen estar implementados desde siempre, pero que nadie se atrevió a hacerlos. Lideró el Gobierno más transformador en 28 años.
Podría haber avanzado en otros temas, si. Faltó apoyo y maniobras políticas de por medio. Faltó una reforma al Sename, faltó Punta Peuco, Matrimonio Igualitario. Pero quizá la falla más grande de Bachelet sea no saber plasmar su legado en un reemplazante. Paso hace 8 años, cuando con el 80% de popularidad, Bachelet no dirimió ni opino en la designación de Frei por parte de la Concertación, que terminó en el inevitable triunfo de Piñera y fin de una alianza que ganó y gobernó por 20 años. En esta elección, con menos apoyo según las encuestas, la NM fue desgastada, con dos candidatos a la primera vuelta y con un candidato, Guillier, que el Gobierno se volcó a apoyar en segunda vuelta, y nunca se le vio motivado y con la real gana de superar al hoy Presidente Electo. No generó un efecto de ganas de ir a votar en el balotaje y parecía que todos quienes lo hicimos, lo hicimos casi por lealtad con la Presidenta, no con el Senador. Si bien, Michelle Bachelet tendrá siempre un lugar en la historia de Chile por ser la Primera Mujer Presidenta y sus gobiernos transformadores, también tuvo la mala suerte de entregar la Banda dos veces a la derecha, por errores propios y ajenos, no pudiendo plasmar realmente el legado de transformaciones a un país que avanza hacia el desarrollo no económico, hacia un desarrollo inclusivo y social.
El mérito más grande de este Gobierno es colocar en portada temas tabú y darles legitimidad. Junto con ello, impulsar reformas que hace dos Gobiernos atrás parecían imposibles. La gratuidad en la educación, la reforma tributaria, la reforma constitucional, el AUC, reforma laboral, entre otras.
Pero Michelle Bachelet antes que todo es madre, y este Gobierno ha tenido una repercusión brutal en su vida privada. Nos enteramos de las dos relaciones y vidas de sus hijas y para que vamos a hablar de quien fue una roca en esta administración, Sebastián Dávalos. Una persona no preparada, irresponsable. Que se veía en el trato con la prensa su prepotencia. Y que a poco de partir el Gobierno, dictó la agenda con la cual la oposición se rigió estos cuatro años. CAVAL fue un golpe que le costó asesores, tiempo y oportunidades a Bachelet. Por eso estoy seguro que Bachelet no volverá, porque el costo personal en este período fue más alto que el costo político.
Presidenta, gracias. Por impulsar reformas, por un país más inclusivo donde todos nos podemos mirar de frente. Por un país donde las diferencias sociales si bien existen, la grieta se ha tratado de achicar y se han tendido puentes para una integración plena. Para una verdadera justicia social.
Pero gracias, sobretodo por permitirme creer en un proyecto, en un país mejor.
Gracias Michelle.
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