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La diplomacia del descalabro

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Los debates sobre política exterior suelen tener corto alcance y escasa repercusión, en gran parte porque comprende temas que no están en el centro de la preocupación ciudadana o no afectan la cotidianidad (como el alza de los combustibles o del transporte público). Si observamos las encuestas, es frecuente que el balance sobre la diplomacia mantenga una alta aprobación. Pareciera que un Ministro de Relaciones Exteriores necesitara unas pocas fotos con personajes ilustres y la “cosa está dada”. Pero esta valoración positiva no siempre se condice con la realidad.

El gobierno de Piñera comenzó con varios desaguisados en materia internacional que estaban en consonancia con la situación global de su gobierno. La más evidente fue la dificultad para designar embajadores, cuestión nada extraña si se considera el vacío que también afectó a varios servicios públicos bien entrado el mandato. Uno de los casos más bullados fue la negativa de Hernán Somerville de asumir como embajador en China, en circunstancias que el gobierno ya había obtenido el beneplácito de Pekín. Un panorama más complejo fue la designación de Miguel Otero como embajador en Argentina, ya que Piñera decidía entregar la representación a un reconocido simpatizante del régimen militar, ¿un gesto de enemistad hacia los Kirchner?. La gestión de Otero fue más que efímera porque bastó que manifestara a la prensa trasandina su simpatía hacia Pinochet para que tuviera que presentar rápidamente la renuncia.

En una decisión que no tuvo tanto impacto público, el gobierno designó como cónsul en Bolivia a Jorge Canelas, un diplomático de carrera que alcanzó notoriedad pública por haber integrado la red Hamlet que apoyó a Lavín, desde las sombras de Cancillería, mientras fue candidato a Presidente. Este nombramiento fue criticado por algunos parlamentarios en Chile y en Bolivia debido a que Canelas, en un e mail (2002) enviado al entonces cónsul Pedro Suckel  (con copia a otros miembros del grupo Hamlet), declaraba que “motivado por tu llamado a hacer comentarios  respecto de recientes iniciativas relativas a relaciones con Bolivia, permíteme iniciarlos recordando la frase acuñada por nuestro querido líder, cuando dijo que el mejor estado de nuestras relaciones con Bolivia es no tener relaciones”. Curiosamente no ha habido quejas por el hecho que Suckel, que aparece como promotor de la crítica hacia Bolivia, pasara a ocupar un cargo tan relevante como es la Dirección de Países Limítrofes.

La tensión que vive nuestra diplomacia tras el anuncio de Evo Morales de recurrir a una Corte Internacional para zanjar el tema marítimo, solo puede tener una interpretación: la política de Piñera no favorece el diálogo, al menos con Bolivia. En política los gestos y signos son muy relevantes y en la ejecución de la diplomacia esta dimensión es aún más significativa, por algo se habla del “lenguaje diplomático y sus códigos”. En este sentido, es claro que el actual cónsul chileno no fue capaz de generar confianza en la contraparte local y no pudo dejar atrás su desliz antiboliviano o antediluviano, según el sentido que queramos darle.

Por otra parte, llama la atención que el control de nuestras relaciones vecinales recaiga en un grupo reconocidamente conservador y partidario del status quo. Suponiendo que Canelas interpretaba el sentir mayoritario de los “Hamlet”,  su postura sobre la política exterior de la Concertación es reveladora; a su juicio se había caído en “ese curioso prurito de meternos en camisas de once varas, sin ningún análisis sobre los efectos reales de los acuerdos que firmamos o grupos a los cuales integramos, por el complejo de no aparecer aislados”. Las afirmaciones son notables porque representa un pensamiento anclado en una visión del siglo XIX, en  la que es mejor no arriesgar nada para no tener problemas. ¿No es esto la antítesis de la política? ¿Tendríamos hoy tantos acuerdos de libre comercio y seríamos parte de la OCDE de seguir ese criterio? ¿Habría tenido Chile tanta participación en instancias de Naciones Unidas si hubiera adherido al inmovilismo propugnado por los Hamlet?

El escenario que se abre si efectivamente Bolivia va a un tribunal internacional es complejo. En primer lugar resulta difícil justificar que Chile aplique alguna medida de presión, sobre todo en circunstancias que este gobierno ha buscado estrechar relaciones con Perú pese a existir una demanda internacional en curso. El vicepresidente boliviano manifestó que el diálogo y la demanda no eran incompatibles; ¿es ésta una versión boliviana de la política de “cuerdas separadas” que difundió Alan García y que con entusiasmo suscribió Piñera? En segundo término, el resultado de la demanda puede fracturar definitivamente un eventual entendimiento con el país altiplánico o, a lo menos, provocar un clima de tensiones mucho más amplio en los próximos años (no hay que olvidar el tema del río Silala y los impasses comerciales). Una tercera consideración es la posibilidad que la relación no solo se tensione con Bolivia, sino que los vínculos con Perú sean más volátiles, especialmente si el ultranacionalista Ollanta Humala llega al poder en la próxima elección presidencial. En ese caso, la preocupación de Chile pasaría del plano diplomático al de seguridad. Una última consideración es la pobre relación que este gobierno ha cultivado con los países de la región con excepción de Colombia y, en lo comercial, con Perú; esto dificulta que Chile tenga suficientes respaldos o a lo menos equiparables a las adhesiones que puede concitar Evo Morales; esta cuestión también es relevante a la hora de un eventual escenario de una crisis mayor.

En síntesis, la política exterior orientada a las relaciones económicas, a fomentar la relación con el primer mundo, no debiera hacerse a costa de la inserción regional y menos sobre la convivencia con los países vecinos. También resulta preocupante que nuestra Cancillería no tenga la capacidad para anticipar una crisis vecinal. Como relata el Canciller Moreno (El Mercurio 26.03.2011) el anuncio de Bolivia de recurrir a un tribunal internacional fue una completa sorpresa para nuestra diplomacia. ¿Qué pasó con el Cónsul que no captó a tiempo lo que venía? ¿Cómo es que Suckel, de paso por Bolivia, tampoco advirtiera nada y llegara a Chile confiado en que todo iba bien? Las señales de incomodidad de Bolivia estaban claras desde hace rato. Por eso, llama la atención que un hecho tan relevante pasara desapercibido para una dirección cuya única preocupación son nuestros vecinos.

Aún es posible que Evo Morales desista de la medida, pero eso no implica que la señal esté dada y no es una buena noticia. Si el gobierno chileno no revisa el actual estado de cosas solo podemos esperar nuevos descalabros en una región que requiere oficio diplomático y bastante más densidad política que la exhibida hasta ahora.
 

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2 Comentarios

alvaro-diaz

alvaro-diaz

La decisión boliviana de preparar una demanda por la salida al mar ante el Tribunal de La Haya, era un hecho inevitable una vez no hubo avances concretos en la agenda binacional de trabajo. Aunque su fundamento jurídico es débil lo que importa es la presión política internacional que ello genera. Tal como Alan García, Morales fue cuidadoso en no provocar rupturas y esta es la lógica de la política de «cuerdas separadas».

Lo que sorprende es la sorpresa del gobierno, porque las señales se estaban acumulando desde hace más de un año. También sorprende la exagerada reacción de algunos parlamentarios de oposición.

En el mismo sentido, creo que la visión sobre el candidato Ollanta Humala no está actualizada. Su referencia ya no es Chávez sino Brasil. Hay una moderación política que sus contendores cuestionan, pero que evidencian un cambio en sus posturas iniciales. Lo que Chile tiene que hacer es dialogar y eso difícilmente lo puede hacer la derecha. Esto sigue constituyendo un patrimonio político de la centro-izquierda.

    luismarco

    luismarco

    Estimado Alvaro: Junto con agradecer tu comentario aprovecho de precisar que en el tema de Ollanta Humala no me parece tan complicado un eventual acercamiento a Chavez, entre otras cosas porque el lider venezolano no ha sido muy critico de Piñera. En cualquier caso no creo que este vínculo sea muy estrecho ni decisivo para el ex militar peruano. Creo que la raiz nacionalista de Humala es el gran problema y esto no se borra con una campaña politica. por ello su posible presidencia puede generar complicaciones mayores en el plano bilateral y tambien en el acercamiento que Chile emprendió con Bolivia, aunque esto último se lo esté farreando este gobierno sin necesidad de la intervención de Lima.

    La política de cuerdas separadas fue rechazada durante el gobierno de Bachelet. Se entendía que si hay un litigio no puede haber plena normalidad de relaciones. Piñera se compró esta posición porque favorece el clima de negocios pero no contribuye en nada a la política exterior, algunos hablan que este gobierno ejerce una diplomacia del retail. A fin de cuentas, los beneficios son privados y los costos los pagamos todos.