Durante los últimos 10 días, hemos quedado sorprendidos con la grave situación política que se vive en Brasil. El ex-Presidente Lula da Silva es investigado por corrupción y el Gobierno de Dilma Rouseff lo defiende a raja tabla, incluso incluyéndolo en el Gabinete.
En las calles, la gente se manifiesta tanto a favor como en contra del Gobierno, que sufre su etapa más difícil en los años que lleva Rouseff y el Partido de los Trabajadores en el poder, indicando, en las últimas encuestas solo un 10% de apoyo a su gestión, la cifra más baja sumando también los años en que Lula era el Primer Mandatario.Se esté del lado que se esté, el único perjudicado con esta crisis política es el pueblo brasileño. Internamente, el país está quebrado y la imagen que se proyecta al exterior es de un país sin credibilidad alguna, cuyas instituciones han sido quebrantadas y corrompidas por el dinero, de manera brutal
Desde el poder legislativo, por parte de aliados y opositores, se estudia la posibilidad del “impeachment”, es decir, un juicio político mediante el cual se destituya a la actual mandataria. Militantes y partidarios del PT y la Presidenta han salido a defender el Gobierno, acusando a los sectores conservadores de estar asustados y preparar un golpe de estado. Las imágenes han sido elocuentes y hablado por si solas, las manifestaciones son las más grandes en años, lo que demuestra la división del pueblo brasileño frente a Dilma.
Las razones que han llevado al gigante sudamericano a estar peleado son variadas y múltiples. Para nadie es un misterio que durante los 13 años que lleva en el poder el PT, ha intentado introducir grandes reformas que alimentan el debate y afectan al conservadurismo. Financiamiento electoral y partidario, sistemas electorales, suplencias de senadores, filiación partidaria, coaliciones, voto facultativo, cláusula de barrera, fecha de toma de posesión del jefe de Estado, fidelidad partidista, ajuste fiscal, inflacionario, monetario y evitar la desvalorización continúa del real frente al dólar, entre otros temas.
Lo anteriormente mencionado ha desplegado un gran ataque mediático por parte de los medios cuyos dueños son sectores de oposición, o bien, empresarios en desacuerdo con las reformas, atacando al Gobierno de Dilma con spots en televisión, radio, y columnas en los diarios y medios electrónicos, mostrando el descontento y patrocinando la idea de un juicio político.
Esto se desató después del escándalo de corrupción en Petrobras, quizá la empresa más grande del Brasil y una de las principales distribuidoras del combustible en Sudamérica y el mundo. En palabras simples, la ramificación política del escándalo Petrobras se debe a que la empresa lavaba dinero, y mediante un esquema de comisiones (muy parecido a AC Inversions) sobornaba a poderosos brasileños, entre ellos, gente de todos los colores políticos. En las pesquisas, el ex Presidente Lula fue arrestado y su casa allanada, ya que presuntamente, habría recibido 8 millones de dolares en sobornos. La Presidenta Rousseff también estaría involucrada, indirectamente, ya que si bien ella no recibió sobornos, si recibió donaciones a sus campañas presidenciales, en 2010 por US$ 2 millones y en 2014 US$ 40 millones aproximadamente, ya que su rival Aecio Neves también habría recibido estas donaciones.
Lo realmente grave, y que complica al Gobierno, es el posterior nombramiento de Lula como Ministro de la Casa Civil (algo así como Interior), con la investigación por corrupción en curso. Para Dilma, es un aporte invaluable dada su vasta experiencia en política, tanto interna como sus relaciones en el exterior. Para los investigadores y la oposición es una jugada política ya que, al ser nombrado Ministro, Lula solamente declara frente al Tribunal Supremo, eximiéndose del resto de declaraciones frente a tribunales de menor jerarquía. Juzgue usted.
Se esté del lado que se esté, el único perjudicado con esta crisis política es el pueblo brasileño. Internamente, el país está quebrado y la imagen que se proyecta al exterior es de un país sin credibilidad alguna, cuyas instituciones han sido quebrantadas y corrompidas por el dinero, de manera brutal. Es una imagen que lamentablemente, como país, Chile no está lejos de llegar, con escándalos día tras día que sin duda, tendrán un golpe de efecto gigante en la participación en elecciones venideras.
En mi opinión, el “impeachment” es un golpe blanco, disfrazado, por sectores que claramente buscan sacarle un provecho mayor a esto. Sin embargo, la corrupción debe ser combatida del lado que sea y es una pésima estrategia y un terrible mensaje político colocar a alguien que esta siendo investigado por estos delitos como Ministro, más aún, como la segunda autoridad del país. Si Dilma tanto necesita asesoría y ayuda, espere a que termine la investigación, y que el ex Presidente demuestre su inocencia en Tribunales, ¿o ustedes nombrarían a un Longueira o un Dávalos en un Gabinete próximo?.
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