El mutismo de los “no votantes” también es una forma de expresión; al modo como en una composición musical los silencios forman parte de la obra, los “no votantes” expresan algo más que apatía, pereza o rabia.
Una de las mayores incógnitas que planteaba esta elección municipal era el comportamiento que tendría el electorado, tanto en preferencias como en participación. El resultado ha sido sorpresivo en ambos casos, ya que el eje de partidos de la Concertación logró recuperar un importante caudal electoral, en contraste con la significativa merma de la derecha, muy sintomática de la depreciación acelerada de la coalición de gobierno. En cuanto a la participación ciudadana, el golpe fue igualmente intempestivo ya que, en el escenario más pesimista la abstención podía proyectarse en la línea del 50%, pero se ubicó en un abultado 60%.
Si bien la abstención por sí misma no tiene un valor decisivo en el sistema político, principalmente porque no hay fuerzas que puedan legítimamente atribuirse el fenómeno, el problema adquiere una nueva magnitud cuando la participación queda por debajo del mínimo reciente, más aún con un universo electoral más amplio. El mutismo de los “no votantes” también es una forma de expresión; al modo como en una composición musical los silencios forman parte de la obra, los “no votantes” expresan algo más que apatía, pereza o rabia.
El hecho de que en esta elección votara un universo bastante menor de electores que en la última elección municipal, a pesar que el padrón prácticamente se duplicó, es muy indicativo de un malestar y desinterés profundo con la política. Si solo sufragó uno de cada tres chilenos, es lógico pensar que el voto de quienes ejercen su derecho o deber electoral vale más que en comicios anteriores, es decir, unos pocos votos pueden hacer una mayor diferencia. Lo que puede ser rescatable desde una perspectiva individual se antepone al interés colectivo, ya que el sistema político sigue devaluándose progresivamente. La esperada subvención de la inscripción automática con voto voluntario no ha revertido este proceso de deterioro.
Mientras un alicaído Presidente Piñera les recordaba a los chilenos que votar es también un deber, como si el gobierno no tuviera ninguna responsabilidad en la adecuada información y sensibilización ciudadana, pareciera que no hay disposición a considerar que la reforma al sistema electoral se pensó a la medida de los políticos y mucho menos en los ciudadanos. De otro modo, no seguiría el debate si deben regularse las reelecciones en cargos de representación; si es conveniente que un alcalde o un parlamentario deje el cargo para ser ministro o autoridad de gobierno vulnerando con ello la voluntad de los electores, etcétera. Una clave que los nostálgicos del voto obligatorio debieran tener en cuenta antes de intentar reponer las penas del infierno a quienes no sufraguen.
Las causas de la abstención son múltiples y en muchos casos disímiles, pero ciertamente la agudización del fenómeno tiene un vínculo con las malas o deficientes prácticas políticas. A modo de ejemplo, mientras el gobierno mostró un desinterés absoluto por la paridad de género, las comunas más emblemáticas fueron conquistadas en su mayoría por mujeres; la instalación de la lógica de la denominada “letra chica” profundizó las desconfianzas y ha predispuesto al elector a exigir compromisos y no promesas; el ejercicio de primarias en la selección de candidatos pasa a ser una requisito y, en cierto modo, garantía de un programa consensuado y cercano.
Todo esto nos lleva a la conclusión de que la abstención tiene mucho que ver con la oferta política. La recuperación de la Concertación y el posicionamiento de la oposición en general, están en esa línea. De ahí la pregunta: ¿Puede la derecha recuperar su electorado tradicional en el corto plazo? En teoría, y tal como lo señalan algunos personeros oficialistas como Carlos Larraín o Allamand, la situación del sector podría ser remontable. En la práctica esto resulta mucho más complejo cuando se está a la sombra de un gobierno y un Presidente particularmente impopulares; sin contar con las fracturas que vienen mostrando los dos partidos oficialistas y la distancia creciente entre los dos «presidenciables» o, a estas alturas, «candidatiables» de la derecha, especialmente cuando uno de ellos ha pasado a ser el rostro de la derrota.
——
Foto: condormx / Licencia CC
Comentarios